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Educacion


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2011  •  520 Palabras (3 Páginas)  •  330 Visitas

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¿Tú felicidad depende de ella?-

Se quedó pensativo durante un par de segundos: -No- respondió seguro de su monosílabo.

-¿Y la de ella de ti?-

-Sí-, aseguró sin dudarlo y moviendo la cabeza como quien dice algo muy obvio.

Exhalé la última bocanada de humo.

Llevábamos varias horas conversando en aquél bar, siempre tuvimos de qué hablar y el tiempo que llevábamos sin hacerlo aumentó las historias.

Hasta que las palabras llegaron al tema que me venía zumbando la cabeza, su mujer.

Fuimos a aquél lugar sin más interés que el de beber cerveza y conversar, pero la espuma trepa demasiado rápido y sin aviso por las venas.

Hace casi una década mi boca se enamoró sin dudarlo de sus besos y aliento y mis ojos de sus compulsiones, nunca se lo dije.

Hasta que una noche la luz nos descubrió sin nada qué darnos, ni siquiera sexo. Esa mañana de hace tanto tiempo me acompañó al coche y me despidió con un beso de aire. No volvimos a encontrarnos.

Después de tanto tiempo sin verlo ni desearlo, ahí estábamos de nuevo, hablando, la segunda cosa que mejor hicimos.

Comenzó por abrazarme como quien abraza a una vieja amiga, como lo que soy, y yo a refugiar mi cabeza en su hombro, con la nostalgia de quien no ha olvidado un viejo amor.

Tarde salimos de ahí, al final y después de todos. Subimos a su coche con el efecto del alcohol en cada poro, yo con la idea de que nada entre nosotros pasaría, sólo éramos un par de conocidos en un feliz reencuentro.

Algún tema sin importancia discutíamos acaloradamente cuando en un semáforo acercó su frente a la mía, cortó mi retahíla junto con mi aliento. Nuevamente estaba ahí el mismo aroma de hacía años y como si despertaran de un sueño infinito mis emociones rogaban por encontrar las suyas. Me separé de su cercanía para respirar de la noche y no de su boca adictiva.

-Te iba a besar mujer-, me dijo muy serio.

-Ya lo sé-, le respondí con una sonrisa.

-No entiendo qué es lo que me pasa contigo, te había dejado atrás-, masculló como para sí mismo.

-Ha de ser eso-, le dije con un dejo de tristeza.

Seguimos avanzando rumbo a mi casa, retomé la discusión y de nuevo el rojo de un semáforo lo empujó hasta mi rostro, le besé una mejilla, me besó los labios y después la boca, me perdí en un espacio difícil de detallar.

Toda la ternura que me había negado desde que dejé de verlo resurgió de pronto y quise decirle lo que nunca pude, que amo sus besos y su aliento y que adoro los tiempos exactos que le dedica a cada cosa, pero no quise perder segundos, tenía que respirarlo hasta ya no poder más; ¿Cómo había sobrevivido sin esos besos, sin su lengua tocando cada rincón de mi boca como si la conociera de principio a fin? no lo supe y hasta ahora no lo sé. Lo único que sé es que vivo para soñarlo, para esperar

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