Identidad De Genero
Enviado por d258 • 9 de Febrero de 2014 • 2.402 Palabras (10 Páginas) • 805 Visitas
¿Qué es la identidad de género?
La identidad de género se refiere a a la percepción subjetiva que un individuo tiene sobre sí mismo en cuanto a sentirse hombre o mujer; éste, puede considerarse como el sexo psicológico o psíquico y se constituye en uno de los tres elementos de la identidad sexual junto a la orientación sexual y el rol de género. Por otro lado ese auto clasificación se basa en aspectos que a lo largo de la historia han ido conformando culturalmente a los roles del hombre y la mujer. El género es un atributo aprendido y no una determinación biológica. En otras palabras, aunque se nazca de sexo masculino o femenino, uno aprende a ser hombre o mujer.
Para entender como ocurre el proceso de la adquisición de la identidad de género es necesario enfatizar en algunas teorías sobre cómo se produce dicha construcción e interacción y sus múltiples explicaciones. Según Garcia-Leiva (2005), tradicionalmente se han adoptado dos líneas argumentales: 1) aquella que se centra en los procesos internos al sujeto y 2) la que estudia la interacción entre los procesos psicológicos básicos y los factores sociales y situacionales. Dentro del primer grupo se encuentran las teorías cognitivas. Por otro lado el segundo grupo abarca los modelos de interacción sociocognitiva y los denominados modelos sociales.
Desde la psicología cognitiva se ha defendido la existencia de tres etapas en el desarrollo de la propia asignación grupal. De acuerdo con Kohlberg (1966), y siguiendo los estadios de Piaget (1966), estos son: el etiquetaje, la estabilidad y la constancia de género. La primera etapa consiste en la categorización de uno mismo y de los demás en dos grupos diferentes, hombres y mujeres. Posteriormente el niño comprende que esa categoría a la que pertenece se mantiene a pesar de los cambios superficiales, como ropas o adornos. Por último se asimila la constancia de género a pesar de la variabilidad situacional. Kohlberg considera que estos estadios acontecen a los dos años el primero, entre los dos y los cinco el segundo y a partir de cinco el tercero, aunque dicha cronología parece ser variable.
Por otro lado, desde una perspectiva social, es necesario destacar los modelos de Interacción Sociocognitiva y los Modelos Sociales los cuales explican el proceso de construcción de género desde la interacción del contexto y los procesos intrasujeto.
Los Modelos de interacción sociocognitiva parten de la hipótesis de la profecía que se autocumple. Se toma como referencia puesto que en ella están presentes todos los procesos que explican el comportamiento humano: cognitivos, motivacionales, comportamentales, estructura social y la situación específica (Barberá, 1998). Por medio de la interacción entre dos o más personas los elementos intrasujetos de las mismas y a su vez, los elementos sociales entran en interacción. Esta interacción da lugar a una construcción diferente en función del rol que tiene cada una de las personas: el que percibe el que actúa o ambos. El género sería por tanto una construcción-acción. La profecía autocumplida, aunque no aborda el proceso de autocategorización e identificación, explica el círculo de retroalimentación entre estereotipos y conducta en la interacción personal; y describe los mecanismos presentes en las interacciones entre individuos con unos roles estructurales determinados siendo éstas un elemento en la construcción de la identidad de género.
Los modelos sociales parten de las Teorías del Aprendizaje Social y las Teorías de la Identidad Social de Género. Las Teorías del Aprendizaje Social proponen que los procesos a
través de los cuales se adquiere el género son los mismos que por los que se adquiere cualquier otra conducta: los de aprendizaje. Estas teorías han analizado el aprendizaje de conductas a partir de los modelos de referencia y del refuerzo recibido. Tres han sido los agentes socializadores principalmente estudiados: los cuentos, la televisión y las figuras progenitoras (Bandura, 1977; Lott, 1994; Lott y Maluso, 1993; Mischel, 1973). Según Garcia-Leiva (2005) estas teorías del aprendizaje social tratan de explicar cómo, a través de un proceso educativo diferencial, se adquieren patrones conductuales de género. Pero no abordan los mecanismos intrapsíquicos responsables de la adquisición de las conductas ni como éstas influyen en el desarrollo del self.
Por otro lado, la Teoría del Rol Social de Género (Eagly, 1987), parte de que una comunidad necesita estar organizada para garantizar los recursos económicos y los medios de subsistencia. Con esta finalidad se dividen las tareas y actividades responsables de la producción, división que necesita de normas que la garantice. Para ello se elabora un complejo sistema de reglas que asigna responsabilidades y roles a los miembros de la comunidad. Una vez realizada esta segmentación laboral se va a convertir en uno de los pilares básicos de la estructura social, a la vez que estable y regula las diversas relaciones intergrupales. Estas Relaciones también generan desigualdades sociales pues prescriben las diferencias, tanto en el ámbito público como en el privado. Los roles asignados en función del trabajo son importante ya que de ellos se deriva la estereotipia y ambos determinan el autoconcepto de género. Cada puesto laboral lleva asociada una serie de demandas necesarias para su desempeño. Mediante esta asignación se regulan las habilidades y motivaciones de hombres y mujeres orientándolas en la dirección de los estereotipos. Por otro lado, las expectativas generan el esquema de autocumplimiento reforzándolos. En las imágenes de género se puede observar cómo la tradicional concepción de mujer (más amable, cariñosa y comprensiva que el hombre) no se mantiene si se describe a una mujer trabajadora en lugar de a una ama de casa (Eagly y Steffen, 1984). Igualmente la ocupación de un puesto de alta responsabilidad en el mundo laboral les hace ser descritas tan independientes como sus compañeros varones, mientras que cuando poseen un trabajo de subordinadas se las considera más sumisas (Eagly y Wood, 1982). Mediante el mismo proceso a los hombres que desempeñan las tareas del hogar se les suponen tan sensibles como a las mujeres en las relaciones interpersonales (Eagly y Steffen, 1984), creencia que no se sostiene si es otra la ocupación. Los papeles sociales, junto con sus expectativas, forman parte de los valores culturales e influyen en el comportamiento de las personas. Por ello, a mayor solidez de la estructura social y mayor aceptación de dichas expectativas, más consistencia adquiere la ideología que mantiene el sistema. Se perpetúan así los roles y en consecuencia las desigualdades que éstos conlleven. La separación por roles, que adquiere carácter de norma, presenta un claro
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