FREUD PSICOLOGIA DE LAS MASAS Y ANALISIS DEL YO
Enviado por FREUDS2323 • 6 de Noviembre de 2013 • 22.891 Palabras (92 Páginas) • 477 Visitas
La oposición entre psicología individual y psicología social o colectiva, que a primera
vista puede parecernos muy profunda, pierde gran parte de su significación en cuanto la
sometemos a un más detenido examen. La psicología individual se concreta,
ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta
alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas
condiciones excepcionales, le es dado prescindir de las relaciones del individuo con sus
semejantes. En la vida anímica individual, aparece integrado siempre, efectivamente, «el
otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología
individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido
amplio, pero plenamente justificado.
Las relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de su
amor y con su médico, esto es, todas aquellas que hasta ahora han sido objeto de la
investigación psicoanalítica, pueden aspirar a ser consideradas como fenómenos
sociales, situándose entonces en oposición a ciertos otros procesos, denominados, por
nosotros, narcisistas, en los que la satisfacción de los instintos elude la influencia de
otras personas o prescinde de éstas en absoluto. De este modo, la oposición entre actos
anímicos sociales y narcisistas -Bleuler diría quizás: autísticos- cae dentro de los
dominios de la psicología social o colectiva.
En estas relaciones con sus padres y hermanos, con el ser amado, el amigo y el médico,
se nos muestra el individuo bajo la influencia de una única persona o todo lo más, de un
escaso número de personas, cada una de las cuales ha adquirido para él una
extraordinaria importancia. Ahora bien, al hablar de psicología social o colectiva, se
acostumbra a prescindir de estas relaciones, tomando solamente como objeto de la
investigación la influencia simultánea ejercida sobre el individuo por un gran número de
personas a las que le unen ciertos lazos, pero que fuera de esto, pueden serle ajenas
desde otros muchos puntos de vista. Así, pues, la psicología colectiva considera al
individuo como miembro de una tribu, de un pueblo, de una casa, de una clase social o
de una institución, o como elemento de una multitud humana, que en un momento dado
y con un determinado fin, se organiza en una masa o colectividad. Roto, así, un lazo
natural, resultó ya fácil considerar los fenómenos surgidos en las circunstancias
particulares antes señaladas, como manifestaciones de un instinto especial irreductible,
del instinto social -herd instinct, group mind-, que no surge al exterior en otras
situaciones. Sin embargo, hemos de objetar, que nos resulta difícil atribuir al factor
numérico importancia suficiente para provocar por sí solo en el alma humana, el
despertar de un nuevo instinto, inactivo en toda otra ocasión. Nuestra atención queda, de
este modo, orientada hacia dos distintas posibilidades; a saber, que el instinto social no
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es un instinto primario e irreductible, y que los comienzos de su formación pueden ser
hallados en círculos más limitados, por ejemplo, el de la familia.
La psicología colectiva, no obstante encontrarse aún en sus primeras fases, abarca un
número incalculable de problemas, que ni siquiera aparecen todavía suficientemente
diferenciados. Sólo la clasificación de las diversas formas de agrupaciones colectivas y
la descripción de los fenómenos psíquicos por ellas exteriorizados exigen una gran labor
de observación y exposición y han dado origen ya a una extensa literatura. La
comparación de las modestas proporciones del presente trabajo con la amplitud de los
dominios de la psicología colectiva, hará ya suponer al lector, sin más advertencias por
parte mía, que sólo se estudian en él algunos puntos de tan vasta materia. Y en realidad,
es que sólo un escaso número de las cuestiones que la misma entraña, interesan
especialmente a la investigación psicoanalítica de las profundidades del alma humana.
II
EL ALMA COLECTIVA, SEGÚN LE BON
Podríamos comenzar por una definición del alma colectiva, pero nos parece más
racional presentar, en primer lugar, al lector, una exposición general de los fenómenos
correspondiente y escoger entre éstos algunos de los más singulares y característicos,
que puedan servirnos de punto de partida para nuestra investigación. Conseguiremos
ambos fines tomando como guía una obra que goza de justa celebridad, la «Psicología
de las multitudes», de Gustavo Le Bon.
Ante todo, convendrá que nos hagamos presente, con máxima claridad, la cuestión
planteada. La psicología -que persigue los instintos, disposiciones, móviles e intenciones
del individuo, hasta sus actos y en sus relaciones con sus semejantes-, llegada al final de
su labor y habiendo hecho la luz sobre todos los objetos de la misma, vería alzarse ante
ella, de repente, un nuevo problema. Habría, en efecto, de explicar el hecho
sorprendente de que en determinadas circunstancias, nacidas de su incorporación a una
multitud humana que ha adquirido el carácter de «masa psicológica», aquel mismo
individuo al que ha logrado hacer inteligible, piense, sienta y obre de un modo
absolutamente inesperado. Ahora bien: ¿qué es una masa? ¿Por qué medios adquiere la
facultad de ejercer una tan decisiva influencia sobre la vida anímica individual? ¿Y en
qué consiste la modificación psíquica que impone al individuo?
La contestación de estas interrogaciones, labor que resultará más fácil comenzando por
la tercera y última, incumbe a la psicología colectiva, cuyo objeto es, en efecto, la
observación de las modificaciones impresas a las reacciones individuales. Ahora bien,
toda tentativa de explicación debe ir precedida de la descripción del objeto que de
explicar se trata.
Dejaremos, pues, la palabra a Gustavo Le Bon: «El más singular de los fenómenos
presentados por una masa psicológica, es el siguiente: cualesquiera que sean los
individuos que la componen y por diversos o semejantes que puedan ser su género de
vida, sus ocupaciones, su carácter o su inteligencia, el simple hecho de hallarse
transformados en una multitud le dota de
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