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Resumen Los Actos Fallidos


Enviado por   •  30 de Mayo de 2014  •  5.180 Palabras (21 Páginas)  •  616 Visitas

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Son las llamadas operaciones fallidas del hombre, como cuando alguien quiere decir algo y dice en cambio otra palabra,

el desliz verbal {Versprechen = trastrabarse}, o le ocurre lo

mismo escribiendo, sea que pueda reparar en ello o no.

O cuando alguien, en la publicación impresa o en el manuscrito de otro, lee algo diverso de lq^que ahí se dice, el desliz

en la lectura {Verlesen}; lo mismo si oye falsamente algo

que se le dice, el desliz auditivo {Verhoren}, desde luego

sin que exista para ello una afección orgánica de su capacidad

auditiva. Otra serie de esos fenómenos tiene por base un

olvido {Vergessen}, pero no uno permanente, sino sólo temporario; por ejemplo, cuando alguien no puede hallar un

nombre que sin embargo conoce y que por regla general reencuentra luego, o cuando olvida ejecutar un designio del

que más tarde empero se acuerda, y por tanto sólo lo había olvidado durante cierto lapso. En una tercera serie falta

esa condición de lo meramente temporario, por ejemplo, en

el extraviar {Verlegen), cuando alguien guarda un objeto

en alguna parte y después ya no atina a encontrarlo, o en el

caso totalmente análogo del perder {Vertieren}. Frente a

este olvido nos comportamos diversamente que frente a

otros; nos asombra o nos enoja, en lugar de hallarlo comprensible. A ello se suman ciertos errores {Irrtümer} en

los que de nuevo sale al primer plano la temporaríedad, pues

durante cierto lapso se cree algo de lo cual antes se supo y

más tarde volverá a saberse que no es así, y una cantidad de

fenómenos semejantes, a los que se conoce bajo diversos

nombres.

Son todos acaecimientos cuyo parentesco estrecho se expresa [en alemán] en que van precedidos de idéntico prefijo, «ver-»;* casi todos son de naturaleza nimia, la mayoría

de las veces muy efímeros, y sin mayor importancia en la

vida del hombre. Sólo de tiempo en tiempo uno de ellos,

como la pérdida de objetos, alcanza repercusión práctica. Por

eso casi no llaman la atención, excitan apenas débiles afectos, etc.

Para estos fenómenos quiero ahora solicitar la atención

de ustedes. Pero, disgustados, me opondrán: «Hay tantos

grandiosos enigmas en el ancho

2 mundo, y en el más estrecho de la vida anímica; hay tantos motivos de asombro que

piden y merecen explicación en el campo de las perturbaciones del alma, que parece en realidad desatinado malgastar trabajo e interés en tales pequeneces. Si usted pudiera

hacernos comprender cómo es que un hombre sano de vista

y de oído puede ver y oír a la luz del día cosas que no existen, por qué otro se cree de pronto perseguido por aquellos

seres que le eran hasta entonces los más entrañables o, con los fundamentos más sagaces, sustenta productos de su delirio que hasta a un niño tendrían que parecerle unos dislates, entonces estimaríamos en algo al psicoanálisis; pero si

este no puede hacer otra cosa que ocuparnos en las ra2ones

por las cuales un orador en un banquete dijo una palabra

por otra o un ama de casa extravió sus llaves y tonterías

parecidas, entonces sabremos emplear en algo mejor nuestro

tiempo y nuestro interés».

Les respondería yo: ¡Paciencia, estimadas señoras y señores! Creo que esa crítica no va por la senda correcta. El

psicoanálisis, eso es verdad, no puede gloriarse de no haberse dedicado nunca a pequeneces. Al contrario, su material de observación lo constituyen por lo común aquellos

sucesos inaparentes que las otras ciencias arrojan al costado

por demasiado ínfimos, por así decir la escoria del mundo

de los fenómenos. Pero, ¿no confunden ustedes en su crí-

tica la grandiosidad de los fenómenos con lo llamativo de sus

indicios? ¿Acaso no existen cosas,muy importantes que, en

ciertas circunstancias y épocas, sóio pueden traslucirse por

medio de indicios sumamente débiles? Podría mencionarles

sin dificultad varias situaciones de esa índole. ¿No es mediante indicios mínimos como infieren —me dirijo a los

hombres jóvenes que hay entre ustedes— que han conquistado la preferencia de una dama? ¿Aguardan para ello una

expresa declaración de amor, un abrazo tórrido, o más bien

les basta con una mirada inadvertida para otros, con un movimiento fugitivo, la presión de una mano prolongada un

segundo? Y si han participado como detectives en la investigación de un asesinato, ¿esperan realmente encontrarse con

que el asesino dejó tras sí, en el lugar del hecho, una fotografía junto con su dirección, o más bien se conforman por

fuerza con las huellas más leves e imperceptibles de la persona buscada? No despreciemos, entonces, los pequeños síntomas; quizá a partir de ellos logremos ponernos en la pista

de algo más grande. Y además, como ustedes, yo pienso que

los grandes problemas del mundo y de la ciencia tienen prioridad en nuestro interés. Pero las más de las veces de muy

poco vale el expreso designio de ocuparse ahora en la investigación de este o estotro gran problema. Es que a menudo

no sabemos adonde dirigir el paso siguiente. En el trabajo

científico es más promisorio el abordaje de lo que se tiene

directamente frente a sí y ofrece un camino para su investigación. Si se lo hace bien en profundidad, sin supuestos ni

expectativas previos, y si se tiene suerte, es posible, a consecuencia de la concatenación que une todo con todo, también lo pequeño con lo grande, que incluso un trabajo tan falto de pretensiones dé acceso al estudio de los grandes

problemas.

Así hablaría yo para retener el interés de ustedes en la

consideración de las operaciones fallidas de las personas sanas, fenómenos en apariencia tan nimios. Ahora consultemos a cualquiera que sea ajeno al psicoanálisis y pregunté-

mosle por el modo en que él se explica el acaecimiento de

tales cosas.

Sin duda responderá primero: «¡Oh! Eso no merece explicación ninguna; son pequeñas contingencias». ¿Qué entiende nuestro hombre con eso? ¿Quiere decir que hay sucesos tan ínfimos que se salen del encadenamiento del acaecer universal, y que lo mismo podrían no ser como son? Si

alguien quebranta de esa suerte en un solo punto el determinismo de la naturaleza, echa por tierra toda la cosmovisión científica. Podríamos hacerle ver cuánto más consecuente consigo misma es la cosmovisión religiosa cuando asegura

de

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