La Castidad
Enviado por genesismacias • 7 de Noviembre de 2013 • Ensayo • 6.950 Palabras (28 Páginas) • 375 Visitas
Cuando hablamos de castidad, es muy probable que nos encontremos con muchos malentendidos. Muchos creen que la castidad es lo mismo que “no tener sexo nunca”, y que “eso es solo para curas y monjas”. Pocos entienden su verdadero significado y eso hace que no pocos reaccionen negativamente y se burlen con tan solo mencionar la palabra.
Quizá nosotros mismos, en medio de tanta confusión e ignorancia, no terminamos de entender bien qué es la castidad. Por eso es importante aclarar su significado y sus implicancias, para tener las cosas claras y para poder dar razón a otros de su significado y su importancia para todos.
Lo primero es referirnos a la etimología de la palabra. Castidad viene del latín castus, y se traduce al español como puro. Por tanto castidad ypureza son sinónimos, significan lo mismo.
Sobre la pureza podemos decir que la buscamos y preferimos en todo.Así por ejemplo, cuando se trata de beber agua, procuramos beber agua pura y no sucia. Lo mismo podemos decir del aire, o del alimento, etc. Si se trata de metales, o de joyas, sucede lo mismo: su calidad o valor aumenta de acuerdo a su pureza. Pensemos en un diamante, por ejemplo. Y si de personas se trata, nos repugna la compañía de una persona sucia y maloliente, mientras que nos agrada la compañía de personas limpias y perfumadas. Y así se da en todo:naturalmente preferimos lo que es puro y limpio, lo que no quiere decir que no haya personas perturbadas que prefieran la suciedad u otras que no tienen alternativa, por ejemplo, cuando se trata de beber agua: si no hay otra agua para beber, mejor es arriesgarse a tomar agua sucia que morirse de sed.
¿A dónde vamos con todo esto? Pues bien, la castidad es la virtud que purifica el amor humano. Sí, y es que no todo lo que dice ser amor es verdaderamente amor, o no todo amor es de por sí un amor puro. Hay un amor puro y hay otro que no lo es, y todo amor humano necesita purificarse continuamente para que no se contamine.
A estas alturas te estarás preguntando: ¿Es que el amor puede ser o tener algo impuro? Y si es así, ¿qué es lo que hace impuro el amor? Sí, el EGOÍSMO hace impuro el amor, es más, el egoísmo incluso se puede disfrazar de amor para obtener lo que quiere de la otra persona, como se ve en una encuesta realizada entre jóvenes varones universitarios en EUA: el 40% admitió haberle dicho a una mujer “te amo” solo para obtener sexo.
La castidad purifica el amor humano del egoísmo. ¿Y qué es el egoísmo? Ponerse a uno mismo primero, buscar los propios intereses antes que el bien de los demás. Es “amarse uno a sí mismo” por encima de todos, y querer que lo amen a uno por encima de todo. Soy egoísta cuando quiero que la otra persona haga lo que yo quiero y no lo que es bueno para ella. Soy egoísta cuando antepongo mis caprichos, mis impulsos o mi placer al bien de la otra persona. Si lo primero que busco en una relación es disfrutar del placer que me da, aunque sea “de mutuo acuerdo”, estoy siendo egoísta y la otra persona también. La relación se convierte en un egoísmo compartido por dos solitarios, por dos “mendigos” que buscan algo en el otro que pueda satisfacer de alguna manera su gran vacío interior, su gran vacío de amor.
Al egoísta no le importa hacer sufrir a otras personas, causarles daño con tal de obtener lo que quiere. Como hemos dicho, a veces el egoísmo se disfraza de “amor” con tal de obtener lo que quiere. Otras veces, cuando hay un amor incipiente, cuando hay un afecto verdadero entre un joven y una joven, el egoísmo es capaz de deformar y destruir el amor naciente. Ese egoísmo se mete en la relación cuando los besos se tornan apasionados, cuando llevados por el impulso se exceden en caricias, cuando no hay un dominio personal y se avanza cada vez más hacia el sexo.
Alguno objetará: “pero si los dos estamos de acuerdo y nos amamos, ¿qué tiene de malo?” Te respondo: cuando la búsqueda del placer y del sexo entran en la relación antes de tiempo (o sea, antes del matrimonio), la relación se distorsiona. El amor es como una semilla que echa su tallo. Si no lo cuidas, si lo expones al fuego o al sol intenso, se puede marchitar y morir. Para que el amor crezca y madure, para que se convierta en un árbol sólido que dé buenos frutos, hay que cuidarlo con la castidad, con el mutuo respeto, poniendo los límites claros y luchando juntos por mantenerlos. El grave riesgo que se corre cuando se adelantan las cosas es éste:
«Hace once meses que estoy con mi enamorada, recién hemos tenido relaciones sexuales por primera vez y me duele tanto haberlo hecho, porque desde que lo hice ya no soy capaz de mirar su corazón como lo hacía antes; ¡ahora sólo pienso en eso!» (17 años)
¿Entiendes? Había amor, pero un amor incipiente, un amor que necesitaba madurar, crecer, hacerse fuerte en la espera. Al apresurarse, la mirada del joven se deformó, se enturbió. Y eso es lo que suele suceder en un hombre que no tiene madurez, que no es capaz de dominarse, de esperar, de purificar sus intenciones: deja de ver el corazón de su amada y empieza a verla cada vez más como un objeto de placer. Así crece el egoísmo, y el amor decrece y se marchita.
Esa desviación y deformación del amor es un peligro del que muy pocos jóvenes son conscientes, y que muchos se niegan a aceptar que pueda pasarles a ellos, “porque lo nuestro sí es amor”. Pero lamentablemente se produce con mucha facilidad cuando se exceden los límites en la relación, cuando se da rienda suelta a la sensualidad que va llevando poco a poco al erotismo y a las relaciones sexuales. En palabras de una joven:
«Yo tenía 15 años y creía con todo mi corazón que era amor. Me dijo que si lo amaba, se lo debía demostrar. Así que lo hice. Al poco tiempo, él ya no quería pasar tiempo conmigo; estaba pasando el tiempo sólo con mi cuerpo».
La experiencia de otra joven nos ayuda a reforzar más aún esta realidad:
«Me di cuenta que mi relación fracasó totalmente porque después de haberme entregado no había libertad, se fue el respeto, ni paz ni tranquilidad estaban en mi día a día, se acabaron los detalles y después de eso dejó de haber confianza, ocasionó millones de problemas y en vez de sentirme segura me sentía insegura al 100%».
La castidad no limita el amor ni lo reprime, sino que lo purifica del egoísmo y lo eleva a su plena madurez. La castidad no va en contra de tu naturaleza, no es “antinatural” como algunos quieren hacernos creer, sino que “te vuelve de salvaje en humano”, más aún, en divino, y así la castidad hace que tu naturaleza humana evolucione a un nivel espiritual superior. Sólo entonces serás capaz de amar y ser amado/a como lo reclama tu corazón, porque fuiste hecho/a para el amor y porque sólo un amor verdadero podrá satisfacer
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