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La relación entre el estrés psicológico y la cardiopatía coronaria: Una revisión sistemática

Estefania Busto JiménezTrabajo18 de Octubre de 2018

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La relación entre el estrés psicológico y la cardiopatía coronaria: Una revisión sistemática

Presentado por Estefanía Busto Jiménez

Tutorizado por Eduardo Fano

San Sebastián, 2017

Índice de contenidos

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1. Introducción ……………………………………………………. 4

2. Método ………………………………………………………….. 6

    2.1 Estrategias de búsqueda …………………………………... 6

    2.2 Criterios de selección ……………………………………… 7

3. Resultados ……………………………………………................ 7

4. Conclusiones …………………………………………................ 15

5. Referencias bibliográficas …………………………………….. 16

Índice de tablas y figuras

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Figura 1: Proceso de selección de los estudios (revisión sistemática de artículos publicados entre 2000 y 2017) …………….................. 8


Figura 2: Modelo de senderos del estrés crónico,  síndrome

metabólico y enfermedad coronaria (Vitaliano y col., 2002) ……....11

Tabla 1: Resumen de los estudios incluidos en la revisión sistemática……………. …………………………………………… 13

R E S U M E N

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Objetivo: Los resultados de diversos estudios muestran cómo los factores de riesgo tradicionales de las enfermedades cardiovasculares, no explican más de la mitad de los casos de coronariopatía, surgiendo así la necesidad de conocer qué otros factores pueden estar desempeñando aquellas enfermedades del corazón más frecuentes, como infartos o anginas de pecho.  Se ha encontrado en la literatura una amplia evidencia de que el estrés podría tener un papel tanto etiopatogénico como pronóstico en este tipo de enfermedades, siendo, por tanto, el objetivo de este trabajo, ofrecer una revisión actualizada de la relación existente entre el estrés y la cardiopatía coronaria.


Método: Se seleccionaron aquellas publicaciones de enero de 2000 a enero de 2017, en inglés o español, centrado en el estrés psicológico y la  enfermedad coronaria mediante las bases de datos Web of Science y Psycinfo.


Resultados: Se incluyeron 25 artículos, de los cuales se obtiene que el estrés es un importante factor de riesgo en la enfermedad coronaria, así como también un importante predictor de mala evolución de esta enfermedad en personas que ya la padecen.


Conclusiones: Los trabajos que hasta ahora han explorado los efectos del estrés en la cardiopatía coronaria, muestran que es necesario considerar a éste como un factor de riesgo igual de importante que otros considerados más tradicionales a la hora de intentar prevenir y ofrecer tratamientos adecuados con el fin de disminuir la prevalencia de esta enfermedad causada por estrés.

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Palabras clave:  Estrés, enfermedad coronaria, humanos.

Introducción
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La medicina convencional occidental ha tratado la mente y cuerpo como dos entidades separadas e independientes aunque existan referencias muy antiguas de que los sentimientos y emociones afectan a la salud del individuo. Ya Platón en el Timeo señaló que los trastornos del alma acarreaban trastornos corporales, pero hasta que no aparecieron los primeros avances en medicina, no se establecieron los mecanismos por los cuales la emoción podía estar en el origen de la enfermedad (Serrano y Herrera, 1997).  A principios del siglo XX, fue cuando poco a poco apareció y comenzó a progresar la medicina psicosomática, hasta hoy, que el equilibrio psíquico se concibe como una condición necesaria para la salud somática.

 El desarrollo de una nueva disciplina en el campo de las ciencias de la salud denominada psiconeuroinmunología (Ader, Felten y Cohen, 1981) nos permite conocer cómo interactúan el sistema neuroendocrino y el sistema inmunitario y cómo la comunicación mutua y permanente entre estos daría lugar a una salud óptima o a una enfermedad (Kiecolt-Glaser, McGuire y Robles, 2002). En este sentido, es de particular importancia para la psiconeuroinmunología el efecto que puede tener el estrés psicológico en los sistemas endocrino e inmune.

El término estrés se suele asociar a un estado patológico, sin embargo el mismo alude a una reacción del ser humano ante situaciones amenazantes o de excesiva demanda, y pueden estar al servicio de la supervivencia del sujeto y de la especie (Valdés y De Flores, 1985). Una característica muy importante del concepto de estrés sería el proceso de evaluación cognitiva descrita por Lazarus y Folkman en 1984, el cual toma en consideración la evaluación cognitiva del individuo, tanto del agente estresante como de los recursos personales percibidos para enfrentarse a éste mismo. Los agentes estresantes pueden ser muy variados y provocarían en algunos o todos los individuos un incremento de la actividad fisiológica (Armario, Hernández del Rey y Martín-Baranera, 2002).

        En líneas generales se puede decir que la respuesta fisiológica del estrés estaría activada por un agente estresante y que esta respuesta se activaría de forma inmediata con el objetivo de proteger al individuo. En este proceso de activación se secretan una serie de hormonas. El problema vendría, según estudios realizados en neuroendrocrinología, cuando el estrés percibido se transforma en un proceso crónico en el que se observaría una excesiva utilización o manejo deficiente de hormonas, corticoesteroides y catecolaminas por parte de los ejes hipotálamo-pituitario-adrenal y  simpático adrenomedular respectivamente (McEwen, 2007), incrementado la frecuencia cardíaca, la presión arterial y el consumo miocárdico de oxígeno (Alegría y Castellano, 2007), provocando por tanto, un impacto negativo en la salud del individuo (Dhabhar y McEwen, 1997).

Está claramente establecido que este impacto negativo del estrés podría propiciar el desarrollo de un significativo número de enfermedades, como por ejemplo, la diabetes tipo 2, obesidad, cáncer, depresión, las enfermedades cardiovasculares, entre otras. En esta revisión nos vamos a centrar en este último grupo de enfermedades dado que en la actualidad existe una amplia evidencia de que el estrés, podría desempeñar un papel tanto etiopatogénico como pronóstico en las enfermedades cardiovasculares (Armario, Hernández del Rey y Martín-Baranera, 2002). Dentro de éstas, existe un número elevado de trastornos que afectan al sistema circulatorio como por ejemplo la enfermedad coronaria (en adelante EC), también llamada cardiopatía isquémica. Ésta misma y sus complicaciones asociadas, como el infarto de miocardio, la angina de pecho y la hipertensión arterial entre otros, sigue siendo la causa principal de muerte en las sociedades más industrializadas. Entre finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, debido a la prevención primaria y a una disminución de los niveles de factores de riesgo, se experimentó un descenso de muertes debido a esta enfermedad en países como Estados Unidos, Bélgica, Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Finlandia pero por el contrario España experimentó uno de los mayores incrementos durante ese tiempo (Beaglehole, 1990 citado en Fernández-Abascal, Martín Díaz y Domínguez Sánchez, 2003).

        La naturaleza de la EC es compleja y al ser un trastorno multifactorial es necesario hablar de factores de riesgo. Los factores de riesgo más conocidos y tradicionales como el tabaquismo, la hipertensión o el colesterol.  El interés por el papel que puede estar ejerciendo el estrés en la cardiopatía isquémica (en adelante CI) obedece a dos razones principales; una de ellas es que más de la mitad de los casos de coronariopatía no presenta ninguno de los factores de riesgo mencionados y otra razón es que numerosas observaciones indican que conflictos psicosociales, emociones y formas de conducta desempeñan un papel trascendental en la patogenia de algunos tipos de enfermedades cardiovasculares (Valdés, De Flores y García, 1988).

        En diversos estudios experimentales que se han realizado con animales se ha podido comprobar que un estrés agudo desencadenó diferentes problemas coronarios, como el infarto agudo de miocardio y en algunos trabajos se observó un incremento de la mortalidad por EC en situaciones emocionales agudas o por consecuencia de catástrofes debido especialmente al aumento de la presión arterial en dichas situaciones (Armario, Hernández del Rey y Martín-baranera, 2002).

        Se puede decir por tanto que la relación entre el estrés y la CI es de gran importancia e interés clínico y que hay pruebas contundentes de que los factores de riesgo psicosociales son igual de predictores que los tradicionales, que son aquellos que tienen un mayor componente físico/biológico (Fernández- Abascal y col., 2003).

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