La Persona Del Terapeuta
Enviado por • 3 de Diciembre de 2013 • 738 Palabras (3 Páginas) • 355 Visitas
LA PERSONA DEL TERAPEUTA…
La persona detrás del terapeuta
Hoy en día creo que todos estamos de acuerdo con la afirmación de que cualquier experiencia vivida previamente por el terapeuta, y luego correctamente elaborada, lo enriquece y hasta lo templa para trabajar con pacientes que tengan que pasar tiempo después por acontecimientos similares.
Pero otra probablemente sea la opinión si tales circunstancias se le plantean contemporáneamente a las del paciente. Sabemos por experiencia propia que estamos expuestos como cualquier ser humano a que nos sacudan acontecimientos personales dolorosos de tiempo en tiempo; sean naturales, como enfermedades o muertes de seres queridos; sean sociales o económicas o ya sean de naturaleza vincular. En verdad, sólo es cuestión de tiempo. Hacer crisis de vez en cuando es parte de la vida misma, el desarrollo humano no es concebible de otro modo; pero por más que estemos avisados, cuando éstas se presentan, la reacción es análoga a la generada por el incumplimiento de un contrato. O a veces incluso más; como ser víctimas de una estafa: “¿Por qué tenía que sucederme a mí?” Es decir que por la simple razón de ser humanos, a los terapeutas también nos cuesta más de lo deseable encontrar respuestas proactivas a las crisis, que nos permitan reencaminar nuestra existencia, y mucho más todavía, aprender de las mismas e inmunizarnos contra su reiteración.
Es que las buenas y malas cosas de nuestras vidas intervienen (y a veces también interfieren, admitámoslo) en nuestro desempeño cotidiano. Somos personas antes que terapeutas, y amén de responder emocionalmente a lo que nos trasmiten nuestros pacientes, estamos todo el tiempo trasmitiéndole también a ellos “ondas” o “energías” de nuestro ser personal. Es más, eso es lo que nos distingue, no sólo a unos de otros, sino esencialmente de lo que podría hacer cualquier computadora programada para hacer terapia. Lo que personaliza el vínculo terapéutico no deriva tanto de nuestra formación técnica, como de nuestra dotación humana; y si bien necesitamos saber encuadrar la persona en el rol, de modo que en lo posible no lo anule, debemos cuidar asimismo que éste no acabe desterrando a aquella. En consecuencia, en nuestra labor el terapeuta podrá ir delante y la persona detrás, pero a condición de que marchen juntos, y sobre todo en diálogo.
Ilustremos todo esto con un ejemplo frecuente. Supongamos un rompimiento sentimental (de pareja) del terapeuta. En tiempos como los que corren, en que el motivo de consulta más frecuente son los conflictos de pareja, cualquier terapeuta atiende más de un caso de esa clase. ¿Qué ocurrirá entonces en el tratamiento de alguien en dicho trance, cuando a la persona del terapeuta le sobreviene una situación similar? ¿Le es posible evitar la contaminación de la cura? No hay duda que de tratarse de una nueva consulta,
...