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María en el Antiguo Testamento:


Enviado por   •  8 de Abril de 2017  •  Resumen  •  20.108 Palabras (81 Páginas)  •  516 Visitas

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María en el Antiguo Testamento:

La vocación desde Abraham a las mujeres de Israel

1. La vocación en el Antiguo Testamento

La Sagrada Escritura no nos ofrece ninguna enseñanza teórica sobre lo que es la vocación. Tampoco tiene un esquema particular de donde podamos deducir una doctrina. Sin embargo, a través de las narraciones que nos pintan los diversos llamados, podemos observar ciertos rasgos constantes y característicos del modo de actuar de Yahvé.

Es un hecho del todo personal

Pocos autores habrán analizado más a fondo el aspecto personal de la vocación, que Gabriel Marcel; pero a pesar de que éste parte de la reflexión filosófica, en los puntos fundamentales coincide con los que descubrimos en las descripciones bíblicas. Pero una teoría de la misma es sumamente difícil, por su carácter tan íntimo : "En quien la vive, sobre todo cuando madura a través de experiencias diversas y graduales, aparece como algo que forma parte integrante de uno mismo. Y es precisamente este carácter suyo de intimidad el que lo hace, por su misma naturaleza, refractario al análisis".

Hay una "analogía de las vocaciones"

Es verdad que cada una es un caso personal, una historia propia y apropiada, llena de experiencias singulares. No es posible por ello forzarlas en un sistema, y mucho menos "deducirlas" de ciertos principios. Sin embargo la Escritura nos ofrece ciertos rasgos análogos entre las distintas llamadas: la base de dicha semejanza es que, por una parte, se colocan dentro de una misma historia de la salvación; y por otra su autor es el mismo Dios, que se nos revela a través de su actuar con su pueblo como un ser personal y libre (por ello escoge a quien él quiere) pero también congruente y consecuente con su ''modo de ser", que conocemos no por una enseñanza teórica, sino por su manera constante de proceder con Israel.

Toda vocación bíblica es cristocéntrica y soteriológica

Por más que en el Antiguo Testamento la orientación cristológica se encuentre aún implícita. Así, ya la vocación de Abraham fue, en la intención de Dios, orientada a preparar el origen del pueblo de su Hijo. Todas las demás vocaciones veterotestamentarias son salvíficas (la misión del llamado es ser para Israel un mediador de la salvación que viene sólo de Yahvé y en progresivo acercamiento a la salvación mesiánica), y sin esta orientación específica, no tendría sentido alguno la vocación misma de María: "No es posible sentirse llamado por Dios, descubrir la propia vocación, sin una relación real con la Palabra de Dios por excelencia, la cual incluye dentro de sí todas las otras palabras de Dios. Jesús es, con toda plenitud, la Gran Palabra de llamada para el mundo. Aquel que contiene todo el plano de salvación para la humanidad, al cual, por tanto, deben hacer referencia todos nuestros proyectos. El es el lugar y ámbito de nuestras elecciones. Toda opción vocacional adviene en el interior de una historia de relación con Jesucristo. De otro modo no sería opción vocacional en relación a la Palabra de Dios, sino que se convertiría en simple búsqueda personal ajustándose a circunstancias concretas e inmediatas".

La llamada de María

No puede situarse sino en este contexto bíblico. Es ciertamente del todo particular, personal, no deducida de principio alguno, sino enteramente gratuita de parte de Dios. Es una historia propia y apropiada libremente de parte de la Madre de Jesús. Por eso hemos de estudiarla en su íntima singularidad. Y sin embargo no podemos disociarla ni de la historia de la promesa, ni de su ser en función de la obra liberadora de su Hijo, ni de su total orientación hacia el Pueblo de Dios redimido por Jesucristo. Sin toda esta riqueza de aspectos, las gracias y privilegios mismos de María no tienen sentido. Comenzamos por situarla en el contexto de las vocaciones en Israel, para lo cual escogemos algunas muy concretas: las de Abraham, Sara, Ana, Rut, Ester y Judit.

2. La vocación de Abraham

Desde su llamada por Yahvé hasta su muerte (Gen 11,27-25, 11), Abraham es un hombre fiel a Dios. El relato de la vocación de María está hecho en continuidad con la de Abraham, de manera ya explícita (Le 1, 52), ya implícita (Le 1,37).

Desconcierta ver a Abraham que responde tan generosamente a un Dios que él desconoce y del que ignora aun el nombre. "Entonces ¿por qué la Palabra del Dios desconocido encuentra el eco de la respuesta de Abraham, y por qué el relato se impone sobre el lector con exigencias de crédito?". Porque Abraham es el "Padre de una multitud (esto es del Pueblo)".

Abraham es la imagen de Israel en su raíz, que recibe la promesa y responde en la fe, para toda su descendencia. Por eso él es el "Padre en la fe", y no sólo de los hebreos de sangre (cf. Rom 4.11-12.16), sino de todos aquellos que creemos en el Dios único (así por ejemplo lo es de Rut la moabita).

Abraham es el tallo del Pueblo de la promesa: nada más interesa del Patriarca. A partir de él, su Dios (que sólo mucho después será conocido como Yahvé) es el Dios fiel a sus promesas, que ya desde Abraham ha establecido una alianza que llega a su cumbre veterotestamentaria en Moisés, y neotestamentaria y definitiva en Jesucristo.

En este ultimo sentido, algo muy semejante ocurre con la manera como se nos ofrece en el evangelio la figura de María. He aquí algunos rasgos fundamentales de la vocación de Abraham:

La iniciativa viene de Yahvé

Es él quien lo llama. La Escritura no usa siempre la palabra "llamó", sino con más frecuencia se expresa con términos equivalentes: "juramento", "promesa". O más simplemente: "Y Dios dijo..." (Gen 1, 3, etc.).

Es Él mismo que, llamando al cristiano, crea en él la justificación, la comunión de vida con el Dios viviente, para introducirlo en el único Cuerpo de Cristo, y en su reino y gloria. Y es esa Palabra creadora la que ha fecundado con Isaac el seno estéril de Sara y con Jesús el seno virgen de María, ya que "ninguna Palabra es imposible a Dios" (Gen 18, 14; Le 1, 37): la "descendencia" de Abraham llega a su cumplimiento de la Palabra que promete, por la Palabra creadora que realiza: en Isaac como prenda, en Jesucristo como consumación definitiva (Gal 3,16).

De dónde es llamado Abraham

De su tierra, de su patria, de la casa paterna (Gen 12, 1), "del profundo de su propia identidad": La vocación a ser padre de la fe de una numerosa descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar y a recibir en herencia la tierra prometida (cf. Gn 15, 5-7) exige

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