Sexualidad
Enviado por airam0908 • 15 de Abril de 2012 • 3.090 Palabras (13 Páginas) • 426 Visitas
Aspectos Fisiológicos Del Ejercicio Sexual
Desde el punto de vista Biológico la sexualidad es descrita como un mero hecho evolutivo, que va siendo más complejo a medida que se asciende en la escala zoológica.
Hay que diferenciar entre el comportamiento reproductivo entre los seres celulares y los seres pluricelulares. Los primeros, se reproducen por medio de defesión, es decir, se produce entre ellos una transmisión de material genético y se crea un individuo igual a sus progenitores. En cambio, los seres pluricelulares se crean a partir de diferentes organismos que da como consecuencia un ser diferente a sus progenitores, es la reproducción conocida como sexuada.
La sexualidad evoluciona, así en la escala inferior se encuentran los seres pluricelulares controlados solo por los genes, mas adelante se encuentran los seres vertebrados e invertebrados que al control genético se le une el hormonal y en los mamíferos se superpone un tercer control que introduce la libertad de elección. Por último el hombre a esa libertad de elección se ve perfeccionada por la distancia que introduce su mundo imaginario y simbólico con respecto a la sexualidad.
Una de las diferencias existentes entre los humanos y los animales, es en el control hormonal y genético que poseemos .En la fecundación humana, cada una de las células reproductoras masculina y femenina, contienen 23 cromosomas, de los cuales sólo uno va a determinar el sexo del futuro ser, compuesto de 46 cromosomas (23+23). El óvulo, solo puede contener el cromosoma x, mientras que el espermatozoide puede contener el cromosoma x o y, por lo tanto, va a ser esta célula la que determine el sexo del individuo (xy macho, xx hembra)
La respuesta sexual humana es el conjunto de cambios físicos y hormonales que poseen los seres humanos frente a las estimulaciones en sus zonas erógenas, estas respuestas tienen como objetivo facilitar la reproducción sexual humana. Fue estudiada por el famoso ginecólogo William Masters y la Psicóloga Virginia Johnson (conocidos popularmente por sus dos apellidos juntos: Masters y Johnson incluso después de casarse).
Fases
Fase de deseo sexual
La estimulación o la postergación de los impulsos sexuales procede de nuestros pensamientos; estos pensamientos son inducidos por los órganos de los sentidos, en especial la visión, la cual estimula zonas de ensoñación y la fantasía en el cerebro. A su vez, existen conexiones con centros de control hormonal, que secretan especialmente testosterona y hormona luteinizante que aumenta el deseo sexual.
No se observan cambios visibles en el cuerpo durante esta fase, ya que se trata solamente de un proceso mental. La fase del deseo o apetito sexual debe funcionar para que la persona se interese en la actividad sexual.
Fase excitación
La excitación es la primera fase, se puede provocar por muchos estímulos diferentes: la visión de un cuerpo desnudo, una caricia, una mirada... la lista puede ser infinita. Aún no se ha podido clasificar de manera diferenciada si hay algo que excite a hombres y mujeres por separado, aunque las creencias populares son que el hombre se excita más por la visión y las mujeres más por el tacto, la mirada, una palabra o un gesto. Esto no está estudiado a fondo.
Durante la excitación, en los hombres el pene se agranda y endurece, se pone erecto. En las mujeres la vagina se lubrica, la vulva se dilata.
Fase meseta
Aquí la respiración se entrecorta, las pulsaciones son muy altas y todos los efectos de la excitación aumentan. También se produce el rubor sexual, un enrojecimiento sobre todo del pecho y la cara, la tensión muscular aumenta. Al final de la fase de meseta, cerca del orgasmo, es habitual tener la sensación de no poder más.
Si la excitación desaparece durante la meseta y no se produce el orgasmo, se pueden causar algunas molestias. En el hombre pueden doler los testículos y en la mujer se produce una congestión en la zona genital.
Componentes Psicológicos Y Ajustes Sexual De La Pareja
Resulta evidente que no siempre bastan las relaciones sexuales, incluso bien logradas, para crear la unión psicológica entre los dos componentes de una pareja. No es que no se desee esta unión, es que, al mismo tiempo que ese deseo, pero en sentido contrario, actúa la imagen aterradora de la esclavitud, que se encuentra sostenida por otra no menos pavorosa: la de un otro peligroso y dominador, que sólo se entrega para mejor tomar y mejor asegurar su tiranía. Con este sistema de imágenes nos encontramos en el centro de los llamados conflictos interiores, y al nivel de una sexualidad todavía impregnada de miedo y hostilidad recíprocas.
En un nivel superior, la imagen del vínculo expresa la intención declarada de ser fiel en lo mejor y en lo peor, por encima de los caprichos del deseo, a la propia pareja. El anillo, la alianza matrimonial, son símbolos que corresponden a este nivel. Las liturgias y ritos, religiosos o laicos, están llenos de estas imágenes significantes, más a la medida, ciertamente, de las buenas intenciones de los individuos que de sus posibilidades psicológicas reales. Es algo connatural a la angustia humana el llegar siempre, en determinado momento, a pedir a aquel o a aquella de quien se recibe alegría, placer o la promesa de alguna de estas cosas, un juramento de fidelidad. Parece injusto el rechazar como necesariamente hipócritas los compromisos de este tipo. Sería quitar a la aventura sentimental uno de los elementos más preciosos que requiere por propia naturaleza.
Sería frustrar a los seres humanos en su deseo de “sacralización”, de la que sienten tanta necesidad, quizás, como del amor físico mismo. Hombre y mujer tratan de superar el estado de tensión que existen entre los sexos y, en este esfuerzo por vencer la hostilidad, el juramento constituye una de las fases más importantes. Es cierto que requiere una larga preparación psicológica y no constituye, además, una especie de remate. Señala el ingreso solemne en la vida en común, pero no constituye una garantía infalible. No es algo mágico que vaya a hacer, automáticamente, de la vida conyugal lo que los seres que en ella se comprometen quisieran que fuera.
La solemnidad de los juramentos no puede ser la señal de ninguna relajación. Una vez conquistado y ligado definitivamente el objeto a nosotros, no por ello quedamos dispensados de los esfuerzos de cortesía y de pacificación. Recordar que hubo un momento en la historia de la pareja en que tuvieron la suficiente confianza y entrega para jurarse fidelidad, a pesar de la incertidumbre sobre la evolución de sus sentimientos y deseos, puede servir muy bien para colocarlos ante uno de los mejores aspectos de su personalidad. Algo muy distinto de utilizar lo solemne
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