Hijo Prodigo
Enviado por avianny • 8 de Mayo de 2014 • 2.293 Palabras (10 Páginas) • 371 Visitas
Un excelente libro para leer y compartir en esta cuaresma, El regreso del hijo pródigo, de H. Nouwen, una meditación de la parábola del hijo pródigo (Lc. 15, 11-31) a partir de una famosa pintura del pintor holandés Rembrandt.
Siempre he pensado que esta parábola rompe todos los esquemas sobre un Dios justiciero y vengador, que castiga a los malos y premia a los buenos. A veces me imagino el desconcierto de quienes escuchaban a Jesús, especialmente de los fariseos y maestros de la ley, y también de ese hermano mayor que a veces nos habita por dentro, al ver la actitud del padre, que recibe a ese muchacho ingrato que se ha marchado de casa, y se ha gastado la herencia viviendo de manera irresponsable.
Este libro nos hace ver que todos y todas estamos llamados a encarnar en nuestra vida, precisamente, el rostro amoroso del padre misericordioso.
Que la lectura del El regreso del hijo pródigo nos ayude a experimentar más y más cada día la gracia inmensa de la misericordia y del perdón, y nos muestre, en medio de nuestras miserias y pecados, el rostro lleno de amor del Padre, que siempre nos espera.
El regreso del hijo pródigo es un libro donde Henri Nouwen relata las reflexiones que él tiene frente a la pintura de Rembrandt. Nouwen es un sacerdote católico nacido en los Países Bajos (Holanda) que llegó a ser profesor en varias universidades de losEstados Unidos, ha publicado más de 20 libros sobre espiritualidad.
A través de la contemplación de la obra de Rembrandt, Henri Nouwen descubre que la pintura no sólo retrata la conocida parábola bíblica, sino que hay detalles increíblemente expresados, que lo llevan a afirmar que en la pintura puede encontrarse todo el evangelio.
El autor de libro va describiendo sus reflexiones colocándose desde la figura del hijo menor, del hijo mayor y hasta del propio padre, llegando a conclusiones contundentes sobre la expresión de la pintura y su paralelo con la enseñaza bíblica y la católica (haciendo referencia a la afirmación que cité anteriormente).
Es un libro apasionante. No es una novela, pero te atrapa como si lo fuera, ya que las conclusiones a las que llega Nouwen son realmente asombrosas. Además el libro tiene una imagen del cuadro, donde pueden confirmarse los detalles que el autor señala en su libro.
Habla del perdón, de los procesos y actitudes que conlleva. No necesitas ser católico para disfrutarlo y obtener alguna enseñanza, ya que todo el mundo se ha encontrado, se encuentra y se encontrará en algún momento de su vida ante una situación donde pide perdón y perdona a los demás
El regreso del hijo pródigo es muy motivante y emocionante, es como si le inyectaras una dosis de optimismo y energía a tu vida que te permite crecer espiritualmente, por lomenos esa es mi experiencia. Nouwen te lleva a sentirte identificado con cada uno de los personajes de la parábola de una forma que impresiona, esa es la riqueza de esta obra.
Lo importante es el método: La identificación gradual con los diferentes personajes de la parábola, de menos a más (el joven, el mayor, el anciano). Puede servir de gran ayuda la contemplación del famoso cuadro de Rembrandt, con dos falsillas que nos facilitan releer nuestra propia vida: Imaginando, en primer lugar, el itinerario que habría seguido el pintor holandés en la creación de su obra de arte; y escuchando la confesión, con gran sinceridad que invita a la confidencia, de la influencia que tuvo esta pintura en la vida de Henri Nouwen, “el pastor herido”.
“Introducción: El hijo menor, el hijo mayor y el padre
Al año siguiente de ver El Hijo Pródigo por primera vez, mi trayectoria espiritual estuvo marcada por tres fases que me ayudaron a encontrar la estructura de mi historia personal.
La primera fase consistió en mi experiencia de ser el hijo menor. Los largos años de enseñanza en la universidad, así como mi intensa implicación en los asuntos de América Central y del Sur, habían hecho que me sintiera algo perdido. Había ido de un sitio a otro, había conocido gente de todo tipo y formado parte de cantidad de movimientos. Pero al final me sentía sin hogar y muy cansado.Cuando vi la manera tan tierna que tenía el padre de apoyar las manos en los hombros de su joven hijo y de acercarlo a su corazón, sentí muy profundamente que aquel hijo perdido era yo y que quería volver como lo hacía él para ser abrazado como él. Durante mucho tiempo pensé en mí mismo como en el hijo pródigo que vuelve a casa, anticipando el momento de ser recibido por mi Padre.
La segunda fase en mi trayectoria espiritual comenzó una mañana mientras hablaba del cuadro de Rembrandt con Bart Gavigan… Mientras explicaba a Bart lo intensamente que había llegado a identificarme con el hijo menor me miró atentamente y dijo: “Me pregunto si no serás más bien como el hijo mayor”. Con estas palabras abrió un espacio nuevo dentro de mí.
Francamente, nunca había pensado en mí mismo como en el hijo mayor, pero una vez que Bart me enfrentó a esa posibilidad, miles de ideas comenzaron a darme vueltas por la cabeza. Lo primero que pensé es que, efectivamente, soy el mayor de mis hermanos; después, caí en la cuenta de lo obediente que había sido a lo largo de mi vida… Nunca me fui de casa, jamás perdí el tiempo ni malgasté el dinero en búsquedas sensuales, tampoco había “embotado mi corazón por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida” (Lc 21,34). Durante toda mi vida fui responsable, tradicional y hogareño. Pero, con todo, había estado tan perdidocomo el hijo menor. De repente, me vi de una forma totalmente nueva. Vi mis celos, mi cólera, mi susceptibilidad, mi cabezonería, mi resentimiento y, sobre todo, mi sutil fariseísmo. Vi lo mucho que me quejaba y comprobé que gran parte de mis pensamientos y de mis sentimientos eran manejados por el resentimiento. Por un momento me pareció imposible que alguna vez hubiera podido pensar en mí como en el hijo menor. Con toda seguridad, yo era el hijo mayor, pero estaba tan perdido como su hermano, aunque hubiera estado “en casa” toda mi vida…
En los meses que siguieron a la celebración del treinta aniversario de mi ordenación como sacerdote, fui entrando en una profunda oscuridad interior y comencé a sentir una intensa angustia. Llegué a un punto en que ya no me sentía a salvo en mi comunidad y tuve que marcharme para buscar ayuda y trabajar directamente en mi curación profunda. Los pocos libros que me llevé trataban de Rembrandt y de la parábola del hijo pródigo. En el tiempo que viví en un lugar aislado,
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