Hora Santa
Enviado por nadia_rodriguez • 3 de Marzo de 2015 • 2.421 Palabras (10 Páginas) • 219 Visitas
HORA SANTA POR LA PAZ EN LA RENOVACION DEL MUNDO
Exposición del Santísimo
Canto: Cantemos al amor de los amores
Cantemos al amor de los amores,
Cantemos al Señor, ¡Dios está aquí!
Venid, adoradores, adoremos
A Cristo Redentor.
¡Gloria a Cristo Jesús, Cielos y tierra, Bendecid al Señor!, honor y gloria a Ti,
Rey de la gloria, amor por siempre a Ti,
Dios del amor.
Guía: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Todos: Amén.
Guía: El Señor está ahora entre nosotros, vamos a alabarlo:
SE CANTA Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Guía:
Cuando la paz falta significa que estamos dejando a un lado los efectos que debe producir en nosotros la entrega de Jesús en la Cruz, es tiempo de comunicarnos más con Dios, tener más momentos con él, pensar más en él, para comprender qué es lo que quiere de nosotros, esforzarnos a cada instante y recordar que debemos dejar el pecado.
Desterrar de nuestros corazones la lepra del pecado, ayunar dejando de criticar a nuestro alrededor a nuestros hermanos, de la pereza, de la apatía, la ira, la soberbia, la avaricia, el control del poder que comete injusticias contra los más débiles, el frenar el acercamiento de Dios con el hermano por egoísmo.
Lector 1:
¡Y cuántas veces lo hemos hecho! ¡Cuánto más el ignorar el anuncio de la Buena Nueva a los pobres, la iluminación a los ciegos, la liberación de los oprimidos! ¡Cuánto desprecio a la obra de Cristo, cuando vemos que vivimos en un mundo de enfrentamientos y solo quedamos como espectadores! Aceptar y romper con las actitudes del pecado, liberarnos de la esclavitud que nos aleja de Dios.
Lector 2:
Es necesario tomar la decisión de querer salir de ese pecado, vencer el mal, vencer las tentaciones y esa intranquilidad que podemos recibir o provocar, acudir a la oración con hechos y acercarnos más a Jesús por el arrepentimiento y el sacramento de la reconciliación.
Lector 1:
Si queremos romper con el pecado, hay que permitir que seamos sanados, las curaciones son señales de la proximidad del Reino de Dios, de la liberación del maligno y de las fuerzas del mal, reencontrar la senda de la paz, y el Papa Francisco, muy acertadamente, ha convocado a todos los miembros de la Iglesia, a todos los creyentes, a todos los renovados y todos los hombres de buena voluntad, a que nos unamos en una súplica urgente y confiada al Dios de la Paz.
Todos:
Para que los hombres seamos capaces de combatir nuestras actitudes, es fundamental poner una tregua, calmar, pacificar nuestra conciencia y caminar hacia la paz mundial de la Renovación. Si somos hijos del mismo Padre y por ende, hermanos entre nosotros, estamos obligados a hacer el esfuerzo por reencontrarnos en la armonía, buscando el encuentro, acentuando lo que nos acerca y resolviendo con madurez adulta y pacifica nuestras diferencias.
Guía:
Jesús ora para entrar en intimidad con su Padre e identificarse con su voluntad, y la claridad que tiene de anunciar la Buena Nueva, nos enseña que sólo él puede vencer el mal y que es necesario unirnos a él si queremos vencer las tentaciones y los males que nos acechan. Que al recuperar la sanación interior, debemos ponernos al servicio de los demás, que debemos acudir a la oración.
Esta hora de adoración, de súplica y de intimidad con nuestro Dios de amor, presididos por Jesús, nuestro hermano y unidos todos en el mismo Espíritu Santo que nos convoca; y que nos hace tener conciencia de la voluntad divina, cumplir nuestra responsabilidad de anunciar con nuestro testimonio la Buena Nueva.
Tiempo de oración en silencio para colocarnos íntimamente en la presencia de Dios y para unir nuestros corazones al de Jesús, de modo que sea el quien una nuestras peticiones y las presente al Padre.
Guía: Jesús envía a sus discípulos a sembrar la paz
Cuando Jesús envió a los setenta y dos por delante de él a los pueblos que pensaba visitar, les encomendó la tarea de ir disponiendo los corazones a recibir la paz que él les iba a llevar: “Cuando entréis en una casa, decid primero –Paz a ésta casa- Si hay allí gente de paz, vuestra paz caerá sobre ellos, sino, se volverá a vosotros” (Lc 10, 5-6).
En la entrada triunfal en Jerusalén, los habitantes exaltados reconocían en Jesús al que venía a traer la paz a los hombres: “Bendito el Rey que viene en nombre del Señor; ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!” (Lc 19,38).
Cada aparición después de la Resurrección gloriosa, Fue un testamento en el que Jesús concedía la paz que había alcanzado para los hombres con su pasión y su muerte: “La paz esté con vosotros” (Jn 20,19.20.26)
Jesús se supo siempre enviado del Padre a traer la Paz a sus hermanos. Y cumplió perfectamente su tarea. Logró las condiciones para que se diera esa paz entre nosotros. Nos limpió de todas las culpas, Eliminó todos los obstáculos que impedían la llegada de la paz a los corazones de los hombres.
Lector 2:
¡Cuántas barreras hemos construido de nuevo! ¡Cuántos obstáculos hemos colocado en nuestros corazones y en los corazones de los demás, que impiden el asentamiento de la serenidad! ¡Cuántas veces nos colocamos nosotros y nuestras pretensiones y privilegios, por encima de la paz común, humillando a los más débiles, pisoteándolos en su dignidad, cometiendo injusticias contra ellos! Con nuestra actitud, hemos obstruido el camino de la paz unida a Jesús en los corazones de los hermanos.
Lector 1:
Señor, pondremos de nuestra parte para ser más dóciles y recibir con el corazón abierto la paz con la que nos quieres llenar a todos, te pedimos que nuestros corazones estén dispuestos a aceptar a los demás como hermanos.
Canto: TOMA MIS LAGRIMAS
Frente a Ti, junto a la Cruz,
Está éste pobre corazón, que no pudo más.
Frente a Ti, viene a expresar,
El dolor inmenso que siente, por su pecar.
Se dejó llevar por su debilidad,
Se dejó arrastrar por su infidelidad a Ti,
Y ahora está aquí, rendido a tus pies,
Destrozado y humillado.
Y éste corazón Señor, no tiene palabras,
No puede decir el dolor tan inmenso,
Que siente,
Toma mis lágrimas, acéptalas por favor,
No tiene otra cosa más que decir,
Sólo perdóname.
Frente a Ti, junto a la Cruz,
Mirarte no puedo, indigno soy.
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