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Informe: Poner En Juego El Saber


Enviado por   •  7 de Noviembre de 2012  •  2.564 Palabras (11 Páginas)  •  1.288 Visitas

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Informe del libro:

“Poner en juego el saber”, Psicopedagogía: propiciando autorías de pensamiento. De Alicia Fernandez. Editorial: Nueva Visión.

Alicia Fernández es una psicopedagoga formada en la Facultad de Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, Buenos Aires, egresada en 1968.

Ha tenido un desempeño fundamental en el desarrollo y formación de profesionales psicopedagogos en toda la América Latina, e inclusive en Portugal.

Es directora de E.Psi.B.A., que originalmente se llamaba Escuela Psicopedagógica de Buenos Aires, y después del crecimiento de su ámbito de aplicación, pasó a denominarse Espacio Psicopedagogico Brasil Argentina y actualmente, gracias a su continua expansión pasó a ser el Espacio Brasileño-Argentino-Uruguayo.

Introducción:

“Poner en juego el saber”, es un ensayo realizado por la autora a partir de su trabajo clínico. Contribuye a una representación hacia los derechos de la infancia y una denuncia para la ciencia moderna que pretende impedir el reconocimiento de los niños como sujetos deseantes. En el libro se realizan entrecruzamientos entre desarrollos psicoanalíticos actuales y cuestiones psicopedagógicas.

“Las pibas y los pibes no son referentes abstractos. La clínica no es el lugar donde confirmamos la teoría. La teoría cumple la misma función que la red para el equilibrista. Es tarea de cada uno, dice Alicia Fernández, construirse esa red teórica”.

En este libro podemos encontrar la importancia que la autora le da al rol del docente. A pesar de los momentos difíciles por los que atraviesa actualmente, nos hace conectarnos con nuestra niñez, recuerdos y vivencias con la mirada y la palabra de aquellos maestros que más allá de la materia que nos dictaban dejaron en cada uno una enseñanza.

Resalta el lugar del docente como una figura fundamental en el vínculo que se establece entre enseñanza y aprendizaje. Docente que estimula a sus alumnos para que sean más autónomos, que puedan superar dificultades, que sean seres creativos, que logren desarrollar sus posibilidades y encontrarse con otros en un espacio preparado para aprender. Los docentes cumplen un papel fundamental en la vida de sus alumnos, por eso es necesaria una excelente formación profesional y capacitarse permanentemente.

Como dice la autora de este libro: “Maestro es quien disfruta del aprender, del jugar con las ideas y las palabras, con el sentido del humor, con las preguntas de sus alumnos. Que no se obliga a la urgencia de responder desde la certeza, sino que consiguen construirse desde la pregunta”. “Poder ser un buen maestro no se logra sólo con técnicas y cursos, requiere un constante trabajo consigo mismo para construir una postura, un posicionamiento como aprehendiente, que se trasladará en los modos de enseñar”.

Este libro está dividido en once capítulos, los cuales se fraccionan en subtemas. Al principio del mismo, podemos encontrar un prólogo narrado por Juan Carlos Volnovih, quien justifica por qué fue escrito dicho libro. Aquí podemos encontrar ejemplos y diferencias con otras obras de la autora. Hallamos también una definición de “infancia” desarrollada evolutivamente, a través del paso de la historia. Finalmente plantea tres tipos de discursos filosóficos (económico, filosófico e ideológico) que promueven un cambio en la valoración de la conducta de los padres y de las madres con sus hijos.

Desarrollo:

En el primer capitulo nos sorprende con un diálogo entre dos pequeñas hermanas, donde la mayor le cuenta a la menor acerca de su experiencia sobre aprender a andar en bicicleta con la ayuda de su papá. A partir de lo cual entendemos que enseñar y aprender no pueden pensarse si no es en relación con el otro. Entre el enseñante y el aprendiente se abre un campo de diferencias, donde se sitúa el placer de aprender. El enseñante entrega algo, del cual el aprendiente se apropia y lo reinventa para convertirse en enseñante con lo que aprendió. No se transmite en realidad conocimiento, sino señales de ese conocimiento para que el sujeto pueda así, transformándolo, poder reproducirlo.

Además de enseñar contenidos, ser enseñante significa abrir un espacio para aprender. Espacio objetivo-subjetivo donde se realizan simultáneamente dos tareas: por un lado se construyen conocimiento; y por otro, se construyen a sí mismo como sujetos creativos y pensantes.

Un enseñante es alguien que cree y quiere que el aprendiente aprenda. Los procesos de aprendizaje son constructores de autoría, donde lo esencial se construye en el propio sujeto. Toda situación de aprendizaje es intersubjetiva.

El enseñante necesita poseer cierta información, pero su función no es principalmente transmitirla, sino propiciar herramientas y un espacio adecuado (lúdico) donde pueda ser posible la construcción del conocimiento. Esta persona entrega las herramientas, no ofrece directamente el conocimiento. Por otra parte, la herramienta que él entrega no es la misma que él utiliza. La posibilidad de ser creativos surge de tener un sustrato teórico que permita descubrir, decidir y elegir cuáles son las técnicas que se van a utilizar. Si no sucede ésto, las técnicas se transforman en mandatos generadores de sometimiento en el enseñante, quien consecuentemente no podrá transmitir al aprendiente un espacio de creatividad.

En todo aprendizaje se pone en juego cierta cuota de temor, propia del encuentro con la responsabilidad que supone la autoría. Si elijo y construyo mi propio camino al andar, necesitaré explicar y explicarme por qué. Además, el deseo de conocer, supone el contacto con la carencia, que nos lleva a asumir que no somos omnipotentes.

Saber y conocer no son lo mismo. La diferencia que se encuentra entre conocimiento y saber, es que el primero es objetivable, transmisible en forma indirecta; se puede adquirir a través de libros por ejemplo; es factible de ser sistematizado en teorías. El conocimiento tiende a objetivar. En cambio, el segundo, es trasmisible sólo directamente, de persona a persona, experiencialmente. Se construye por la experiencia de vida, en la historia del sujeto; está siempre en construcción. El saber da poder de uso, los conocimientos no. Saber algo no es poseer algo, sino “poder hacer”. Es aquí donde se encuentra una de las grandes falencias de nuestra educación, que tiene que ver con la descalificación de saber y el endiosamiento del conocimiento.

El deseo genuino de enseñar, sólo se puede considerar como un derivado del deseo de aprender. Desear el saber es una de las primeras etapas del proceso, pero saber desear es una refinada actitud.

Aprender es a-prender, o sea: no-prender: para aprender necesitamos una cierta libertad, la cual supone responsabilidad, que va

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