PETICIONES: CAMINO HACIA LAS PROMESAS
Enviado por paupau • 31 de Julio de 2012 • 9.399 Palabras (38 Páginas) • 1.784 Visitas
PETICIONES: CAMINO HACIA LAS PROMESAS
Rafael Echeverría, Ph.D.
Newfield Consulting
Caracas, enero de 1998
Este trabajo está inspirado en desarrollos inicialmente propuestos por Fernando Flores.
Las promesas son una de las acciones lingüísticas más importantes que ejecutamos los seres humanos. No importa que idioma hablemos, sea éste castellano, inglés o japonés, los seres humanos hacemos promesas. Prometer es un fenómeno universal. En el decir de Nietzsche, los seres humanos somos animales que hacemos promesas. El acto de prometer es constitutivo de la existencia humana y parte integral e inevitable en nuestra convivencia con los demás.
Las promesas cumplen un papel fundamental en nuestras vidas. Si observamos el mundo que nos rodea, comprobaremos que gran parte de los objetos que lo pueblan son el resultado de nuestra capacidad de prometer. Buena parte de los productos que utilizamos no existirían si no fuese por el hecho de que algunas personas prometieron algo a otras y éstas algo a unas terceras. Consideremos, por ejemplo, el auto que usamos, el lápiz con el que escribimos, la ropa que llevamos, la silla en la que estamos sentados. Si examinamos nuestro trabajo, nuestra familia, nuestra vida en la comunidad, constatamos que ellos descansan también en redes de promesas mutuas que nos hacemos unos con otros.
Las promesas son parte importante de nuestra vida cotidiana. Cuando la mujer le pide al marido que llegue a la casa antes de las ocho pues tendrán visitas a cenar y éste accede, se ha efectuado una promesa. Cuando el día lunes el maestro pide a sus alumnos que completen y entreguen la tarea asignada el viernes siguiente y éstos acceden, se ha efectuado una promesa. Cuando el hijo le pide al padre que lo acompañe mientras se duerme y éste acepta, se ha realizado una promesa. Cuando el vendedor le ofrece un producto al cliente y éste acepta, también tenemos una promesa.
Las promesas nos permiten coordinar acciones con otros y, al hacerlo, expanden lo que nos es posible acometer. Gracias al poder de las promesas, podemos realizar cosas que, de querer hacerlas individualmente nos resultarían mucho más difíciles o incluso imposible. A través de la coordinación de acciones podemos integramos dentro de un mismo proceso competencias diversas que un mismo individuo difícilmente podría reunir y logramos que diferentes individuos actúen sincronizadamente en pos de objetivos comunes. Las promesas constituyen un área de competencia clave para asegurar buen trabajo de equipo. ¿Qué nos cabría esperar de un equipo en el que sus miembros sistemáticamente fallan en cumplir las promesas que mutuamente se hacen? ¿Cuán efectivo sería este equipo?
A través de nuestra capacidad de hacer promesas transformamos el futuro. Toda promesa representa un compromiso de ejecutar una acción futura, acción que probablemente no se habría realizado si alguien no la hubiera prometido. Las promesas, en consecuencia, son otra modalidad importante en la que comprobamos el poder generativo, el gran poder transformador del lenguaje, el poder mágico de la palabra. Las promesas nos permiten, literalmente, construir pirámides, llegar a la luna, mover montañas, constituir familias, crear empresas.
Al permitirnos coordinar acciones con otras personas, las promesas son un factor importante en la realización de la dimensión social de nuestra existencia. El tipo y la calidad de nuestras relaciones sociales se compromete en la forma como hacemos y cumplimos nuestras promesas. La competencia que exhibamos en hacerlas y cumplirlas definirá el tipo de relaciones que desarrollaremos en nuestras vidas. Alguien que, sistemáticamente, no cumple sus promesas desarrollará relaciones sociales precarias con los demás y comprometerá la confianza que éstos tengan en él.
Nuestras vidas están organizadas alrededor de las promesas que nosotros hacemos a los demás y de aquellas que otros nos hacen a nosotros. El jefe descansa en el cumplimiento de las promesas de sus subordinados y éstos últimos descansan en la promesa de pago del primero. Los padres descansan en la promesa de enseñanza de sus hijos que obtiene de las instituciones educacionales. Estas descansan en las promesas que obtienen de sus maestros.
Podemos sostener, por lo tanto, que las promesas representan unos de los elementos claves en la conformación de nuestra identidad pública, en la manera como somos vistos y apreciados por lo demás. Dos factores intervienen en esta relación entre promesas e identidad pública.
El primero guarda relación el poder de las promesas que seamos capaces de hacer. Nuestra capacidad de hacer promesas nos constituyen en un espacio de posibilidad para los demás y ello afectará nuestra identidad. Una persona que sólo pueda prometer acciones menores, que cualquiera puede realizar, tendrá posiblemente una identidad débil. Una persona que, por el contrario, esté en condiciones de prometer acciones que responden a inquietudes vitales de los demás, o que sólo muy pocos o nadie más puede realizar, tenderá a desarrollar una identidad pública más poderosa. Uno de los objetivos de los procesos educativos es precisamente el expandir la capacidad de los individuos de ejecutar acciones que los lleven a hacer promesas más poderosas. El tipo de promesas que puede hacer un ingeniero graduado es diferente del que puede hacer un egresado de secundaria.
Lo mismo sucede con las empresas. La calidad de sus productos (y, por tanto, de las ofertas que ésta haga) y la exclusividad de los mismos son factores que incidirán fuertemente en su identidad en el mercado. Es muy diferente ser una empresa que ofrece lo que muchas otras también ofrecen a ser una empresa con una clara diferenciación en el mercado en razón del tipo de productos que oferta. De allí que la diferenciación en base a producto sea un factor clave de posicionamiento estratégico de una empresa.
Un segundo factor de incidencia de las promesas en nuestra identidad pública tiene que ver, no con el tipo de competencias específicas que nos lleven a prometer acciones más o menos poderosas, sino con la impecabilidad con la que tratamos nuestras promesas y, por lo tanto, con la competencia genérica que tengamos para cumplir las promesas que hacemos o para hacernos responsables de nuestros incumplimientos, cuando ello sucede. Por lo tanto, no es suficiente ser altamente competente en cuestiones específicas que nos lleven a ser una oferta poderosa para los demás, para generarnos una identidad pública poderosa. Es también importante ser competente en el arte de hacer y cumplir promesas y en responder por
...