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Los Grupos De Encuentro Como Instrumentos De Autodesarrollo


Enviado por   •  15 de Mayo de 2013  •  2.241 Palabras (9 Páginas)  •  441 Visitas

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Los grupos de encuentro como instrumentos de autodesarrollo

Javier Montaño Ulloa

La psicoterapia de grupo con enfoque humanista existencial enfatiza la responsabilidad que tiene cada persona para descubrir su forma de estar en el mundo, así como las limitaciones en su autodesarrollo, las opciones para trascenderlas y --a partir de tales descubrimientos-- desarrollar su capacidad para resignificar un nuevo sentido de vida por ella misma y desarrollar las habilidades que requiere para construir ese nuevo modo de vivir.

Entre los instrumentos psicoterapéuticos que han desarrollado los creadores de la psicoterapia humanista destaca el Grupo de Encuentro, un encuadre teórico vivencial, en el cual un grupo --preferentemente de entre 12 y 18 personas-- se reúnen con una persona que funge como facilitador durante un lapso determinado (que puede variar desde unas horas hasta uno o dos años) con el propósito común de encontrar, por ellos mismos, un nuevo derrotero emocional para sus vidas.

El grupo de Encuentro es una propuesta de trabajo desarrollada por Carl Rogers en el primer tercio del siglo XX: de acuerdo con el investigador César Vásquez Olcese el enfoque rogeriano ha pasado por diversas transformaciones, que van desde la simple propuesta de una hipótesis de trabajo -producto de la labor de consejería que su autor desarrollara en los años treinta- hasta la elaboración de una teoría de la personalidad. El desarrollo de esta concepción descansó también sobre una considerable cantidad de investigaciones que fueron guiando su desenvolvimiento, clarificando las dudas y dando validez empírica a las hipótesis que planteaba.

El Grupo de Encuentro constituye una propuesta teórica vivencial para

Este trabajo es una aproximación que propone las características que requiere desarrollar un profesional que pretenda asumir la facilitación de un grupo de encuentro.

En este texto nos referimos al “facilitador”, sin referencia genérica, por cuestiones semánticas y por mayor facilidad y claridad en la redacción. Es conveniente señalar que una gran parte de las personas que facilitan los procesos grupales de encuentro son profesionales del género femenino.

Si bien el facilitador de un Grupo de Encuentro reconoce los modelos teóricos y conceptuales del psicoanálisis y del conductismo, no los entiende ni los aplica en su acompañamiento como la única explicación para el desarrollo psicológico y emocional de los seres humanos.

El facilitador parte de la premisa de que el ser humano busca autorrealizarse y tiende al crecimiento. Por ello asume un papel de acompañante, para cada integrante del grupo y del grupo en su conjunto, en la delicada tarea de auto-explorarse, pero nunca toma las decisiones por ellos, ni les soluciona directamente las situaciones que requieren resolver.

En su actitud cotidiana dentro del grupo, el facilitador manifiesta una comprensión permanente de los participantes como seres humanos poseedores de la capacidad de autoexaminarse y generar cambios inducidos por ellos mismos.

En este proceso, el facilitador reconoce la idea del yo como un agente libre. Una de sus premisas es que las personas pueden controlar sus propios destinos, si las condiciones de su entorno no son demasiado restrictivas.

En todo momento, su participación en el grupo modela el reconocimiento de que las personas pueden analizar, interpretar y evaluar sus propios comportamientos, tanto presentes como pasados, que pueden anticipar las consecuencias de su comportamiento actual a largo plazo y que tienen plena capacidad para hacer planes hacia el futuro.

En estos grupos, el facilitador contribuye con las personas para que se responsabilicen directamente en la toma de sus decisiones, de tal manera que sean ellas mismas quienes dirijan su propia existencia y se liberen de todas las condiciones que limitan o impiden el pleno potencial de su desarrollo como personas.

El facilitador de un Grupo de Encuentro respeta y favorece la expresión de la plena libertad del individuo. Así, los participantes en un Grupo de Encuentro actúan con absoluta libertad de elección, como reflejo del sustento conceptual del humanismo, que contempla al individuo como un ser potencialmente libre, cuya creatividad y comportamiento depende de su marco interno de referencia, más que de un conjunto de impulsos internos o de la influencia de fuerzas externas.

La mayoría de los facilitadores que asisten a los Grupos de Encuentro en su proceso, consideran a los participantes en un trabajo psicoterapéutico como clientes y no como pacientes, para enfatizar que las personas del grupo se encuentran en un estado de vulnerabilidad, de miedo o de inestabilidad emocional, pero no están enfermas y tienen la capacidad para decidir sobre el curso y el desarrollo de sus emociones, pensamientos y conductas.

La relación que establece el facilitador es un contacto humano entre personas que se conocen a si mismas y en la cual el facilitador tiene la capacidad para presentarse ante los participantes, en su momento, como un espejo que refleja lo que vive cada uno de ellos. No pretende actuar por la otra persona ni le otorga consejos de ningún tipo.

El facilitador reconoce el miedo que tienen las personas, en algunas ocasiones, para hacer uso de su libertad y que en esas situaciones resulta más cómodo que alguien tome las decisiones por ellos y les diga qué hacer; por ello, contribuye crecientemente para que los participantes aprendan a hacer uso de su libertad y afrontar las consecuencias de sus actos; fomenta en todo momento que las personas pierdan el miedo a ser libres, que no tengan ataduras físicas ni psicológicas de los demás y aprendan a ser independientes.

En su desempeño como facilitador, la persona que funge inicialmente como impulsor del Grupo de Encuentro, resalta los factores que mejor identifican al ser humano, como son sus valores, conciencia, emociones, sentimientos, deseos, esperanzas, aspiraciones y propósito de autorrealización.

Al mismo tiempo que reconoce la importancia de la actividad racional de las personas, el facilitador privilegia la experiencia y la expresión subjetiva de los participantes, así como sus manifestaciones de amor, creatividad, autonomía, autoactualización, espontaneidad y responsabilidad; también favorece todas las manifestaciones que se expresan entre los participantes y se relacionan con el crecimiento, la necesidad básica de gratificación y los valores superiores.

Jamás descalifica las referencias sobre el ser, el sí mismo, el organismo, la trascendencia del ego, el devenir, la objetividad o la salud psicológica; su actuar propicia entre los participantes la felicidad, la alegría, el humor, el juego, el afecto, la naturalidad y conceptos relacionados con ellos.

El

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