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Estudio Biblico


Enviado por   •  3 de Marzo de 2014  •  3.363 Palabras (14 Páginas)  •  367 Visitas

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El mover del espíritu Domingo a.m. 25 Enero del 2009

Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Génesis 1:2

En el principio todo era caos, desorden, vaciedad. Aparece ante nosotros un panorama oscuro, nada prometedor, casi sin esperanza. Lo único que había en la tierra era incoherencia. Pero entonces, justo cuando la imagen no podía ser más devastadora, aparece Dios: “El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.- El Espíritu de Dios, Dios mismo, estaba allí, para resolver los problemas. De igual forma EL esta EN NOSOTROS para traer orden a nuestra vida, para darnos esperanza, viene a nuestra vida para desbordar su amor y su poder sobre nosotros. El es el administrador de todos los dones y de toda la herencia que tiene para nosotros aquí en la tierra.

Note entonces que el espíritu del desorden es una iniquidad que puede ser heredad hasta la cuarta generación.- Para desarraigar este espíritu de nuestra generaciones, únicamente lo podemos lograr a través de la ministracion del Espíritu de Dios que cambia el desorden en orden de nuestras vidas.

Este espíritu de desorden (INIQUIDAD) En arábigo tiene el significado de «doblar» o «desviarse del camino». - La primera enunciación de este espíritu proviene de los labios de Caín, con la connotación especial de «castigo»: «Y dijo Caín a Jehová: Grande es mi castigo para ser soportado» (Génesis 4:13). El significado básico aquí es «iniquidad». El término indica una ofensa, intencional o no, en contra de la Ley de Dios.

La «iniquidad» merece castigo porque es una ofensa a la santidad de Dios. Se advierte que Dios castiga nuestras transgresiones: «Cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera» (Jeremías 31:30). Hay además un sentido colectivo en que el uno es responsable por los muchos: «No te inclinarás ante ellas ni les rendirás culto, porque yo soy Jehová tu Dios, un Dios celoso que castigo la maldad de los padres sobre los hijos, sobre la tercera y sobre la cuarta generación de los que me aborrecen» (Éxodo 20:5 Rva). Ninguna generación, no obstante, debe considerarse bajo el juicio de Dios por la «iniquidad» de otra generación: «Y si preguntáis: ¿Por qué es que el hijo no cargará con el pecado de su padre? Es porque el hijo practicó el derecho y la justicia, guardó todos mis estatutos y los puso por obra; por eso vivirá. El alma que peca, esa morirá. El hijo no cargará con

el pecado del padre, ni el padre cargará con el pecado del hijo. La justicia del justo será sobre él, y la injusticia del impío será sobre él» (Ezequiel 18:19-20 Rva).

Israel fue llevada al cautiverio por los pecados de los padres y los suyos: «Las naciones sabrán también que la casa de Israel fue llevada cautiva por causa de su pecado. Porque se rebelaron contra mí, yo escondí de ellos mi rostro y los entregué en mano de sus enemigos; y todos ellos cayeron a espada» (Ezequiel 39:23 Rva).

A pesar de la seriedad con que Dios trata la «iniquidad» dentro de la relación del pacto entre Él y su pueblo, se le recuerda al pueblo que Él es el Dios viviente y que está dispuesto a perdonar la «iniquidad»: ¡Jehová, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad, que conserva su misericordia por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado.

En Isaías 53 aprendemos que Dios colocó sobre Jesucristo nuestras «iniquidades» , para que Él, herido por nuestras «iniquidades» , justificara los que en Él creyeren: «Verá el fruto de la aflicción de su alma y quedará satisfecho: por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará sobre sí las iniquidades de ellos» (Isaías 53:11 Nrv).

Dios cambia todo desordene en un perfecto orden, dejemos que SU ESPIRITU haga la obra perfecta en nosotros.

DESARROLLO:

 El Espíritu nos lleva a encontrarnos con Jesús

Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley. 28 él tomó al niño en sus brazos, y bendijo a Dios y dijo: 29 Ahora, Señor, permite que tu siervo se vaya en paz, conforme a tu palabra; 30 porque han visto mis ojos tu salvación. Lucas 2:27-30

El espíritu de Dios mueve a este hombre llamado Simeón, para que vaya al templo, note la bendición de dejarnos guiar por el espíritu para congregarnos.- SIMEÓN o SHIMEON, cuyo significado es: EL QUE OYE U OBEDECE, QUE ES OÍDO. (Génesis 29:33). EL QUE BENDIJO A JESÚS. Simeón ("escuchante") fue un judío típico en cuanto a obediencia a la Ley de Moisés y en cuanto a la esperanza en la venida del Mesías. Dios le había prometido que no moriría sin ver al Cristo. Estaba en el templo cuando María y José, de acuerdo con la Ley, llevaron al Niño para

circuncidarlo. Simeón, dirigido por el Espíritu Santo, conoció que el Niño era el Ungido de Dios y lo dedicó al servicio de Dios (Lucas 2:33 35).

Simeón fue impulsado para ir a encontrarse con Jesús. Una de las labores más importantes del Espíritu es la de conducirnos al templo. Pero ¿para que? Para tener un encuentro con Jesús. ¿Acaso no podemos hallar a Jesús en la calle, en la oficina, en la casa? Por supuesto que si. Pero hay algo importante en el templo, el Espíritu nos mueve para tengamos una vida de templo. Hebreos 10:25 no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca.

Nunca el Espíritu de Dios va a guiarnos para no ir al templo. Si alguna vez hemos amanecido cansados un domingo, y de repente todavía en la cama, escuchamos una voz que nos dice: “No vayas al templo, no te preocupes, yo se que estas cansado”. Podemos estar seguros de una cosa: Esa no es la voz del Espíritu.

Lucas 2:49 Pero Jesús les respondió: --¿Y por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en la casa de mi Padre?

 El Espíritu nos permite escuchar la voz de Dios

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pergamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Apocalipsis 1:10-13

A Juan le sucede lo mismo que a Simeón, con la diferencia

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