Psicologia
Enviado por cris2418 • 3 de Mayo de 2015 • 1.209 Palabras (5 Páginas) • 161 Visitas
He sobrevivido al tercer día post-Christian, y a mi primer día en el trabajo.
Me ha ido bien distraerme. El tiempo ha pasado volando entre una nebulosa de caras
nuevas, trabajo por hacer y el señor Jack Hyde. El señor Jack Hyde… se apoya en mi
mesa, y sus ojos azules brillan cuando baja la mirada y me sonríe.
—Un trabajo excelente, Ana. Me parece que formaremos un gran equipo.
Yo tuerzo los labios hacia arriba y consigo algo parecido a una sonrisa.
—Yo ya me voy, si te parece bien —murmuro.
—Claro, son las cinco y media. Nos veremos mañana.
—Buenas tardes, Jack.
—Buenas tardes, Ana.
Recojo mi bolso, me pongo la chaqueta y me dirijo a la puerta. Una vez en
la calle, aspiro profundamente el aire de Seattle a primera hora de la tarde. Eso no
basta para llenar el vacío de mi pecho, un vacío que siento desde el sábado por la
mañana, una grieta desgarradora que me recuerda lo que he perdido. Camino hacia la
parada del autobús con la cabeza gacha, mirándome los pies y pensando cómo será
estar sin mi querido Wanda, mi viejo Escarabajo… o sin el Audi.
Descarto inmediatamente esa posibilidad. No. No pienso en él.
Naturalmente que puedo permitirme un coche; un coche nuevo y bonito. Sospecho que
él ha sido muy generoso con el pago, y eso me deja un sabor amargo en la boca, pero
aparto esa idea e intento mantener la mente en blanco y tan aturdida como sea posible.
No puedo pensar en él. No quiero empezar a llorar otra vez… en plena calle, no.
El apartamento está vacío. Echo de menos a Kate, y la imagino tumbada en
una playa de Barbados bebiendo sorbitos de un combinado frío. Enciendo la pantalla
plana del televisor para que el ruido llene el vacío y dé cierta sensación de compañía,
pero ni la escucho ni la miro. Me siento y observo fijamente la pared de ladrillo. Estoy
entumecida. Solo siento dolor. ¿Cuánto tendré que soportar esto?
El timbre de la puerta me saca de golpe de mi abatimiento y siento un
brinco en el corazón. ¿Quién puede ser? Pulso el interfono.
—Un paquete para la señorita Steele —contesta una voz monótona e
impersonal, y la decepción me parte en dos.
Bajo las escaleras, indiferente, y me encuentro con un chico apoyado en la
puerta principal que masca chicle de forma ruidosa y lleva una gran caja de cartón.
Firmo la entrega del paquete y me lo llevo arriba. Es una caja enorme y, curiosamente,
liviana. Dentro hay dos docenas de rosas de tallo largo y una tarjeta.
Felicidades por tu primer día en el trabajo.
Espero que haya ido bien.
Y gracias por el planeador. Has sido muy amable.
Ocupa un lugar preferente en mi mesa.
Christian
Me quedo mirando la tarjeta impresa, la grieta de mi pecho se ensancha.
Sin duda, esto lo ha enviado su asistente. Probablemente Christian ha tenido muy poco
que ver. Me duele demasiado pensar eso. Observo las rosas: son preciosas, y no soy
capaz de tirarlas a la basura. Voy hacia la cocina, diligente, a buscar un jarrón.
Y así se establece un patrón: despertar, trabajar, llorar, dormir. Bueno,
tratar de dormir. No consigo huir de él ni en sueños. Sus ardientes ojos grises, su
mirada perdida, su cabello castaño y brillante, todo me persigue. Y la música… tanta
música… no soporto oír ningún tipo de música. Procuro evitarla a toda costa. Incluso
las melodías de los anuncios me hacen temblar.
No he hablado con nadie, ni siquiera con mi madre, ni con Ray. Ahora
mismo soy incapaz de tener una conversación banal. No, no quiero nada de eso. Me he
convertido en mi propia isla independiente. Una tierra saqueada y devastada por la
guerra, donde no crece nada y cuyo porvenir es inhóspito. Sí, esa soy yo. Puedo
interactuar de forma impersonal en el trabajo, pero nada más. Si hablo con mamá, sé
que acabaré más destrozada aún… y ya no me queda nada por destrozar.
Me cuesta comer. El miércoles a la hora del almuerzo conseguí comerme
una taza de yogur, y era lo primero que había comido desde el viernes. Estoy
sobreviviendo gracias a una recién descubierta
...