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Anticonceptivos, Iglesia Y Sociedad


Enviado por   •  5 de Febrero de 2014  •  2.671 Palabras (11 Páginas)  •  483 Visitas

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Génesis 1:26-28

26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.

28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.

INTRODUCCIÓN

Los anticonceptivos son un proceso o técnica utilizada para evitar el embarazo por métodos farmacológicos; instrumentales o que alteran o bloquean mas de los procesos reproductivos, de manera que la unión sexual no tenga como consecuencia la fecundación. Hay que decir que la anticoncepción femenina está más desarrollada que la masculina.

Las maneras de evitar el embarazo se conocen desde la antigüedad. Ya los egipcios conocían como evitar el embarazo y se han utilizado diversos métodos hasta nuestros días en que se han desarrollado métodos seguros y eficaces.

En la actualidad, gran parte de la sociedad tanto adolescentes como adultos y hombres como mujeres creen que traer un hijo al mundo es una tarea que demanda mucho trabajo, esfuerzo y responsabilidad, por lo que las personas buscan diversos métodos para evitar procrear.

Los métodos anticonceptivos como los conocemos hoy en día (pastillas, parches etc), existen desde hace solo unos 30 o 40 años y por lo tanto nada se dice explícitamente respecto a ellos. Las iglesias Protestantes y Evangélicas, aceptan tales métodos anticonceptivos. La Iglesia Católica Romana por otra parte ha declarado tales métodos inaceptables y en contra de la voluntad divina aunque la mayoría de sus miembros están en contra de esta ordenanza.

La relación sexual debe tener lugar sólo y únicamente dentro de los lazos matrimoniales bien establecidos. Dios hizo al hombre y a la mujer “para que se multiplicaran”. La razón principal detrás del acto sexual es la reproducción. Dios desea que los seres humanos se unan en matrimonio y tengan hijos. El evitar los hijos por tanto, va claramente en contra al deseo de Dios.

Desde un punto de vista Cristiano, todo uso de control natal debe de excluir aquellos que son conocidos como abortifacientes o que causan que el óvulo fecundado sea abortado. La pastilla es un método comúnmente usado y que funciona con hormonas. Este sistema “engaña” al sistema productivo de la mujer para que crea que ella está embarazada y no produzca óvulos para ser fertilizados. La Iglesia Católica solo acepta los métodos anticonceptivos naturales donde la única forma de evitar un embarazo es la abstinencia. Rechaza los métodos químicos hormonales y los de barrera.

El deber de transmitir la vida humana ha sido siempre para los esposos, colaboradores libres y responsables de Dios Creador, fuente de grandes alegrías aunque algunas veces acompañadas de no pocas dificultades y angustias.

En todos los tiempos ha planteado el cumplimiento de este deber serios problemas en la conciencia de los cónyuges, pero con la actual transformación de la sociedad se han verificado unos cambios tales que han hecho surgir nuevas cuestiones que la Iglesia no podía ignorar por tratarse de una materia relacionada tan de cerca con la vida y felicidad de los hombres.

Los cambios que se han producidos son notables y de diversa índole. Se trata sobre todo del rápido desarrollo demográfico. Muchos manifiestan el temor de que la población mundial aumente más rápidamente que las reservas de que dispone, con creciente angustia para tantas familias y pueblos en vía de desarrollo, siendo grande la tentación de las autoridades de oponer a este peligro medidas radicales. Además, las condiciones de trabajo y de vivienda y las múltiples exigencias que van aumentando en el campo económico y en el de la educación, con frecuencia hacen hoy difícil el mantenimiento adecuado de un número elevado de hijos.

Se asiste también a un cambio, tanto en el modo de considerar la personalidad de la mujer y de su puesto en la sociedad, como en el valor que hay que atribuir al amor conyugal dentro del matrimonio y en el aprecio que se debe dar al significado de los actos conyugales en relación con este amor.

El problema de la natalidad, como cualquier otro referente a la vida humana, hay que considerarlo, por encima de las perspectivas parciales de orden biológico o psicológico, demográfico o sociológico, a la luz de una visión integral del hombre y de su vocación, no sólo natural y terrenal sino también sobrenatural y eterna.

“El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres”. Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de “paternidad responsable” sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí. En la misión de transmitir la vida, los esposos no quedan, por tanto, libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia.

LA IGLESIA

La Iglesia Católica se opone a los agentes anticonceptivos porque considera que esta práctica deliberada es un pecado. Se considera intrínsecamente mala “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, hacer imposible la procreación”.

“Al lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos, el anticoncepcionismo impone un lenguaje objetivamente contradictorio, es decir, el de no darse al otro totalmente: se produce no sólo el rechazo positivo de la apertura a la vida, sino también una falsificación de la verdad interior del amor conyugal, llamado a entregarse en plenitud personal. [...] Esta diferencia antropológica y moral entre la anticoncepción y el recurso a los ritmos implica [...] dos concepciones de la persona y de la sexualidad humana irreconciliables entre sí. (FC 32).

La Iglesia dice que la fecundidad es el fin del matrimonio,

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