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LA CASTIDAD, FUNDAMENTOS E HISTORIA


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  9.881 Palabras (40 Páginas)  •  456 Visitas

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CAPÍTULO I

LA CASTIDAD, FUNDAMENTOS E HISTORIA

Para poder hablar con propiedad de la castidad religiosa, nuestro tema de fondo, tenemos en primer lugar que remitirnos a los orígenes de la misma, tanto con el significado etimológico y formal de la palabra. Más adelante también veremos cómo con el paso del tiempo y en el transcurso de la llamada “Historia de la salvación”, el significado de castidad ha ido tomando formas diferentes hasta lo que es hoy.

1. Definición de castidad.

Etimológicamente, la palabra castidad, proviene de la voz latina castitas, Siguiendo la definición de Georg Schwaiger: “Castidad en la tradición cristiana, es la actitud correcta y éticamente ordenada ante los bienes de la sexualidad dentro de la totalidad de la persona humana sostenida por el amor a Dios” . La Iglesia nos enseña que la castidad “forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana” . En líneas generales, es una virtud que compete no solo a religiosos, sino también a todas aquellas personas que, abrazando la fe cristiana, tienen como compromiso esencial una vida íntegra, donde la sexualidad juega un rol importante, definido y ordenado. Si releemos la definición podremos caer en la cuenta que en ningún momento se habla de reprensión, ni tampoco de castración de los impulsos naturales, sino que al hablar de la sexualidad como un don de Dios, la definición de castidad es una invitación al hombre y a la mujer a hacer buen uso de ella con el único objetivo de su propia felicidad.

Ahora, la Iglesia Católica, amplía el panorama de la virtud de la castidad, El Catecismo mayor hablará de la castidad como una vocación que implica integralidad, entrega, don:

La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don .

El don de la sexualidad, no se reduce al ambiente genital, sino que conlleva distintos aspectos, entre ellos destaca la afectividad, el mundo de las relaciones humanas y por ende, el hacer vida las palabras de Cristo de “amarnos los unos a los otros” (Jn 13, 34). Como un regalo que nos viene de Dios, inherente a nuestra humanidad, está sujeto a nuestra responsabilidad. La sexualidad condicionará nuestro comportamiento frente a los demás, no sólo con las personas del sexo opuesto con las que podríamos tener una relación conyugal, sino con todos. Quizá la visión tan amplia de la sexualidad, es desconocida y reducida, pasando por los tabúes o las maquinaciones morbosas, el sensacionalismo o el puritanismo. Hablar de castidad, de vivir plena e íntegramente el don de la sexualidad habla perfectamente de la felicidad humana, no la reduce, la hace plena.

“La castidad es una virtud moral. Es también un don de Dios, una gracia, un fruto del trabajo espiritual (cf Ga 5, 22). El Espíritu Santo concede, al que ha sido regenerado por el agua del bautismo, imitar la pureza de Cristo (cf 1 Jn 3, 3)” . Desde este punto, la castidad es un llamado para todos y también un regalo sobrenatural que requiere de cuidados y perseverancia. Sin embargo, la manera de vivirla varía según el estilo de vida. No será la misma vivencia del laico que del consagrado, del casado que del sacerdote, pero sí será una necesidad en cada uno de los casos. ¿Cuál es esa necesidad? ¿Por qué obligar a todos a vivir esta virtud? Nosotros abordaremos la castidad desde la vivencia de los religiosos, tanto como voto, vivencia, problemática y mensaje. Con ello también queremos afianzar la verdadera noción del celibato, pues “No podemos afirmar que el célibe nace siéndolo, es el celibato un camino cuyos resultados van viéndose en el sujeto. ¿Cuánto dura? Toda la vida, siendo así una lucha constante , esta idea de celibato la refuerza la Iglesia en la exhortación “Vita Consecrata” que eleva la opción de la castidad a un grado de considerable importancia, sin menoscabar la opción matrimonial:

La excelencia de la castidad perfecta por el Reino, considerada con razón la «puerta» de toda la vida consagrada, es objeto de la constante enseñanza de la Iglesia. Esta (la Iglesia) manifiesta, al mismo tiempo, gran estima por la vocación al matrimonio, que hace de los cónyuges «testigos y colaboradores de la fecundidad de la Madre Iglesia como símbolo y participación de aquel amor con el que Cristo amó a su esposa y se entregó por ella» (nº 32) .

2. La castidad religiosa

Si el llamado a la castidad es de carácter universal, en miras a una vida integrada, fundada en el amor verdadero y un don de entrega; desde el ámbito consagrado, específicamente en el ámbito religioso, tiene un sentido aun más fuerte. El religioso ve la castidad en tres dimensiones, como lo hace con los otros votos , estas tres visiones son: la castidad como virtud, como voto y finalmente el espíritu de castidad.

El voto de castidad implica el celibato. El celibato es pues, el compromiso de quienes asumen el estado de vida eclesiástico de no casarse y por lo consiguiente no tener vínculos con nadie ni relaciones sexuales. Así como los demás votos, estos son emitidos por los religiosos en la profesión religiosa, son los consejos evangélicos, que, según la vida cristiana, nos ayudarán a vivir por el Reino de una mejor manera. Aquí es necesario aclarar que los sacerdotes que pertenecen al clero diocesano, no profesan los votos de castidad, pobreza y obediencia en su preparación hasta el sacerdocio, entre ellos existe el compromiso del celibato ante su obispo y la Iglesia .

Los hombres y mujeres que viven en comunidades religiosas en cambio, viven el voto de castidad fundamental y también según la espiritualidad de su instituto religioso. Con él se entregan íntegramente a la obra encomendada, reuniendo todas sus fuerzas, pensamientos y afectos en el ideal vivido día a día.

La castidad pide al religioso un amor completo, entregándole, por la fe en él, todo el ser, vale decir cuerpo y alma y las relaciones personales con los hermanos, haciendo que el amor sea para todos y no en exclusividad. La castidad consagrada equivale a un amor integral. Al entregar a Dios nuestra persona, asumimos y a la vez consignamos: todos los valores humanos de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu. Así, la castidad bien vivida y entendida ha ayudado en toda la historia

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