Pensar el terrorismo
Enviado por marilugarcia • 29 de Diciembre de 2014 • 2.616 Palabras (11 Páginas) • 183 Visitas
Pensar el terrorismo es un acto complejo. Es demasiado riesgoso escribir sobre la
psicología del terrorismo con cierta perspectiva y sin caer bajo sospecha de frivolidad
intelectual. Mucha gente vive sus días presa de temor a la violencia terrorista; otros
pasan de la indiferencia al escepticismo y otros, como no, se alinean desde las
trincheras que justifican las acciones terroristas, cuando no lo apoyan abiertamente.
El terrorismo, para todos, es un tema de apasionante interés. La espectacularidad de
su acción, la amenaza permanente y el anonimato e imprevisibilidad de sus
operaciones lo convierten en una amalgama con propiedades magnéticas.
Pensar el terrorismo
Una multitud de factores enmaraña la labor de los analistas y especialistas. Y a esto
se suman las diferencias de perspectivas de cada una de las especialidades.
Por si fuera poco se pretende, además, explicar el terrorismo con la fórmula más
mecánica posible: se sueña con un enunciado universal o una suerte de “manual de
uso” que responda al pedido más urgente del público, líderes y fuerzas de seguridad:
simplicidad.
Ante esta problemática ingresan triunfales los ideólogos y comentaristas de masas,
siempre dispuestos a lanzar ideas simples y populares sobre las cosas. En este caso,
el perfil del terrorismo suele ser una simplificación pasmosa que debe tranquilizar al
ciudadano medio y justificar medidas burocrático/políticas para mantener bajo control
la amenaza.
El problema de fondo
Pienso que ante el desafío los intelectuales no podemos quedar atrás. Un aporte
desde el pensamiento debe entregar elementos de trabajo para los especialistas.
Sin embargo, pensar en la postmodernidad es aún más complejo. En tiempos donde la
tolerancia se ha convertido en una de las virtudes cardinales, el terrorismo debería ser
el paradigma del rechazo cultural.
¿No es el terrorismo, para estos efectos, el paroxismo de la intolerancia?
Las condiciones son claras: las grandes mayorías rechazan la imposición de normas
religiosas, órdenes de partidos políticos o decálogos culturales. Los seguidores de las
grandes religiones se erigen primero en “tolerantes” antes que en “ortodoxos”,
relegando a estos últimos a una posición incómoda y culturalmente repudiada. Las
obligaciones emanadas de cualquier autoridad devienen en movilizaciones masivas en
defensa de la libertad y la pluralidad. La tolerancia del Iluminismo transmutó en un
valor individualista centrado en actitudes sexuales, religiosas, políticas y educativas.
Es un consenso curioso: porque la misma tolerancia no puede ser unánime sino plural.
Pero este valor liberal entraña su propia destrucción. A fuerza de permitirlo todo no se
apega a nada más que al no apego. Así, la cultura de la tolerancia implica la pérdida
de los sistemas cargados de sentido. Asistimos a una caída del sentido y, por
Alerta Internacional (http://www.alerta360.org) 2
consecuencia, a una cultura sin sentido, a la deriva y con inevitables choques y
contradicciones llevadas hasta la indiferencia o, en su reacción, a una militancia
emocionada hasta la exaltación.
No es, como se aprecia, un fenómeno originado por una conciencia de “deber” hacia
los demás, sino un derivado de la descalificación de los grandes proyectos culturales
que excluye per se a los enfrentamientos religiosos, políticos o ideológicos. Es una
cultura de la autorrealización eventualmente compartida.
En política significará una redefinición hacia un “gerenciamiento” colectivo no
excluyente y socialmente eficiente. Todos dentro, cultura del bienestar y rechazo a las
posturas autoritarias.
En religión se traducirá en valores compartidos, en ausencia de imposiciones y, por
sobretodo, en la omisión de todo interés de conversión. Su acción: humanista y
tolerante. La estructura religiosa se des-autoriza para devenir en un modelo fluido y
pluralista que permita la búsqueda individual del bienestar religioso dentro del marco
de la denominación particular. Más “conciencia iluminada” y menos dirección de
almas. Es la consagración del yo en el único altar religioso tolerable. Uno que no alerta
a la buena conciencia tolerante.
En proyectos colectivos se convertirá en un tipo de activismo militante emocional y
radical que, sin embargo, permite en su seno todas las expresiones, orígenes e
intereses posibles.
En definitiva, se trata de priorizar el yo, no sobre la consigna voltaireana de una
libertad que termina en la del prójimo, sino nacida de la indiferencia hacia el otro
traducida en el respeto hacia las diferencias.
Una nueva perspectiva
No se trata de relativismo moral como acusan tantos. La cultura contemporánea tiene
un vigoroso acento en el valor de la libertad privada. La prueba está en que el menor
roce a este meta-valor es enérgicamente rechazado. Y con esto, todo proyecto
colectivo fundado sobre imposiciones ideológicas. No se explica de otro modo el furor
anti-sectas que vio nacer el siglo XXI y que hoy decae por la indiferencia con
excepción de titulares de los mass media clamando contra los escándalos de la
intolerancia particularmente religiosa. Es la hora del ascenso del irracionalismo y del
pensamiento mágico.
Si nadie es dueño de la verdad, luego, todos poseen la suya. El único límite es la
propiedad personal: bienes, vida y libertad. Si la defensa propia es el valor más
tolerado dentro de los actos violentos, la defensa colectiva contra “generalizaciones
colectivas” será intolerable. Es la primacía de lo relativo sobre lo absoluto, del
individuo sobre la idea.
Si se aligeran los juicios morales, éticos e ideológicos y se redefinen los permisos y
restricciones, en contraparte se endurecen las medidas de protección de la tolerancia.
Si emergen actos vandálicos de intolerancia, las movilizaciones serán masivas. Es la
hora del populismo, mediático y colectivo.
En este contexto el terrorismo hace su ingreso: más que una pérdida de valores,
decíamos, es una pérdida de sentido. No es un “todo vale” radical sino una
equivalencia de “interpretaciones” que hacen repugnante toda violencia, autoridad y
Alerta Internacional (http://www.alerta360.org) 3
sectarismo. Se reivindica
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