ME DEJAN CUANDO MÁS LOS NECESITO

ME DEJAN CUANDO MÁS LOS NECESITO”

Dr. Benjamín Reyes Carrión

Navegando en un mar de incertidumbres y temores, Pathy, una típica joven adolescente que pronto obtendrá su título de bachiller, se niega a aceptar que sus padres se hayan ido al otro lado del mundo, y que en sus mejores años tendrá que arreglárselas, literalmente sola, desprotegida, sin el apoyo que ella hubiera deseado, en los dilemas urgentes propios de su edad.

Su hambre de papá y mamá es incontenible, pero simultáneamente siente crecer la espiral de sus problemas, una punzante espina atraviesa su corazón adolescente, pues en el tiempo más prioritario para ella, no tiene a quien recurrir como confidente, pues los seres que le dieron un sustento afectivo en la infancia, se han ido muy lejos.

“Me dejan cuando más los necesito”, manifiesta a su profesor dirigente que ha demostrado interés por su situación. Revisan juntos sus bajas calificaciones, los criterios de la mayoría de docentes y el reporte de inspección sobre asistencia, pero ella con toda esa información cargada de reclamos, parece haber perdido su capacidad de articular respuestas.

Se logra con algún esfuerzo que ella, a pesar de su excepticismo, acepte una entrevista con personal del DOBE.

Aspiramos que sea el inicio de un proceso de reencuentro, en primera prioridad con ella misma, con sus padres aún a la distancia, con los familiares más cercanos que han quedado con ella, con sus amigos.

Ya en el Departamento el orientador del plantel interroga: ¿Cómo te sientes?. ¿Qué piensas hacer?. ¿Cómo crees que podemos ayudarte? Pathy solamente acierta a suspirar, oculta el rostro entre sus manos, dice que su dolor nadie lo podrá entender, su hunde más en su asiento y manifiesta con malestar inocultable que nada malo le hubiera sucedido si sus padres no se hubieran ido tan lejos.

Con mucho esfuerzo alguna información empieza a salir en la entrevista: Su tío, que es el único adulto más cercano de la familia, según su propia versión “es una persona muy ocupada” y casi es como si estuviera sola, no responde a los múltiples llamados de la institución educativa, promete telefónicamente “darse una vueltita por el colegio” y avisar a los padres de Patricia, como que el problema pudiera solucionarse desde Europa.

El por supuesto administra, a su manera, la remesa de dinero, pero hasta ahí llega su intervención.

Pathy continua explicando que ha perdido sus amigos cercanos del colegio y el barrio, se refugia con mucha frecuencia durante largas jornadas en su cuarto, evita el diálogo con sus familiares, tiene ideas autodestructivas, ambivalentes y confusas; en sus salidas ha empezado a asomar el alcohol, cigarrillo y parece que algo más.

Su único y leal compañero, según ella lo afirma, es un simpático perro, a quien ella llama panterita; pues afirma con vehemencia que todos los demás, incluido sus padres, le han fallado.

Oculta su dolor y angustia, según ella lo reconoce, entre bailes, encuentros y escapadas que se van volviendo demasiado frecuentes, que empiezan a desorganizar sus tiempos familiares así como sus obligaciones estudiantiles, lo cual acepta que le hace daño, pero dice no importarle.

En esas andanzas, ya le salió en su camino un candidato a galán, que haciendo gala de sus recursos de conquistador lanza su pedido insistente y con sabor a urgencia, la famosa “pruebita de amor”.

Ella está confundida, se rebela por sus carencias afectivas, increpa a sus padres por el abandono, culpándolos de su situación crítica, se niega a ser ayudada. Haciendo gala de sau desaliento, se resiste a cualquier disposición adulta, sufre mucho y se excluye por decisión propia

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