Malas Noticias
Enviado por carloslone • 9 de Diciembre de 2012 • 2.009 Palabras (9 Páginas) • 602 Visitas
Malas noticias y apoyo emocional
Bad news and emotional support
M. Ayarra, S. Lizarraga
RESUMEN
Con bastante frecuencia los profesionales sanitarios nos vemos en la situación de tener que dar malas noticias. La falta de formación en áreas de comunicación, en general, hace que dar malas noticias nos genere ansiedad e inseguridad, pudiendo incluso provocar más dolor del necesario al informar.
A través de esta revisión deseamos, inicialmente, crear un espacio de reflexión sobre qué son malas noticias y si debemos de informar o no en situaciones de mal pronóstico vital. Creemos que desde una práctica centrada en el paciente la categoría de mala noticia la debe otorgar quien la sufre y quien la sufre tiene derecho a ser informado si así lo desea. Una vez hecha esta reflexión pasamos a describir algunas habilidades necesarias en la comunicación de malas noticias y una estrategia de información progresiva por etapas (Estrategia de Buckman) que creemos es adecuada a nuestro medio cultural y laboral. Finalmente resaltamos la necesidad del seguimiento posterior a la información desde territorios educativos y de promoción de salud en lo que concierne a la información y manejo de enfermedades crónicas y desde el acompañamiento emocional cuando se trata de enfermedades con mal pronóstico vital; enfatizamos la necesidad de permitir y facilitar la expresión de miedos en situaciones de incertidumbre terapéutica para realizar un acompañamiento real y aliviar, en lo que podamos, el acercamiento a la muerte, en caso de que finalmente se llegue a ella.
Palabras clave: Malas noticias. Futuro. Expectativa de vida. Incertidumbre. Miedo a la muerte.
POR QUÉ NOS PREOCUPA CÓMO
DAR MALAS NOTICIAS
Este tema nos preocupa porque:
– Es una práctica frecuente en nuestra profesión: casi a diario nos vemos, por ejemplo, en la situación de informarle a un paciente de que padece una enfermedad crónica o sin ser crónica, una enfermedad de mal pronóstico. Esto son sólo dos ejemplos de la frecuencia de las malas noticias
(MN) en la consulta.
– No nos han formado en el área de comunicación. Nuestras facultades de medicina-enfermería han contemplado el binomio salud-enfermedad desde una perspectiva totalmente biológica y, por lo tanto, se ha desatendido y se desatiende la formación en esta materia de habilidades de comunicación.
– Ser poco hábiles dando MN puede generar un sufrimiento añadido innecesario en la persona que recibe la MN y un deterioro en la relación sanitario-paciente posterior.
– Saber manejar las MN puede disminuir el impacto emocional en el momento de ser informado, permitiendo ir asimilando la nueva realidad poco a poco y afianza la relación sanitario-paciente.
– Disminuye nuestro nivel de ansiedad como profesionales en situaciones que, generalmente, son difíciles y aumenta nuestro nivel de satisfacción.
QUÉ SON MALAS NOTICIAS
Es difícil buscar una definición que refleje todas las situaciones que puedan implicar MN. Generalmente, los profesionales de la salud tendemos a dar importancia a lo que es importante para nosotros y no dársela a lo que consideramos banal. Pero, parece lógico, que quien debe decidir si es o no una MN debe ser la persona sobre quien recae el problema, la persona a la que afecta esa información. Este argumento lleno de sentido común en el terreno de lo teórico es frecuentemente olvidado en nuestra práctica.
En nuestra opinión, la categoría de malas noticias debe ser otorgada fundamentalmente por quien la sufre.
El diagnóstico de una enfermedad crónica, por ejemplo diabetes, afecta a toda la vida del paciente, a sus hábitos alimenticios más interiorizados, a su vida de relación e incluso puede afectar a su situación laboral. Por tanto, decir a un paciente
“tiene diabetes”, es una mala noticia porque le obliga a cambiar determinados aspectos cotidianos de su vida y le resitúa socialmente como enfermo.
Hay enfermedades progresivamente incapacitantes, sin horizontes de curación, como enfermedades degenerativas, psicopatías progresivamente desestructurantes..., que van a ensombrecer el futuro del paciente y/o su entorno; por ejemplo “su madre tiene Alzheimer”.
Finalmente, hablaremos de las MN por excelencia, aquellas que relacionamos con un pronóstico vital corto y que son generalmente las que mayor carga emocional conllevan tanto para los pacientes como para su entorno y para los profesionales.
Según la psiquiatra Kubler-Ross, experta en final de la vida, los profesionales sanitarios se distancian de sus pacientes moribundos por su propio miedo a morir y para protegerse de la frustración y de la impotencia.
De esta manera el verdadero fantasma, el terror de los moribundos por encima del dolor y de la propia muerte, es la soledad1.
En cualquier caso, teniendo en cuenta la gran diferencia de situaciones que hemos descrito y muchas más que podemos imaginar, la mayoría de los autores parece aceptar la definición de MN como aquella que afecta negativamente a las expectativas de la persona, bien por ser ella la directamente afectada por la enfermedad o por ser alguna persona de su entorno la afectada, por ejemplo padres de un joven fallecido de forma inesperada y a quienes tenemos que informar del hecho.
DAR O NO DAR MALAS NOTICIAS
Siguiendo con el amplio espectro de situaciones que hemos considerado al definir qué es una MN, es fácil concluir que la duda de informar o no se produce solamente en el caso de las enfermedades con repercusión en el tiempo de vida.
Los profesionales de la salud no dudamos de si hemos de informar de un diagnóstico nuevo de HTA, diabetes o cirrosis, porque de ello se derivarán una serie de medidas de autocuidado, cambio de hábitos y/o tratamientos farmacológicos que ayudarán al enfermo a vivir mejor con su enfermedad, a lentificar la progresión del proceso y a disminuir las posibles repercusiones que la enfermedad puede tener.
Así pues, con enfermedades crónicas informamos y ofrecemos atención posterior a la información del diagnóstico, en algunos casos el seguimiento está perfectamente organizado en protocolos y cada profesional sabe qué tareas debe realizar.
Tampoco dudamos de informar del diagnóstico a una persona VIH+, aunque en este caso el seguimiento posterior lo ofrecemos en función de nuestra habilidad para ello y no según lo requiera el paciente.
Al ir aumentando la carga emocional que puede implicar un problema, nuestro seguimiento
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