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CÓMO ACOMPAÑAR A UN NIÑO EN DUELO


Enviado por   •  13 de Marzo de 2019  •  Resumen  •  1.913 Palabras (8 Páginas)  •  135 Visitas

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CÓMO ACOMPAÑAR A UN NIÑO EN DUELO

Si los niños en duelo pudieran hablar de lo que les preocupa, sobre todo, cuando se les ha muerto el padre o la madre, seguramente plantearían preguntas similares a éstas: ¿Va a volver?, ¿Ha sido por mi culpa? ¿Quién cuidará de mí ahora? ¿Me vas a dejar tú también? ¿Me voy a morir yo? ¿Qué ha ocurrido realmente? Y en esos momentos de mayor confusión precisan y exigen una respuesta adecuada de los mayores más significativos.

Aunque no existe un formulario suficientemente acreditado para informar y acompañar a un niño ante la muerte de un ser querido o muy significativo se puede sugerir unas pautas entresacadas de la propia experiencia y de la de otros autores y psicoterapeutas que se han adentrado en estos temas.

Ante la necesidad de dar al niño o joven la noticia de la pérdida de un ser querido la perdona debe ser la más vinculada afectivamente a ese niño.

En esos momentos el niño debe conocer la verdad de manera sencilla y delicada, evitando descripciones terroríficas o macabras. Se debe responder adecuadamente a sus preguntas, teniendo en cuenta el contexto emocional y su grado de desarrollo. Incluso dejándole entrever que tampoco los adultos tenemos respuestas definitivas sobre la muerte en general, ni sobre la muerte concreta de su ser querido. Pero, lo que no se debe hacer jamás es tratar de engañar al niño.

No utilizar nunca explicaciones eufemísticas del tipo: «se ha dormido», «se ha ido de viaje», «Dios se lo ha llevado». Estos son planteamientos tópicos del adulto para salir del paso, pero potencialmente peligrosos, que pueden favorecer reacciones poco saludables en los niños, creando aún más confusión en su mente.

Aunque no existen fórmulas eficaces para dar tal tipo de noticia a un niño conviene suavizarla de entrada haciendo una sencilla y breve introducción con los elementos reales de los que se disponga: «Mamá estaba muy malita y sufría mucho... Tú sabes que papá viajaba mucho por motivos de trabajo y que la carretera siempre es peligrosa. En momentos así se debe acoger físicamente al niño, bien sea conteniéndole en un abrazo o tomándole de las manos.

También es conveniente dejarles participar en los ritos funerarios, en la celebración de aniversarios y demás conmemoraciones según las creencias familiares y sus sistemas de valores, e incluso en las visitas al cementerio. En la medida que ellos deseen y puedan se les ha de permitir contemplar y despedir el cadáver del ser querido. Es una imagen y un recuerdo necesario para una buena elaboración posterior del duelo.

Dejar que los niños sean testigos de los verdaderos sentimientos del adulto en duelo. Para los pequeños es bueno en su proceso de maduración aprender que las emociones existen y que hay que asumirlas. Se debe favorecer que el niño recorra conjuntamente con el adulto, pero a su propio ritmo, todas las fases del duelo y experimente los lógicos sentimientos de pena, resentimiento, miedo, soledad...

Es conveniente hablarles de la persona que ha muerto con la mayor naturalidad posible. Es una manera adecuada, aunque a veces nada fácil para el adulto, de manifestar que sigue viva en nuestro corazón.

Propiciar y animar a los niños a que comuniquen lo que saben, sienten y piensan acerca de la muerte. También los adultos deben compartir sus convicciones e incertidumbres al respecto.

Si se trata de una muerte anunciada conviene ir preparando al niño como en una especie de duelo anticipado progresivo, pero sanamente insinuado. Es bueno facilitar que el niño, mediante las visitas breves y esporádicas a su ser querido gravemente enfermo, se vaya despidiendo a su manera.

Los niños tienen la necesidad de modelos para crecer y afrontar las crisis de la vida. Los padres y los adultos se convierten en modelos positivos en la medida en que saben compartir con naturalidad los estados de ánimo suscitados por el duelo y promueven la participación de todos. No se debe propiciar una actitud frecuente pero incorrecta de endosar al niño a responsabilidades y expectativas, como por ejemplo: «Ahora que papá o mamá ya no están, debes ser tú el hombre o la mujer de la casa».

Lo más importante para conseguir una educación acerca de la muerte es que los adultos aprendan a asumir este tema y a superar sus propios temores, poniendo verdadero énfasis en el sentido de la vida y su belleza, buscando un significado personal para la propia vida y la propia muerte. Todo ello ayudará sin duda a que el niño y llegue a tener una actitud más abierta e integrada de la muerte.

DUELO EN EL ADOLESCENTE

La adolescencia suele ser ya una etapa difícil

El duelo en el adolescente, al igual que ocurre en los adultos, tendrá una intensidad mayor o menor dependiendo del grado de intimidad y vinculación con la persona fallecida, el tipo de relación que existía entre ambos y las circunstancias de la muerte.

También es verdad que los cambios y características propios de la edad hacen que éstos puedan reaccionar de manera diferente a los adultos. Si por ejemplo, son ya habitualmente tendentes a la rebeldía y la emotividad, pueden vivir la experiencia de la muerte de forma más impetuosa. Por otro lado, si la muerte es ya en si misma un tabú entre los adultos, suele ser mucho mayor en la adolescencia, donde además existe per se una negación de la muerte y un sentimiento fuerte de invulnerabilidad.

El adolescente tiene que hacer frente a la pérdida de un ser querido, al mismo tiempo que hace frente a todos los cambios, dificultades y conflictos propios de su edad. Aunque exteriormente parezca ya un adulto, el desarrollo del cuerpo no va siempre a la par con la madurez afectiva. Es por eso que puede necesitar mucho apoyo, comprensión y afecto para emprender el doloroso y difícil proceso de duelo.

Intentan o aparentan ser fuertes

Muchas veces el adolescente, aunque sufra intensas emociones, no las comparte con nadie. Posiblemente porque se siente

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