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Mandamientos


Enviado por   •  28 de Mayo de 2013  •  6.576 Palabras (27 Páginas)  •  298 Visitas

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DÉCIMO MANDAMIENTO:

NO CODICIARÁS LOS BIENES AJENOS

Por Modesto Lule msp

teologomsp@gmail.com

Twitter: @ModestoLule

Con este último escrito se cierra lo que podemos llamar una forma de explicar lo que son los diez mandamientos en nuestro tiempo. Es curioso notar como el primero manda amar a Dios sobre todas las cosas y el último remarca que no debemos codiciar bienes ajenos. No es que sea pecado aspirar a tener cosas materiales. El décimo mandamiento prohíbe el deseo desordenado, nacido de la pasión inmoderada de las riquezas y del poder. Cuando el corazón del hombre se apasiona por los bienes materiales muchas veces pierde la razón y es capaz de buscarlos por todos los medios a su alcance, incluyendo el robo. Este último mandamiento nos exhorta a que no debemos desear tener lo que otros tienen; a no ser envidiosos. Dios ha dado a cada hombre lo que Él ha querido y a cada uno le pedirá cuenta del uso que de esos bienes haya hecho durante su vida. Por lo mismo nos vamos a enfocar sobre la búsqueda de bienes materiales en forma desmedida.

En este último artículo dedicado a los 10 mandamientos voy a evitar de escribir pensamientos muy personales y la reflexión la voy a hacer más en el contexto bíblico. Dios nos habla siempre, pero muy pocas veces nos damos cuenta.

Lo que nos enseña san Pablo.

En la Biblia ya San Pablo nos advierte que es muy peligroso seguir las inclinaciones de este mundo: “Los que viven según las inclinaciones de la naturaleza débil, sólo se preocupan por seguirlas; pero los que viven conforme al Espíritu, se preocupan por las cosas del Espíritu. Y preocuparse por seguir las inclinaciones de la naturaleza débil lleva a la muerte; pero preocuparse por las cosas del Espíritu lleva a la vida y a la paz”. (Rom. 8, 5-6) No es nada sano pensar que podemos vivir absolutamente sin nada en este mundo. Las cosas materiales vienen siempre a facilitarnos la vida y a darnos cierto tipo de placer. Pero debemos tener cuidado de no caer en la idolatría a los bienes materiales ya que pueden ser peligroso para nuestra alma, ya sea si esos bienes los tenemos o si aspiramos a tenerlos. Jesucristo mismo nos señala: "Donde está tus riquezas allí estará tu corazón" (Mt 6,21).

Lo que nos enseña Jesucristo.

Otra recomendación que amplía el consejo para no dedicarnos a amontonar riquezas nos la da Jesucristo en una parábola cuando dijo: -Cuídense ustedes de toda avaricia; porque la vida no depende del poseer muchas cosas…«Había un hombre rico, cuyas tierras dieron una gran cosecha. El rico se puso a pensar: “¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha.” Y se dijo: “Ya sé lo que voy a hacer. Derribaré mis graneros y levantaré otros más grandes, para guardar en ellos toda mi cosecha y todo lo que tengo. Luego me diré: Amigo, tienes muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, goza de la vida.” Pero Dios le dijo: “Necio, esta misma noche perderás la vida, y lo que tienes guardado, ¿para quién será?” Así le pasa al hombre que amontona riquezas para sí mismo, pero es pobre delante de Dios.» (Lc.12, 15-21)

No hay que desgastarnos la vida por buscar solamente cosas materiales. Jesucristo dice: Pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas. (Mt. 6,33)

Hasta la próxima.

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Gracias y que Dios te bendiga.

NOVENO MANDAMIENTO:

NO CONSENTIRÁS PENSAMIENTOS NI DESEOS IMPUROS

Por p. Modesto Lule msp

padremodestomsp@gmail.com

Twitter: @ModestoLule

“Una tarde, al levantarse David de su cama y pasearse por la azotea del palacio real, vio desde allí a una mujer muy hermosa que se estaba bañando. Esta mujer estaba apenas purificándose de su período de menstruación. David mandó que averiguaran quién era ella, y le dijeron que era Betsabé, hija de Eliam y esposa de Urías el hitita. David ordenó entonces a unos mensajeros que se la trajeran, y se acostó con ella, después de lo cual ella volvió a su casa. La mujer quedó embarazada, y así se lo hizo saber a David”. (2 Sam. 11, 2-5)

Esta historia narrada en la Biblia nos puede ayudar para comprender mejor este mandamiento. Para esto vamos a tomar nuevamente el texto bíblico que ya hemos citado y explicarlo por si alguien no conoce el contexto de este. David es rey del Pueblo de Israel, el segundo rey, para ser más específicos. Este mismo David fue el que venció al gigante Goliat cuando Saúl era el rey. Ahora han pasado los años y han elegido a David. Como rey, éste, tiene su esposa y concubinas; según la costumbre de aquel tiempo. Pero cierto día después de levantarse de su siesta, (cosa que no debería estar haciendo, ya que su ejército estaba en batalla y como deber de un rey de esa época debía estar al frente de la batalla) vio a una mujer muy bella cuando se bañaba. (¿Qué tenía que andar mirando el rey donde las mujeres tomaban el baño? El hombre comienza a tener pensamientos y deseos impuros cuando busca donde no debe. Quien sinceramente desea evitar un acto prohibido, debe evitar también el camino que lleva a él.) Después de haberla visto, los pensamientos comenzaron a procesarse nació el mal deseo.

Según los moralistas los deseos por una mujer no son en sí malos. El deseo es un fenómeno básicamente humano que forma parte del instinto de conservación. Así el deseo de amor o de una razonable posesión de bienes, son fundamentales para un equilibrio psicológico de la persona humana. De igual manera el deseo de éxito, de prestigio y de ser más feliz. La Biblia de ninguna manera prohíbe los deseos. Incluso Jesucristo nos anima a pedir. (Mc. 11, 24) Pero en el caso del rey David el deseo es equivocado. Y es equivocado porque la mujer que se puso a espiar es casada. Y muy a pesar de saber que es casada manda por ella y tiene relaciones sexuales. Un pecado siempre lleva a otro y aquí nos lo muestra claramente. La mujer queda embarazada, se lo dice a David, después éste manda a traer al esposo para que tenga relaciones con su esposa y su pecado quede oculto. El esposo no quiso estar con ella y David lo regresa a donde estaba pero con una orden de ponerlo en el lugar más peligroso hasta que muera.

Conclusión.

“Este mandamiento se refiere

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