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El Egreso Del Hijo Prodigo


Enviado por   •  9 de Noviembre de 2014  •  1.502 Palabras (7 Páginas)  •  294 Visitas

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El Regreso del Hijo Pródigo-Rembrandt Harmenszoom von Rijn

Nombre y apellido: Agustina Placco

Curso: 4° “B”

El retorno del hijo pródigo es una obra del pintor holandés Rembrandt. Está realizado en óleo sobre tela, y fue pintado hacia el año 1662. Mide 262 cm de alto y 205 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo del Ermitage de San Petersburgo (Rusia).

El cuadro, fue pintado en esplendorosa técnica del claroscuro y del tenebrismo, rasgos definidores de la pintura barroca.

En este lienzo aparecen cinco personajes masculinos en un espacio de características inapreciables. En un primer plano y de espaldas al espectador, un joven aparece arrodillado y recostando su cabeza, ligeramente girada a la derecha, sobre el regazo de un anciano, su padre.

Los pies del joven reflejan la historia de un viaje humillante: el pie izquierdo, fuera del calzado, muestra una cicatriz, al mismo tiempo que la sandalia del pie derecho está rota. La ropa es vieja, de color amarillento y marrón, está estropeada, y el personaje ha sido representado con la cabeza rapada. Sin embargo, lleva ceñida a la cintura una pequeña espada. Su rostro no se advierte, pues el joven lo hunde en las vestiduras paternas.

Frente a él figura el padre, inclinado levemente sobre su hijo, posando las manos sobre su espalda. Las vestiduras del anciano están cubiertas por un manto rojo y por debajo de éste asoman las mangas de una túnica de color ocre con reflejos de un dorado verdoso que contrasta con los vestidos harapientos del joven.

La luz inunda el rostro del padre, que dirige la mirada hacia abajo resaltando la emotividad de la escena, aunque el núcleo de la misma reside, sin duda alguna en el gesto sencillo de sus manos, representadas de forma distinta. Así pues, la mano izquierda se apoya con firmeza y mayor vigor sobre el hombro del muchacho y la mano derecha lo hace con delicadeza. Con este sencillo gesto del anciano , unido al de su rostro, Rembrandt transmite todo el dramatismo de la escena. Visiblemente es este personaje el que concentra la máxima luminosidad del cuadro. Padre e hijo menor, aunque no ocupen el centro de la composición, sí se convierten en el grupo humano más importante del mismo. Rembrandt mostró en numerosas ocasiones su interés por las figuras de ancianos. La vejez era la edad para él ideal, la que le ofrecía la oportunidad de mostrar la riqueza interior que ofrecen el sufrimiento y la experiencia.

A la derecha del grupo anterior se sitúa el hermano mayor. Existe un parecido entre éste y su padre, tanto por la barba como por sus atuendos. Es un hombre alto, de postura señorial y rígida , lo cual se acentúa con el fino bastón que sostiene entre sus manos. Su mirada aparece fría y distante, a diferencia de la del padre, que es tierna y acogedora. Nada tienen que ver tampoco sus manos con las de su progenitor: si el padre con sus manos extendidas da acogida al hermano menor, el recogimiento de las suyas insinúa un cierto rechazo. Cabe destacar también que se mantiene apartado de la escena principal, lo que corrobora que no parece ser un alejamiento sólo físico. Una tercera contraposición se podría establecer en la forma con que Rembrandt trata la luz que incide sobre su rostro y la que utiliza para iluminar el rostro del padre: la primera, es fría y estrecha; la segunda, cálida y amplia.

Completan el cuadro dos personajes más, un hombre sentado que se golpea en el pecho, posiblemente un administrador, y, en último término un recaudador de impuestos al que tan sólo se le intuye el rostro, totalmente ensombrecido y, por tanto, difuso. Estos dos personajes son también testigos de los hechos que están teniendo lugar, pero su papel es secundario. Rembrandt ha querido otorgar el protagonismo a las otras tres figuras, que se agrupan originando dos centros (padre y hermano menor a la izquierda, y hermano mayor a la derecha). Destaca ante el espectador el espacio que se abre entre ambos grupos y que ocupa el centro de la composición.

Esta obra es un ejemplo de la gran potencia expresiva de su autor y reflejo de su audacia y libertad en la pincelada, rasgos que se hicieron extremos en los cuadros que pintó a finales de la década de los sesenta. Se trata de un cuadro de gran fuerza realista, sobre todo por la enorme penetración psicológica de los personajes y por la armonía cromática conseguida.

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