EL FENÓMENO Y EL SIGNIFICANTE. DISCUSIÓN META-FILOSÓFICA DE LA TEORÍA DEL SIGNO PARA UNA RELACIÓN POSIBLE ENTRE FENOMENOLOGÍA Y PSICOANÁLISIS
Enviado por lamayone • 5 de Marzo de 2013 • 2.159 Palabras (9 Páginas) • 630 Visitas
Introducción
Los resultados que presentamos en este trabajo tienen su origen en los seminarios de investigación organizados por la Cátedra I de Psicología Fenomenológica y Existencial de la Facultad de Psicología (UBA).
El debate académico sobre relaciones posibles entre la fenomenología y el psicoanálisis ha sido objeto de preocupación de recientes trabajos (Lutereau, 2008). Uno de los momentos históricos que permiten comprender mejor la relación entre ambas disciplinas, aparentemente tan disímiles, es el debate intelectual enmarcado en lo que se dio a conocer, tanto en el sentido científico como en el de la doxa (Milner, 2002), con el nombre de estructuralismo.
Conocida es la oposición establecida desde ciertos circuitos académicos (Descombes, 1979; Dosse, 1992) entre fenomenología y estructuralismo (y, por extensión, a causa de la lectura estructuralista del psicoanálisis realizada por Lacan (Lacan, 1953), la oposición entre fenomenología y psicoanálisis).
El presente trabajo busca situar el pasaje de: a) una interpretación fenomenológica del signo (entendido como la relación arbitraria - si no necesaria - entre el significante y el significado [Saussure, 1916, 129-30]) que resalta la idea de un significado inmanente al sujeto; a b) una interpretación fenomenológica que destaca la idealidad de un significado radicalmente diferente al sujeto (acercándonos así al planteo estructural respecto de qué elemento de la relación entre el significante y significado prima). Para ello, se tematizará la concepción del signo que E. Husserl presenta en sus Investigaciones Lógicas (1901), cuya crítica nos ofrece J. Derrida en La voz y el fenómeno (1967).
En última instancia, nos proponemos mostrar que la lectura de Derrida nos permite diferenciar al menos dos sentidos de la fenomenología: 1) como filosofía del sentido para una conciencia trascendental; 2) como una lógica del significado ideal. Diferencia de niveles cuya ignorancia (Lutereau, 2008) acarreó prejuicios que tornaron infructuoso el diálogo entre la fenomenología y el psicoanálisis (de nuevo, por mediación del estructuralismo). La discusión meta-filosófica, con base histórica, de los prejuicios implicados en el obstáculo de aquel diálogo se propone como una aproximación anticipatoria de futuras investigaciones abocadas a la relación entre fenomenología y psicoanálisis.
Desarrollo
La oposición entre fenomenología y estructuralismo (ambas entendidas en un sentido amplio) es bien conocida en el ámbito académico. Según una de las concepciones más difundidas, el estructuralismo vendría a terminar con la idea (fenomenológica) de un sujeto que poseería un sentido interior, propio a sí, y lo despojaría del mismo para someterlo a la arbitrariedad de la estructura.
Tal caracterización no carece de algún valor de realidad, pero adolece de una excesiva simplificación de ambas doctrinas teóricas. Por ello, antes de abocarnos a nuestra investigación del análisis de Derrida, quisiéramos restringirnos al señalamiento de dos datos históricos de importancia: a) las raíces fenomenológicas del pensamiento de R. Jakobson; b) la temprana interpretación francesa (Sartre, Merleau-Ponty) de la fenomenología de Husserl.
Por un lado, se desconoce la filiación fenomenológica de Jakobson, uno de los fundadores de la lingüística estructural. Efectivamente, “fue en la obra de Husserl que Jakobson encontró la primera formulación sistemática de las leyes generales que son operantes para una unidad estructural (…) que son constitutivas de un sistema, de un todo unificado” (Holenstein, 1974, 2). El mismo Jakobson llega a decir sobre Husserl, a partir de su lectura de las Investigaciones Lógicas, que "ha tenido quizá la mayor influencia en mis trabajos teóricos” (Dosse, 1992).
Por otro lado, cabe aclarar cuál fue la suerte de la recepción francesa de la fenomenología de Husserl. Luego de que éste hubiese impartido sus famosas Lecciones de París (1931), encontraremos en J. P. Sartre y M. Merleau-Ponty los dos más grandes continuadores del pensamiento fenomenológico en aquel país. La particular veta que ambos autores imprimieron en sus elaboraciones determinó una interpretación particular de las enseñanzas de Husserl que (sin olvidar la decisiva influencia de la relectura de Hegel por parte de Alexandre Kojève – durante el período de 1933-1937) inclinó la balanza a favor de una filosofía del sujeto (se entendiese por éste ya una conciencia prepersonal, un para-sí o un cuerpo) como campo trascendental de la constitución del sentido.
Derrida entra en el debate de la época a mediados de los años ‘60. Pero lo particular de su intervención se vuelve evidente en el texto que nos compete, La voz y el fenómeno. Su lectura de la obra de Husserl se diferencia rápidamente: "la originalidad de la intervención de Derrida reside en primer lugar en el hecho de no partir de esta orientación [sartreana y merleau-pontiana que se concentra en la vivencia o la conciencia perceptiva, sino que]: de manera ya inesperada, se interesa sobre todo por las cuestiones de la objetividad, de la ciencia, eludiendo el nivel de la observación interior" (Dosse, 1992). De acuerdo a estos dos señalamientos históricos, pasaremos a un breve análisis de los argumentos claves que Derrida utiliza para leer en forma crítica la obra de Husserl.
Nuestras investigaciones sobre La voz y el fenómeno nos han permitido reconstruir someramente en este trabajo tres argumentos que juzgamos capitales: a) que la idealidad del significado (querer-decir) supone una estructura del signo en general que impide separar la representación interior de la indicación exterior; b) que la retención, en tanto que perceptiva permite, como no-presencia, la posibilidad de la presencia; c) que lo innecesario del cumplimiento intuitivo como presencia libera la estructura del querer-decir. Nos abocaremos a los argumentos a) y c) por dos razones: porque la idea de “retención” pertenece a un período ligeramente posterior que al de las Investigaciones Lógicas, y por mor de la brevedad.
El primer argumento es el más complejo, y debe ser tomado con la mayor cautela. Comencemos con un resumen de la concepción del signo en la obra de Husserl. Todo signo, en principio, es signo de algo, y esto conduce a una división entre: 1) la indicación (o índice), que no expresa (no quiere decir – es decir, no tiene un querer-decir) nada, pero que sí indica algo (por ejemplo, los moretones son signo de maltrato); 2) la expresión, que sí quiere decir algo (por ejemplo, “la rosa es roja") pero que puede o no indicar algo.
Por ello las expresiones (2) pueden ser o no revestidas (encabestradas) por la función indicativa (1). En el discurso comunicativo, es
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