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Silencio


Enviado por   •  18 de Marzo de 2015  •  Trabajo  •  2.076 Palabras (9 Páginas)  •  183 Visitas

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SILENCIO

“Cuando un niño aprende a hablar adquiere un

Sistema de signos que como cualquier

otra institución social se desarrolla

deacuerdo a una praxis socio-cultural”.

Vigotsky.

Desde el momento en que nacemos luchamos por hacernos sentir, primordialmente para la satisfacción de las necesidades vitales, y luego para expresar lo que sentimos. Desde muy pequeños nos invade un deseo por comunicar a otro nuestra visión del mundo y las inquietudes que sobre ella tenemos. Esperamos que ese otro tenga algunas respuestas. Posteriormente, y en un deseo de trascendencia e inmortalidad, algunos plasmamos el pensamiento y aquella cosmovisión para que esas preguntas y respuestas lleguen a otros, derribando las barreras del tiempo.

La mayoría de los seres humanos, aquellos que utilizamos la lengua hablada para comunicarnos, nos apropiamos de la lengua materna gracias a la audición. Aprendimos a hablar escuchando como los demás se comunican. Somos capaces de expresar, por medio de la palabra, todo tipo de sensaciones, emociones y situaciones, y en este proceso encontramos la poesía, la música, la literatura… Pero en estos términos un curioso podría preguntarse ¿Cómo puede la persona sordomuda acceder a aquellas formas literarias, artísticas y científicas? ¿Cómo puede expresarse, comunicarse y conocer otras visiones de mundo? Es decir, si algún individuo no posee la audición y por lo tanto no ha aprendido a hablar ¿cómo puede dar a conocer aquello que siente y lo que le inquieta? Por otra parte ¿cómo es y cómo ha sido la relación entre persona hablante y no hablante? Trataré de dar respuesta a estas preguntas dejando abierta la crítica, el debate y la controversia.

1. Comenzaremos en orden inverso, y por la interrogante ¿qué relación se ha establecido entre hablante y no hablante? Lo primero que se debe mencionar, es que el sordo ha sido considerado por la educación especial como una persona con necesidades especiales. Históricamente, estas han sido rechazadas, excluidas e incluso repudiadas por la mayoría de la humanidad. En la antigüedad, por ejemplo, era una práctica común el asesinato de los niños que presentaban alguna deficiencia o malformación. Durante la Edad Media, la iglesia condenó el infanticidio, pero consideraba que los individuos con alguna clase de anormalidad, física o mental, estaban poseídos por espíritus demoníacos y debían ser expuestos al exorcismo. En los siglos XVII y XVIII, estos sujetos eran encerrados en manicomios y cárceles, indistintamente y junto a asesinos, ladrones y toda clase de delincuentes. Observamos en estos casos una constante: el individuo con necesidades especiales es aislado, segregado y discriminado por la sociedad, ya sea por creer que representa un peligro para esta, o por considerar que la comunidad sólo puede causarle daño.

Vale la pena aclarar que estos hechos corresponden a la actitud de la mayor parte de la sociedad. Es necesario mencionar algunos personajes que se interesaron por la educación e integración del sordomudo. Entre ellos encontramos al fraile Pedro León Ponce, quien a mediados del siglo XVI escribiría “Doctrina para los mudos-sordos”; Juan Pablo Bonet, que en 1620 publica “Reducción de las letras y el arte de enseñar a hablar a los mudos”; o al abate Charles-Michel de L′Epee, quien construirá la primera escuela para sordos en Francia. Se debe destacar la importancia que estos personajes tuvieron para la creación de la educación especial, pero podemos advertir que muchos de estos trataban de hacer hablar al sordomudo, negándoles e incluso impidiéndoles la posibilidad de desarrollar una lengua diferente al a oral.

El panorama comienza a mostrarse favorecedor, hasta el siglo XX, cuando la persona con necesidades especiales es reconocida legalmente. En 1959 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declarará que el niño∗ con deficiencia física o mental, debe ser protegido, ofrecérsele una educación, tratamiento, y asistencia particular. Es sólo hasta 1978 cuando comienza a desarrollarse una filosofía de integración escolar, donde se incluya al sujeto con necesidades especiales en la educación. Encontramos en todo esto que no llevamos siquiera medio siglo de la historia humana reconociendo íntegramente a estos individuos, y tal vez en la actualidad tampoco se haga tal cosa.

Abordada ya, y a grandes rasgos, la relación histórica entre persona sorda y persona hablante, trataremos ahora la afinidad comunicativa existente entre ambas. Ejemplificaremos este caso con una historia extraída de El Carnero, una obra literaria de mediados del siglo XVII, escrita por Juan Rodríguez Freyle:

En este tiempo sucedió que en la ciudad de Tocaima, don García de Vargas mató a su mujer, sin tener culpa ni merecerlo, y fue el caso: en esta ciudad había un mestizo sordo y mudo de naturaleza, hijo de Francisco de Sanz, maestro de armas…

Habían traído a la casa grande de Juan Díaz un poco de ganado para de el matar un novillo; desjarretáronlo, era bravo y tuvieron con el un rato de entretenimiento. El mudo se halló en esta fiesta. Muy grande era la posada de don García, y a donde tenía a su mujer y suegra. Cuando mataron al novillo estaba el don García en la plaza. Pues viniendo hacia su casa se topó al mudo en la calle, que iba de ella. Preguntóle por señas de dónde venía; el mudo le respondió por señas, poniendo ambas manos en la cabeza, a manera de cuernos; con lo cual el don García fue a su casa revestido del demonio y de los celos con las señas del mudo, topó a la mujer en las escaleras de la casa, y dióle de estocadas. Salió la madre a defender a la hija, y también la hirió muy mal.

Acudió la justicia, prendieron al don García, fuese haciendo la información y no se halló culpa contra la mujer, ni más indicio de lo que el don García confesó de las señas del mudo, con lo cual todos tuvieron el hecho por horrendo y feo…

Casos como el de El Carnero, son los que han llevado a que la persona sorda sea excluida de actividades educativas, laborales y sociales en general; y lo que es peor, que se le juzgue como un sujeto discapacitado, deficiente, anormal, inválido… y otro tipo de calificativos que no vale la pena mencionar. Encontramos con esto, que el mayor problema que se presenta en la relación sordo-hablante, es el del no entendimiento. Cuando una persona sorda se enfrenta a un hablante y viceversa, aparece un conflicto comunicativo,

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