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El Tercer Mandamiento


Enviado por   •  20 de Agosto de 2014  •  1.126 Palabras (5 Páginas)  •  233 Visitas

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El Tercer Mandamiento: Santificar las fiestas

Dios desea que el pueblo tenga muy claro que Él es el Señor de todo lo creado, por lo que debe dedicar un día para el culto divino.

La observancia del sábado fue un precepto especialmente recordado y urgido a los judíos en el Antiguo Testamento. La narración del Génesis, que relata la creación del mundo en seis días, hizo que Israel conservase muy fresco y apremiante el mandato de Yavéh de observar el descanso del sábado. De este modo, la guarda del «Shabat» judío aparece reiteradamente urgida en la Biblia. Desde la promulgación del Decálogo, este mandato se formula así: «El día séptimo será día de descanso completo, consagrado al Señor» (Ex 31,15).

Con este precepto, Dios desea que el pueblo tenga muy claro que Él es el Señor de todo lo creado, por lo que debe dedicar un día para el culto divino: El sábado es un «día consagrado al Señor». Al mismo tiempo, se manda el descanso de todo tipo de trabajo, Lo que servirá de ayuda para el que hombre no desgaste en exceso sus fuerzas. De ahí que el sábado tenga dos fines de honda raíz teológica y antropológica: ocuparse religiosamente del culto a Dios y desocuparse del agobio del trabajo para dedicarse a tareas que le faciliten un descanso creador (CEC 2172).

Con el tiempo, la moral judía apremió la obligación de no trabajar hasta el punto que se prohibía coda clase de labores, llegando a considerar el descanso como un peso abrumador, casi como nueva esclavitud. Por eso Jesús condena el rigorismo de los fariseos y sentencia que «no es hombre para el sábado, si no el sábado para el hombre» (Mc 2,27).

Después de Pentecostés, el sábado judío se convirtió muy pronto en el domingo cristiano. La razón mas poderosa que motivó el cambio del sábado al domingo fue el hecho de la resurrección de Cristo. Es claro que el acontecimiento fundamental del cristianismo debía influir incluso en la elaboración del nuevo calendario. Desde muy pronto, los cristianos celebraban con gozo la resurrección del Señor. Al principio, guardaban el sábado como verdaderos observantes judíos, y, al mismo tiempo, celebraban también la Eucaristía el «primer día de la semana», es decir, el domingo. Pero ya desde finales del siglo I tenemos noticias de que los cristianos judíos habían abandonado la practica del sábado y celebraban solo el Domingo, al que denominaban «día primero de la semana», “día del sol” y «día del Señor».

La Iglesia urge con suma insistencia la importancia del domingo para la vida del creyente. El Concilio Vaticano II enseña:

“La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado con razón “día del Señor” o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Petr 1,3). Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean, de veras, de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico” (SC 106).

Asimismo, el Papa Juan Pablo

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