ÉNFASIS EN PSICOLOGÍA DE LA ESCRITURA

UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL[pic 1]

DEPARTAMENTO DE LENGUAS

ÉNFASIS EN PSICOLOGÍA DE LA ESCRITURA

PERSPECTIVA INDIVIDUAL DE LA ESCRITURA

GISELLE HERNÁNDEZ CANO

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     La escritura, a diferencia de la oralidad no es una habilidad innata del ser humano, ya que esta es una actividad que se va desarrollando desde los primeros años de escolarización y que además se mantiene en constante práctica. La escritura es una tarea que ha sido estudiada durante los últimos 70 años en diferentes áreas como la psicología, teniendo como referentes a Flower y Hayes (1980), Bereiter y Scandamalia (1982) y Ronald Kellogg (1992).

     La escritura debe ser concebida como un proceso de saberes. En un principio, la escritura era vista meramente como un producto en dónde lo importante eran las habilidades lingüísticas del escritor, sin embargo, en la actualidad, mediante diversos estudios se ha logrado demostrar que la escritura no solo “se entiende como un proceso cognitivo de producción de pensamiento” (Rincón, 2013, p.108); sino también, como un proceso en donde factores externos tienen alta incidencia en la tarea escrita.

     Flower y Hayes (1980-1986), plantearon mediante diversas observaciones a individuos que leían en voz alta, que la escritura es un proceso que consta de tres fases: planeación, traducción y revisión. Shah et al. (2011) señala que durante la planeación, el autor produce ideas en colaboración con la memoria a largo plazo, de donde la información es extraída. Así mismo, en esta etapa, el escritor estructura las ideas y establece objetivos concretos. En la traducción está lo que conocemos por texto escrito, es en esta fase en donde el escritor plasma sus ideas organizadas en la planeación. Finalmente, en la etapa de revisión, el autor del texto se encarga de evaluar la composición elaborada, generando juicios negativos o positivos en relación al mismo. Fuentes (2013) refiere que lo característico de este modelo, es que las etapas son consideradas cíclicas más no lineales, es decir, no son pasos que se deban utilizar en un orden específico, sino procesos que son se utilizan cuando asi el escritor lo desee.

     Cada escritor debe hallar su estilo propio de trabajo, el cual le sirva de vehículo para escoger las herramientas más efectivas y añadirlas a su obra de composición. Esto, con el paso del tiempo ayuda a la evolución del escritor, lo que Scardamalia y Bereiter (1992) definirían como escritor novato y experto.

Esta distinción estriba, básicamente, en la forma en que ambos tipos de escritores piensan y planifican su escrito pues, mientras los novatos hacen poca planificación (a veces nada), los segundos desarrollan estrategias retóricas donde establecen objetivos no solo de forma como de contenido para luego revisar globalmente todo el texto lo que da mayores probabilidades de obtener al final un producto mejor acabado. (Madrigal, 2015, p. 206)

     De esta manera, no solo se da paso a una evolución en el escritor sino también en el texto, en donde se destacan diversas habilidades como la planificación previa, el diseño de objetivos, se realiza una efectiva distinción entre la información relevante e irrelevante, la coherencia y estructura toman un papel importante, la audiencia es una de las protagonistas a la hora de construir la composición, etc. (Suarez, 2015, p. 33).

     Por otro lado, la construcción de aprendizaje es otro de los importantes factores en la escritura como proceso. North (2017) argumenta que escribir es generar conocimiento a partir de lo que no se conoce a profundidad y ver que de alguna manera u otra se logra incidir en los conocimientos del lector por medio de argumentos, fuentes, autores, experiencias. De este modo, para la composición de un texto es necesario leer, documentarse y extraer fuentes de información, posteriormente, dicha información debe pasar por un filtro riguroso en donde es clasificada, analizada y evaluada con el fin de generar múltiples conocimientos y de esta manera aportar productos de calidad.

     Como lo mencioné anteriormente, a mediados de los años setenta, la escritura era vista de manera más tradicional, considerándola no como un proceso sino como un producto, en donde lo más importante era la perspectiva lingüística. Uno de los primeros en estudiar este modelo fue Gordon Rohman (1965), quien dividió este proceso en tres etapas: 1. Pre-escribir 2. Escribir 3. Re-escribir.

     Lo que sucedía en cada proceso era similar al modelo de Hayes y Flower (1980), con la única diferencia en que a diferencia de este, el modelo de Rohman se realizaba de manera lineal, es decir, no existía la posibilidad de que el escritor pudiera desenvolverse de manera cíclica y deliberada, apelando a cualquier etapa en cualquier momento del proceso. Sin embargo, este modelo fue altamente criticado, de acuerdo con Suárez (2015):

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