Renovacion De La Pedagogia De La Reforma Y Contra Reforma
Enviado por asnaeb • 9 de Julio de 2013 • 2.375 Palabras (10 Páginas) • 341 Visitas
Renovación humanista de la Filosofía
por Primo Siena
El filósofo de la educación Giovanni Giraldi, ocupándose del pensamiento filosófico renacentista, ha escrito: “El Renacimiento constituye una grande edad del arte. No así se puede decir por lo que concierne el pensamiento filosófico”.
El pensamiento filosófico renacentista
En opinión de Giraldi, un pensamiento filosófico y científico “aparecerá cuando el Renacimiento ya está declinando”. Pero, manifestando una cierta contradicción con lo expresado anteriormente, a renglón seguido, admite que: “El Renacimiento ha roturado mucho terreno especulativo; ha encarado todas las ramas del conocimiento humano; ha osado lo inosable, ilusionándose de haber alcanzado la verdad captándola en su esencia".(1)
La descripción contradictoria de la época renacentista, hecha por Giraldi, nos presenta las dificultades implícitas en una definición unívoca del pensamiento filosófico del humanismo renacentista, por la complejidad que caracteriza este ciclo de la cultura europea occidental, reflejándose además en sus tendencias especulativas. Bien lo aclara – entre otros – José Ferrater Mora; quien en su Diccionario de Filosofía, a la voz “Renacimiento” escribe:
"Se suele llamar Renacimiento a un período de la historia de Occidente caracterizado por varias notas: resurrección de la Antigüedad clásica, crisis de creencias e ideas; desarrollo de la individualidad – o, en términos de Jakob Burckhardt, descubrimiento del hombre como hombre -; concepción del Estado como obra de arte; descubrimiento de nuevos hechos y nuevas ideas, ampliación del horizonte geográfico e histórico; fermentación de nuevas concepciones sobre el hombre y el mundo; confianza en la posibilidad del conocimiento y dominio de la Naturaleza; tendencias escépticas; exaltación mística; actitud crítica, etc. Puede verse fácilmente que estas y otras notas que podrían agregarse son tan diversas y en parte tan contradictorias entre sí que no permiten caracterizar el período en cuestión con razonable vigor”.
Y más adelante, agrega que otros autores “señalan que todas las notas indicadas, y otras además, caracterizan el Renacimiento justamente porque este período se distingue de otros por su carácter multiforme y conflictivo”. (2) Siempre en opinión de Ferrater Mora, “el humanismo renacentista no es, propiamente hablando, una tendencia filosófica, ni siquiera un nuevo estilo filosófico” porque “no hay in conjunto de ideas filosóficas comunes a autores como Erasmo, Montaigne, Nicolas de Cusa, Marsilio Ficino, Pico della Mirandola, Valla, Ramus y otros autores a quienes suele calificarse, justamente o no, de humanistas”. (3)
Dicho esto, el citado Ferrater Mora admite – por otro lado – que sería incorrecto no reconocer a los humanistas renacentistas un interés por la especulación filosófica, a lo menos por la filosofía moral, que fue intensamente cultivada por ellos.
Si bien no se reconoce al humanismo renacentista la calificación de “época filosófica” como lo fueron la Antigüedad y la Edad Media, todavía fue parte significativa de una “atmósfera filosófica” entre el final del siglo catorce y gran parte de los siglos quince y dieciséis.
Tal “atmósfera filosófica”, en el ámbito especulativo marcó sin duda una atmósfera renovadora que George Uscatescu ha felizmente esbozado con estas palabras:
“Vivía el hombre europeo en aquella época una situación muy parecida a la nuestra. Los límites de la Geografía y en parte los límites del conocimiento, estaban rotos. Horizontes nuevos se abrían ante el Espíritu, con una euforia que los hombres no habían conocido nunca. Ante estos nuevos amplios horizontes, se levantaba una visión optimista, una confianza casi absoluta en el destino del hombre, una seguridad inédita en todo tipo de solución de las situaciones antinómicas heredades de la filosofía medieval. Un auténtico sentido de plenitud se desprende por doquier, en los contactos del hombre con el universo”. (4)
Este sentido de plenitud se manifiesta en dos tiempos. En el primero, los filósofos renacentistas redescubren el microcosmo humano; eso es: el hombre en su dignidad de criatura de Dios, en su vocación histórica, en la libertad de su destino. En el segundo tiempo, ellos redescubren el macrocosmo de la Naturaleza, considerada como una totalidad viviente puesta al servicio del hombre.
Las investigaciones filológicas y literarias, los fermentos artísticos del primer tiempo abonaron el cultivo cultural en cual florecieron originales síntesis filosóficas y se renovaron los estudios especulativos, marcando un tránsito desde el teocentrismo dominante en la Edad Media hacia el antropocentrismo creciente en el Renacimiento y en Modernidad.
Renacen las escuelas filosóficas de la época helenística, pero bajo una perspectiva distinta. Platón y Averroés, en oposición a un formalismo especulativo que había momificado la filosofía aristotélica según la interpretación naturalista y materialista desarrollada en el siglo II° d.C., por Alejandro de Afrodisia.
Marsilio Ficino, el Platón Renacentista
La filosofía teocéntrica de la Edad Media había puesto a Dios como propio punto de partida; al revés, los pensadores renacentistas – operando una revolución antropocéntrica – pusieron al hombre como punto central de su especulación filosófica.
Entre los autores de tal revolución se destacó, entre otros, la eminente figura de Marsilio Ficino recordado como alter Plato (el otro Platón) por haber protagonizado en Florencia el renacimiento del pensamiento platónico.
Nació en Figline Valdarno – un centro provinciano de toscana – el 19 de octubre de 1433.
Acompañado por su padre Diotifeci, médico, siendo todavía muy joven, en la primavera de 1459 visitó a Cosimo de Medici, señor de Florencia; quien cultivaba el sueño de hacer revivir en Toscana el pensamiento platónico por medio de una institución que retomara la tradición de la antigua academia ateniense.
Intuyendo en Marsilio una joven promesa en tal sentido, Cosimo de Medici lo convenció de abandonar la carrera de medicina a la que era inscrito para dedicarse por completo a los estudios humanísticos.
Por tal fin, en 1462, el mismo Cosimo regala a Marsilio la villa Montevecchi de Careggi, en la periferia de Florencia, para facilitarle sus estudios.
El primer maestro de Marsilio había sido Nicoló Tignosi, un convencido seguidor de Aristóteles, pero cuando el joven estudiante encontró al preceptor de
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