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El uso de agua

ecalel2012Tutorial28 de Abril de 2012

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“Por eso, vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el nombre del padre y del hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes hasta que termine este mundo”. (Extraído del Nuevo Testamento.)

En la historia de las tradiciones religiosas el bautismo es uno de los sacramentos con mayor antigüedad. En el Antiguo Testamento existía un rito parecido al bautizo que hoy conocemos, sólo que ahí se menciona como el rito de iniciación, que consistía en la circuncisión para los niños.

En otras épocas los esenios (un grupo de judíos creyentes en Yahveh, que vivieron en el siglo II antes de Cristo) y en la secta de Qumran, el rito del bautismo fue introducido, pero en el sentido físico y exterior de la purificación. En este sentido lo usó Juan el Bautista por varios años, para por fin utilizarlo con Jesús e impartirle este sacramento con un significado espiritual.

El uso de agua con fines religiosos se encontró presente entre los babilonios, asirios, egipcios, griegos, romanos, hindúes y otras civilizaciones, aunque con variaciones importantes a las tradiciones y ritos que se realizan en la actualidad en las distintas iglesias.

En la historia de la iglesia encontramos el uso del rito del bautismo desde el principio. Inicialmente se confería sólo a los adultos y se realizaba por inmersión (entrar y salir del agua, o sea morir y resucitar a una nueva vida).

La palabra Bautismo se deriva de la palabra griega “bapto” o “baptizo”, lavar o sumergir. Por lo tanto, significa que lavar es la idea esencial del sacramento. La escritura utiliza el término bautizar tanto literal como figurativamente. En forma distinta en el Nuevo Testamento, la palabra raíz de la cual se deriva bautismo se utiliza para designar el lavado con agua, y se emplea cuando se habla de purificaciones judías y del bautismo de Juan, así como del Sacramento Cristiano del Bautismo.

El bautismo católico tuvo sus orígenes en la asimilación de las prácticas judías por parte de Jesús, como lo fue la inmersión en agua para marcar la iniciación a la vida cristiana. Al valor tradicional de conversión y purificación, le añadieron un significado nuevo y único: el bautismo como medio para hacer renacer por medio del Espíritu a quien lo recibe, y lo hace partícipe de la Resurrección de Cristo.

Anteriormente el que deseaba hacerse cristiano, tenía que arrepentirse de sus faltas, practicar los mandamientos y proclamar su fe en Cristo salvador. Hacerse cristiano suponía el riesgo de ser mártir.

En el siglo III las exigencias a los candidatos al bautismo se fueron haciendo cada vez mayores. La preparación previa, llamada catecumenado o catecismo, podría durar hasta 3 años. Ya que en la Iglesia primitiva sólo se bautizaba a los candidatos considerados aptos por su conocimiento de la doctrina y la liturgia de la Iglesia. El aspirante al bautismo tenía que ser presentado por otros cristianos que se ofrecieran como garantía de la sinceridad de su actitud (padrinos y madrinas). Además, tenía que renunciar a ciertos oficios que estaban ligados a la idolatría o a comportamientos contra los mandamientos, por ejemplo: magistrados y soldados.

En un principio se bautizaba sólo a adultos, porque se requería de la preparación previa. Pero cuando comenzaron a nacer hijos de familias cristianas, las cuales por consiguiente vivían acorde a las enseñanzas del Evangelio, se comenzó a bautizar también a los bebés, quienes luego serían educados cristianamente. Así nació esta inmemorial tradición de la Iglesia que llega hasta nuestros días. Los bebés no se bautizan en su propia fe, pues aún no la han descubierto, sino que se bautizan en la fe de la Iglesia.

Ya para la Edad Media, se bautizaba en gran parte de los países a los niños poco después de nacer. Poco a poco el bautismo por infusión (rito actual por el que se derrama agua en la cabeza del bautizado) sustituye al de inmersión.

El 28 de enero del año 28 de nuestra Era, Juan El Bautista le impartió el sacramento del bautismo a Jesucristo en las Aguas del Río Jordán.

¿Por qué habría que bautizar a los niños? ¿No sería imponerles una fe que ellos no aceptan libremente?

La fe nunca se impone. Simplemente se le dan al niño las "herramientas" para que comprenda la Fe y viva según la ley de Cristo. Si el niño que crece no quiere hacerlo, siempre será libre de rechazar la fe de sus padres. Pero la base sobre la que piensan los padres cristianos es que deben darle al hijo la oportunidad de pertenecer a la Iglesia y hacerse partícipes de los dones que administra con la autoridad del mismo Señor Jesús. Negarle esto a una persona significa no creer en la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo. Por ello, si los padres no tienen fe o la han perdido, les será difícil comprender el sentido de bautizar a su hijo recién nacido.

Bautizar a un niño es hacerle un regalo inmenso, desearle lo mejor, que es la vida en Cristo. Este es un regalo que en su futuro podrá aprovechar o lo podrá abandonar, pero que siempre tendrá a la mano para acercarse a la Iglesia y por medio de ella al mismo Señor Jesús. «La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños» -dice el CEC-.Por tanto, los padres -que son parte de la Iglesia también- privarían a sus hijos de ser parte del Cuerpo Místico de Cristo y les sustraerían la oportunidad de ir creciendo en la fe desde pequeño. Tendrá que comenzar desde cero siendo mayor.

La fe sólo puede crecer después del Bautismo (CEC 1254). Por ello, no es necesario un acto de fe perfecto previo al Bautismo. Una persona con síndrome de Down puede ser bautizada, aunque no pueda hacer una profesión de fe. En casos comunes, si bien el niño no puede pedir ni responder por su fe, el padrino lo hace en nombre del niño (CEC 1253). No bautizar a un niño indica que los padres no están dispuestos a transmitirle su fe a su hijo. Una actitud así sólo puede nacer de padres que no creen verdaderamente lo que profesan o que no consideran su fe como un don inmensurable.

Los padres que bautizan a sus hijos recién nacidos aceptan la misión de educarlos en su propia fe. Algunas preguntas sensatas que pueden ayudar:

Si mi hijo recién nacido nace con una enfermedad, ¿le niego la medicina argumentando que no es consciente de estar recibiéndola? ¿Diría que sería mejor esperar a que tenga suficiente uso de razón? Y si, por otro lado, alguien le regala algo hermoso o le quiere dar su herencia a mi hijo ¿me niego a que la reciba porque aún no es mayor? ¿No sería lo más sensato y justo que lo reciba y que, tiempo después, si él no está de acuerdo, lo rechace? Querer regalarle algo a alguien amado, ¿es una imposición?El pertenecer a Cristo marca nuestra naturaleza.

Después de ser bautizados ha habido un cambio sustancial en nuestras vidas. Somos "otros", si puede hablarse así. Pertenecer al Pueblo de Dios, a la Iglesia de Jesucristo, nos hace distintos de las personas que no lo son. Ser hijo de Dios no es un dato cualquiera añadido sin consecuencias. Ser hijo de Dios por el Bautismo es un don inmenso y es una responsabilidad que asumen los padres, y que luego delegarán a su hijo. Jesucristo dijo claramente a Nicodemo: «Quien no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3, 5). Jesucristo no excluye a nadie; todos necesitan del Bautismo. Si un niño no está bautizado, no es nacido del Espíritu.

El Bautismo en la Iglesia no es el bautismo de Juan. Por ello, que el Señor haya sido bautizado por Juan en un río, no significa que debamos hacerlo así. Porque Cristo recibió el Bautismo de Juan, que era un bautismo de penitencia, nosotros en cambio, recibimos el Bautismo de Cristo, en fuego y Espíritu. Por eso somos "cristianos" y no "bautistas". Y por eso los católicos bautizamos no como el Bautista lo hacía, sino como Cristo manda: «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

¿Qué sucede con los niños que mueren sin haber sido bautizados?

Un niño recién nacido tiene pecado, pues todos hemos heredado el pecado de Adán. Sin embargo, los niños que mueren sin ser bautizados son confiados a la misericordia de Dios. La Iglesia los confía a la misericordia de Dios «que quiere que todos los hombres se salven» (1Tim 2, 4) y a la ternura de Jesús con los niños, que le hizo decir: «Dejad que los niños se acerquen a mí, y no se lo impidáis» (Mc 10, 14). Esto nos permite confiar en que hay un camino de salvación para los niños que mueren sin el Bautismo. Pero si podemos tener la seguridad de salvar a un niño y no sólo eso, sino hacerlo partícipe de la vida misma de Cristo, no tiene sentido esperar y privarlo de todo ello.

CAPÍTULO PRIMERO

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

ARTÍCULO 1

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

1213 El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el

espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el

Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser

miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Cc. de

Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): "Baptismus

est sacramentum

regenerationis per aquam in

verbo"

...

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