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Dri Insurrección Y Resurrección


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2014  •  3.622 Palabras (15 Páginas)  •  276 Visitas

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Segunda Parte: Cristianismo y teóricos del marxismo

Desde una propuesta marxista ortodoxa y superficial se suele considerar al cristianismo como “alienante”, ya que le predica a los pobres les predica resignación, con la esperanza de conseguir el paraíso en la otra vida, a los ricos les recomienda caridad, y de esa forma se transforma en una ideología que justifica la dominación de clases. Frente a esto debemos advertir, en primer lugar, que para el marxismo no existen verdades abstractas, históricas, y en segundo lugar, que los teóricos del marxismo no estudian sistemáticamente las ideologías en general, y en consecuencia, tampoco la religión en particular.

Marx estudia sistemáticamente la instancia económica, la base del edificio, efectúa desarrollos importantes de la instancia política en tres etapas distintas (1843-1844, 1850-1852 y 1871) y solo hace referencias a la instancia ideológica. En concreto, Marx dice que “la miseria religiosa es, de una parte, la expresión de la miseria real y, de otra parte, la protesta contra la miseria real”, frase que sugiere dos cosas, una, que la religión es “la expresión de la miseria real”, que manifiesta a nivel ideología la existencia de una miseria que tiene que ver con la situación concreta, material, del hombre. En segundo lugar, es “la protesta contra la miseria real”. Aquí ya le asigna un papel positivo, servir de denuncia de la situación de miseria que vive el hombre.

¿Por qué motivo “la crítica de la religión es la premisa de toda crítica? Porque la religión presenta a la realidad como invertida y es el modelo epistemológico para el análisis de la realidad invertida que es el capitalismo. Para Hegel, la religión ocupa la penúltima etapa del espíritu absoluto. Toda historia es concebida por Hegel como el auto despliegue del espíritu que a través de múltiples alienaciones se va recuperando hasta llegar a la última etapa, la del saber absoluto, en la que la autoconciencia o recuperación del Espíritu es total. Inmediatamente antes de esta última etapa está la de la religión, que consiste en el conocimiento que el espíritu tiene de sí mismo a través de un rodeo (por representación).

Los jóvenes hegelianos que se habían lanzado a esta crítica religiosa, pronto se vieron sumidos en la contradicción de que mientras para el materialismo anglo-francés, asumido por la mayoría de ellos, lo único real era la naturaleza, para el sistema hegeliano no era sino “la enajenación” de la idea absoluta, algo así como una degradación de la idea. Fue entonces cuando apareció la “esencia del cristianismo” de Feuerbach, que pulverizó de golpe la contradicción, restaurando al materialismo. La naturaleza existe independientemente de toda filosofía es la base sobre la que crecen y se desarrollan los hombres, que son también productos naturales, y fuera de la naturaleza y los hombres no existe nada, y los seres superiores que nuestra imaginación religiosa ha forjado no más que otros tantos reflejos fantásticos de nuestro propio ser. El núcleo de la crítica de que Feuerbach hace a la religión consiste en sostener que “la conciencia de Dios es la conciencia que el hombre tiene de sí mismo, el conocimiento de Dios es el conocimiento que tiene el hombre de sí mismo” (Feuerbach, 1971, p.25). Ya vimos que para Hegel la religión consistía en el conocimiento que el Espíritu tiene de si mismo a través de un rodeo (por representación). Este conocimiento es una etapa necesaria que atraviesa el Espíritu antes de su autoconciencia total. Feuerbach sostiene que la esencia divina no es otra cosa que esencia humana que el hombre proyecta fuera de sí y que ya no reconoce como propia. Ello significa que Dios no es otra cosa que la esencia del hombre, pero este no se da cuenta de que es así. El hombre transforma la universalidad en un ente, en una figura, una persona, a la que llama Dios. Además lo hace todopoderoso y creador. De manera que se figura que Dios lo ha creado a él, cuando es exactamente al revés, es el hombre el que ha creado a dios. De esta forma, se produce una inversión en la cabeza del hombre, donde el creador, el hombre, pasa a ser creado por el creado, Dios, que pasa a ser el creador.

Marx acepta en general esta concepción feuerbachiana, pero le formula una crítica centrada en tres puntos principales:

1) El partir de la esencia abstracta del hombre, cuando, en realidad, el hombre es “el ensamble de las relaciones sociales”.

2) El no comprender de modo adecuado el desgarramiento terrenal como causa de la religión.

3) No ver la necesidad de revolucionar prácticamente la base terrenal.

Marx no piensa que el hombre puede salir de esa alineación solo por darse cuenta de la misma, sino que se requiere revolucionar las condiciones que la producen, que son las de la sociedad capitalista, que es la verdadera realidad invertida: El producto del trabajo creativo, el objeto, se transforma en sujeto, en capital. Es el capital como sujeto quien dicta las leyes a su propio creador, invirtiendo, de esa manera, la realidad. Solo superando esa inversión se superará también la inversión religiosa.

Las reflexiones sociológicas de Engels sobre el cristianismo adquieren notable relevancia. Hace del mismo una valoración positiva a partir de distinciones que descubre en su seno, por ejemplo, en “La guerra campesina en Alemania”, donde sostiene que las herejías que tuvieron lugar en las ciudades, durante la Edad Media, estaban dirigidas contra los curas y sus privilegios. Su finalidad era lograr una Iglesia barata. Las herejías de los plebeyos y campesinos exigían la instauración de la igualdad cristiana, cuyo líder Tomas Munzer, predicaba el advenimiento del Reino de Dios, que significaba una sociedad sin diferencias de clase, sin propiedad privada y sin poder estatal independiente y ajeno frente a los miembros de la sociedad. En “Estudios sobre la historia del cristianismo primitivo”, Engels encuentra que entre el cristianismo y el socialismo existen numerosos puntos de contacto. Ambos son expresión de los oprimidos, ambos predican el término inmediato de la esclavitud y la miseria, ambos son perseguidos y sus partidarios proscritos y sometidos como enemigos a las leyes de excepción, aunque ambos siguen victoriosamente su camino. Establece una analogía entre los jóvenes comunistas cristianos y los primeros tiempos de la Internacional.

Engels ve en el Apocalipsis la primera concepción revolucionaria del cristianismo por los siguientes motivos:

1) Al mostrar la necesidad de un solo sacrificio (el de Cristo), acabó con todos los sacrificios que pedían anteriormente las religiones.

2) Respirar “un ardor bélico y una seguridad de vencer” que es común a los cristianos expresados en el Apocalipsis y a los socialistas. El cristianismo

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