Mecanismos alternativos de resolución de conflictos
Enviado por Jaime Quintero • 21 de Octubre de 2019 • Ensayo • 2.750 Palabras (11 Páginas) • 152 Visitas
Es de conocimiento casi que generalizado en la sociedad que de antaño, los seres humanos eran predominantemente nómadas, seres solitarios dedicados a la caza y al desplazamientos de vastas extensiones para poder subsistir y sobrevivir a los depredadores; pero tal condición de aislamiento y soledad termina por tornarse inviable dada las dificultades que representaba para asegurar la subsistencia de los seres humanos, lo cual conllevo a que después de mucho tiempo practicando el nomadismo, comenzaran a asentarse en tierras fértiles (que encontraban en medio de sus grandes caminatas) y en riveras que les facilitaba el acceso al agua, permitiéndoles iniciar nuevas prácticas de supervivencia como la agricultura o el cuidado de animales, lo que dio paso a lo que se denomina como comunidades sedentarias; como explicación de lo anterior, se ha mencionado que las “…alteraciones en la flora y la fauna… indujo a algunas bandas nómadas a sedentarizarse y a inventar nuevas formas de vida como la agricultura y la ganadería”[1], de lo cual claramente se puede deducir que fueron los cambios de las condiciones climáticas, geológicas y ambientales lo que conllevo a que el ser humano buscara alternativas que hiciesen viable su subsistencia, abandonando así esa vida solitaria y reemplazándola por una en sociedad.
Conforme a los avances de esa vida en sociedad que comenzó a gestarse en las comunidades sedentarias más primíparas, las personas comenzaron a civilizarse, a dar pequeños avances, adoptando nuevos estilos de vida y costumbres que los regían a ellos como comunidad. Uno de esos avances que propiciaron un cambio definitivo en las comunidades primerizas de la existencia del ser humano fue el surgimiento del comercio. Si bien las prácticas de subsistencia de las comunidades sedentarias que era la agricultura y el cuidado de animales les proporcionaban los elementos esenciales para alimentarse y sobrevivir, las necesidades de estas personas ya no radicaban exclusivamente en la sobrevivencia si no que dado el nuevo estilo de vida, surgieron otros aspectos a satisfacer. Al respecto menciona Ángel Alberto Ramírez que “…muchas veces las necesidades no eran plenamente satisfechas con el producto de la caza, pesca y recogimiento de frutos silvestres del lugar, era menester cambiar alimentos con otros para que el menú diario sea más agradable y así apareció el intercambio de bienes alimenticios, como: carne, pescado, frutas…”[2], además un factor influyente fue el aumento en la recolección y la caza lo que genero excedentes de mercancías, y ya que era algo tedioso alimentarse todos los días con las mismas frutas y carnes, se impulsó la gestación del trueque como modelo primitivo de comercialización de bienes.
Estos avances no pararon allí, pues esa necesidad de consumo de mayor variedad de alimentos trascendió, conllevando a que no solo se intercambiaran bienes alimenticios sino que también se iniciara el intercambio de artículos y otras manufacturas fabricadas por los humanos, verbigracia, herramientas como martillos, hachas, lanzas, prendas como calzado y vestimenta y demás artículos que se tornaron necesarios para la vida en sociedad. Esto paulatinamente conllevo a que se incentivara una cultura de consumo en las sociedades antiguas, tanto así que paulatinamente se abandonó el sistema del trueque debido a que “el carácter multirrecíproco del trueque y la no simultaneidad de las transacciones, que exigía un registro de los aportes y retiros de valores de uso considerados equivalentes, generó la conveniencia de emitir una moneda de circulación restringida al grupo primario o local, válida sólo para transacciones dentro de la comunidad, que debía tener como respaldo el trabajo y los bienes y servicios de él resultantes y ofrecidos”[3], surgiendo así un nuevo de sistema de comercio basado en el intercambio de una moneda que se equipara al precio de los bienes producidos que antes eran objeto de intercambio. Así las cosas, las personas motivadas por el atractivo consumista que se comenzó a gestar en las sociedades de la antigua Roma, iniciaron un sistema de intercambio de mercancías e incluso de servicios bajo un sistema crediticio, dado el acaecimiento de mayor necesidad de consumo y la falta de dinero; pero lo novedoso y particularmente relevante es que de antaño, en Roma ya existían “…formas en que se daba seguridad jurídica a la persona que prestaba dinero o entregaba bienes económicos a otras personas”[4], lo cual representaba una importante garantía para la protección de los bienes de los acreedores.
Conexo a lo anterior, esas garantías en la antigua Roma se manifestaban de dos formas particularmente. Por un lado se brindaba seguridad jurídica , “…a través de una persona que a la par del deudor garantizaba el crédito…”[5] a lo que actualmente conocemos con la denominación de fiador o avalista, y la otra forma de garantizar el pago de un crédito era mediante la entrega de algún bien; al respecto se menciona que la persona que solicitaba el crédito, “… daba o ponía a responder un bien como garantía de ese crédito sobre el cual podía satisfacer su interés en caso de incumplimiento de la obligación principal”[6], a lo que generalmente en nuestra época se le conoce como la hipoteca, si se habla de un bien inmueble, o la prenda cuando es un bien mueblo lo que se da a título de garantía. Pero debido a que las leyes en la Roma de antaño eran bastante laxas, en ocasiones el pago de esas obligaciones se daba con la esclavitud de los deudores o incluso con la muerte de ellos.
Del anterior contexto planteado surgen algunas preguntas que resultan pertinentes abordarlas. En primer lugar, surge como interrogante cual es la realidad en la actualidad sobre el uso del sistema crediticio del país; seguidamente se plantea si actualmente existen mecanismos alternativos para los deudores poder sufragar sus deudas frente a eventuales acreedores insatisfechos por el incumplimiento de las obligaciones pactadas, y por otro lado se esboza como incógnita los efectos que pudiese tener tales soluciones frente al sistema jurídico colombiano.
Para intentar dar respuesta a estas preguntas es necesario ahondar en ciertos aspectos de vital relevancia para lograr esclarecer tales enigmas.
Por un lado, atendiendo a la actualidad en nuestro país, en Colombia las personas tienen una raigambre bastante fuerte a los sistemas crediticios, conllevando a que sean bastante altas las sumas que hoy en día deben los colombianos al sistema financiero del país. Conforme a cifras del Banco de la Republica, en Colombia “la cartera bruta con titularizaciones ascendió a COP427,2 b, donde la cartera comercial continúa siendo la modalidad con mayor participación (55,5%), seguida por consumo (28,2%), vivienda con titularizaciones (13,6%) y microcrédito (2,8%)”[7]. De lo anterior claramente se puede afirmar que la comunidad colombiana usa de manera frecuenta y bastante generalizada, el acceso a los créditos para satisfacer su necesidad de consumo, que como bien se planteó anteriormente, no es un aspecto nuevo, sino que tiene sus raíces en las costumbres que anteriormente comenzaron a forjarse. Esta situación representa a criterio personal, una inminente crisis en el sistema judicial colombiano, específicamente con lo relacionado a los cobros de estos créditos, pues en ocasiones y más frecuentemente de lo que se pensaría, las personas acreedoras acuden a la justicia para hacer efectivas las garantías que existiesen para el aseguramiento del pago de un crédito, ya sean personales o reales, o en otros eventos incluso se extralimitan las situaciones y de manera similar a como sucedía en la Antigua Roma, acaban con la vida de esos deudores morosos, como ocurrió en Cartagena de Indias, lugar donde un señor de 46 años, “fue baleado por un sujeto a las 2 de la tarde de ayer, cuando se encontraba en su llantería, en la entrada al barrio Vista Hermosa”[8], por presuntamente deber alrededor de 200.000 pesos colombianos.
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