Dialogos De Platón
Enviado por keen_93 • 17 de Junio de 2013 • 906 Palabras (4 Páginas) • 470 Visitas
Diálogos de Platón, Libro 8 de la Republica.
Este libro comienza cuando Glaucón repasa las conclusiones sobre el Estado ideal a las que había llegado Sócrates en capítulos anteriores. Quedó establecido que el Estado mejor era la aristocracia de reyes filósofos con las siguientes características:
Comunidad de mujeres e hijos, Educación íntegra común, Reyes que se hayan acreditado como los mejores en la filosofía y en la guerra, Guardianes que no tengan nada privado sino todo en común y Reciban del pueblo sólo su alimento a modo de salario. A un Estado excelente como este le corresponde además un modelo de hombre también excelente. Todas las demás formas de gobierno son deficientes. Glaucón pregunta a Sócrates cuáles son esas constituciones imperfectas y qué modelos de hombre les corresponden. Esos regímenes imperfectos son la timocracia, típica de Creta y Esparta, la oligarquía, la democracia y la tiranía.
Sócrates utiliza un mito para responder, es el conocido discurso de las Musas. Existe un número perfecto que señala la fecha en que los movimientos circulares de los astros son más propicios para la reproducción de la especie humana. Al principio los gobernantes respetarán este número pero lo irán olvidando con el tiempo y casarán a las doncellas con mancebos en momentos no propicios, y nacerán niños no favorecidos por la naturaleza ni por la fortuna. Estos gobernantes menos capacitados empezarán por descuidar a las Musas en la educación y luego a la gimnasia. La educación deficiente impedirá a los guardianes reconocer las diferencias entre las razas y comenzará la mezcla que es el origen del caos social.
El primer régimen derivado de la ciudad perfecta es la timocracia, carece de gobernantes sabios que son sustituidos por otros más fogosos y más simples. Estos no pueden más que llevar al país a una guerra permanente además de inclinarse hacia las riquezas y los placeres en lugar de la filosofía y la música. Su deseo más arraigado será el de imponerse y ser venerado. El tipo de hombre que corresponde a este sistema político será feroz con los esclavos, por no sentirse superior a ellos, gentil con los libres y sumiso con los gobernantes, amará el poder y el honor ganado en la guerra, gustará de la gimnasia y la caza, se volverá codicioso con la edad y carecerá de razón pues es ajeno a la música. El hombre timocrático se forma del siguiente modo: en un estado mal organizado y caótico, su padre, un hombre sabio, prefiere huir de cargos y honores lo que conduce a su madre a criticar la apatía del marido, un tonto incapaz de ganarse el reconocimiento de los demás. En su alma se entablará una lucha entre la voz de su padre, racional, y la de su madre, apetitiva y fogosa. Llegará a un compromiso y ofrecerá el gobierno de sí mismo al principio intermedio, la fogosidad.
Tras la timocracia
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