El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicier
Enviado por Abraham Canul • 23 de Septiembre de 2015 • Ensayo • 3.677 Palabras (15 Páginas) • 716 Visitas
“El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas, y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron”
- Jean Piaget
La infancia. ¿Qué es en sí la infancia? Podríamos decir muchas acerca de lo que es y de lo que no es la infancia. Pero una cuestión más grande es: ¿la infancia sigue siendo importante en nuestros tiempos modernos tanto como lo era en los tiempos pasados? ¿Sigue siendo la infancia, infancia? ¿Las escuelas y la pedagogía podría seguir funcionando con las herramientas digitales que siguen creciendo día con día?
El concepto de la infancia ha ido transformándose una y otra vez a lo largo de la historia y en cada una de ellas, su significado e importancia en la sociedad ha sido completamente diferente, tanto en la educación como en su respectivo lugar dentro de la sociedad en general. El objetivo de éste ensayo es indagar acerca de la infancia en el ámbito pedagógico. Pero para esto, debemos primero conocer sus orígenes y hasta done la hemos llevado. Para eso, nos valdremos de tres lecturas de dos autores diferentes: “¿Existe la infancia?” y “La concepción moderna del desarrollo y su repercusión en las aulas” de Ricardo Baquero; “La infancia” de Philippe Aries.
Cada uno de los dos autores muestra su opinión acerca de la infancia a través de los tiempos y en cómo ha repercutido esto hasta nuestros tiempos más modernos.
Philippe nos menciona en “La infancia”, que en la antigua roma del siglo I, se presentaba este mismo problema. Se sabe que al niño romano recién nacido se le posaba en el suelo. Correspondía al padre reconocerlo levantarlo en sus brazos. Este acto daba a entender que el padre aceptaba a su hijo y lo reconocía como tal para su respectiva crianza. De lo contrario, si el padre no levantaba al niño, éste era abandonado. Podría decirse que cada niño romano tenía dos nacimientos: uno cuando salía del vientre de la madre y otro cuando el padre lo elevaba.
Por otro lado, a los hijos de los esclavos no deseados, simplemente se les mataba. A este acto de abandono se le puede comparar con el aborto moderno, ya que cumple con la misma función de deshacerse de los hijos no deseados. Para esto, la sexualidad se encontraba separada de la procreación. Baquero también nos habla en “¿Existe la infancia?” que durante la época del siglo XIII o XIV, los niños no eran ni queridos ni odiados, sino que se les veía como algo igual dentro de la sociedad. Compartían con los adultos las mismas actividades y no se diferenciaban de los adultos ni por la ropa ni por los trabajos que hacían. Esto quiere decir que, tanto un niño como un adulto, podían hacer las mismas cosas.
Esta situación cambió a lo largo del siglo II y III en donde el modelo estándar de la familia y el niño cambian por primera vez. A partir de este momento, el matrimonio entre las parejas que decidieran tener un hijo, asume una dimensión moral y psicológica que antes no se tenía en la Roma más antigua; la unión de los cuerpos se hace sagrada. El matrimonio sube en importancia sobre el concubinato y el nacimiento sobre la adopción. Aun así, el concubinato y la adopción seguían siendo, pero se había superado una etapa notable, pero el matrimonio, que prevalecía sobre las otras formas de unión libre, seguía siendo monogámico.
La indisolubilidad consagraba una evolución antigua, precristiana, del matrimonio gracias a la iglesia que lo impuso a través del consenso que aprobó la comunidad en el sentido del reforzamiento de los elementos biológicos, naturales, en perjuicio de las intervenciones de la voluntad consciente y de la mente lúcida. Gracias a este proceso, se sustraía la procreación a la elección y se la dejaba a la naturaleza. No es de sorprenderse que el matrimonio se convierta entonces en un sacramento aunque siga siendo un hecho de la vida privada. En esas condiciones, la procreación ya no estaba separada como en tiempos de los antiguos romanos de la sexualidad; el coito se había convertido en acto de placer, pero también de fecundación.
A medida que se revaloriza la fecundación se recurría cada vez menos a la adopción. Las familias se quedaban cada vez más con sus hijos. El peor maleficio que le podía pasar a cualquiera, era quedarse impotente. Esto no fue lo único que cambio. El infanticidio se convirtió en delito; estaba prohibido ahora el abandonar a los recién nacidos. Y aunque clandestinamente aún se hacía, sólo que en menor cantidad. Los obispos de la Contrarreforma sospechaban que ni el padre ni la madre estaban libres de culpa, e hicieron cuanto pudieron para que los hijos durmieran en separado de sus padres en un lecho, que más adelante se convertiría en la cuna que conocemos todos hoy en día. Esto sucedió ya que el niño desaparecía de un momento para otro, víctima de una desgracia que no era, supuestamente, posible de evitar; ya sea que caía dentro den la chimenea encendida o adentro de una tinaja y nadie podía sacarlo a tiempo. Incluso morían asfixiados en el lecho en donde dormían con sus padres sin que éstos se dieran cuenta. De ahí la cuna. Todavía en el siglo XVIII fueron acusados de brujería personas que penetraban en las habitaciones donde exponían a los niños a las llamas de las chimeneas y volvían a ponerlos en sus camas, donde poco a poco morían con los pulmones quemados. Este era el destino para la mayoría de los niños deformes o inválidos, pero también incluso para los no deseados. Es de creer que en los siglos XVII-XVIII la mentalidad popular hubiese asimilado la condena del infanticidio, considerado como delito.
Desde el momento en que en la costumbre y entre los grupos privilegiados, la vida del niño se convierte en valor, el propio niño se convierte en una forma interesante y agradable, seña de la atención que se le presta. En el mundo griego, el romano, se extasiaba ante el cuerpo de los niños desnudos: los efebos. Los colocaba por todas partes, como Luis XIV en Versalles. Los efebos reaparecerán en la iconografía del Renacimiento. Es interesante la evolución del niño y de su carácter particular en la antigüedad romana.
A lo largo de la edad media, el niño volvió a perder esa importancia que había tomado en la roma imperial. A partir de aquí, al niño se le empezó a usar en el arte y en la decoración. Aunque el matrimonio seguía siendo un sacramento y tomaba más fuerza que antes.
En esa época, al igual que como Baquero nos mencionaba, al niño no se le veía como tal, sino que se le veía como un hombre pequeño, o alguien que en un determinado momento sería un momento sería un hombre grande. Al niño se le comparaba con el joven, y por tal motivo el niño era sometido, ¿Por qué? Porque al niño y al joven los igualaban y pesaban que eran lo mismo, este modo de tratar a los niños tenía los mismos propósitos que en la antigüedad.
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