Mensaje Y Vida De Jesús: El Padre. El Hijo. El Espíritu. Conclusión
Enviado por olich • 28 de Noviembre de 2013 • 3.662 Palabras (15 Páginas) • 399 Visitas
Trinidad
DJN
SUMARIO: Mensaje y vida de Jesús: El Padre. El Hijo. El Espíritu. Conclusión.
La concepción de Dios como Trinidad es rasgo típico y único de la fe cristiana. Dicho de otro modo: la Revelación de Dios como Uno y Trino tiene su origen y fundamento en Jesús.
Ello, sin embargo, no equivale a decir que Jesús habló sin más y con toda claridad a sus oyentes palestinos de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo tal como luego ha confesado la Iglesia; mucho menos aún que les llamase «personas divinas» o de otra manera más o menos semejante y que afirmase la unidad esencial o consusbstancial de los tres.
Para un cristiano actual aun sólo ligeramente informado sobre su fe no ha de resultar difícil aceptar que Jesús no proclamase algo parecido a «Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo», «Yo soy el Hijo de Dios e igual a Él», «aparte de mí hay un tercero en Dios que es el Espíritu Santo», «somos iguales y somos tres y uno a la vez», etc.
Desde luego frases de algún modo equivalentes o parecidas a éstas aparecen en los Evangelios -sobre todo en el de Juan- como expresiones de Jesús. Pero han sido puestas en su boca por los primeros cristianos, comunidades y evangelistas. Si se toman como palabras directas del Maestro -«ipsissima verba lesu» es la expresión técnica- es que no se entienden los Evangelios ni cómo se escribieron y, con ello, el fundamento de la fe no es sólido, porque se apoya en algo inexacto. Este punto debe quedar muy claro desde el principio, lo que no equivale a negar que la concepción de Dios como Uno y Trino carezca de base en Jesús. Sólo que las cosas son más complejas. Un breve esquema expositivo sería, más o menos, en orden cronológico inverso y de más claro a menos, el siguiente sólo a partir del Primer Concilio de Constantinopla, el segundo ecuménico, (año 381) podemos hablar de que existiese una básica doctrina dogmática clara de la Trinidad, con la definición de la divinidad del Espíritu Santo, previamente, en el Concilio de Nicea (año 325), se había establecido la doctrina de la divinidad del Hijo «consubstancial» con el Padre. En los siglos anteriores (II y III) las cuestiones relativas a lo que luego habría de ser la doctrina trinitaria completa habíanse tratado amplia y polémicamente en la Iglesia a propósito de las que luego se han llamado controversias trinitarias. Evidentemente estas doctrinas tienen su base principal en las afirmaciones del Nuevo Testamento. En sus páginas encontramos muchos textos que hablan del Padre, Hijo y Espíritu, unas veces juntos, otras por separado, unas veces mencionando a los tres, otras sólo a dos de ellos. Lo cual sucede tanto en las cartas paulinas como en la obra de Juan y en los Evangelios Sinópticos.
Tales textos ofrecen muchos datos para poder hablar con fundamento sobre la Trinidad divina. Pero sabemos que mucho de lo que dicen los mismos Evangelios no es una exacta reproducción, más o menos taquigráfica, de las palabras de Jesús, sino que es elaboración que las comunidades primitivas y los autores neotestamentarios hicieron de las enseñanzas y acciones del Maestro. Elaboración sin duda fiel, pero que explicitaba más y formulaba más claramente lo que Jesús dijo e hizo de manera menos patente.
Por tanto, si queremos saber (más o menos) lo que Jesús dijo e hizo que fuera fundamento de las posteriores formulaciones trinitarias, hemos de ser cuidadosos en el discernimiento de los textos neotestamentarios y nuestras expectativas sobre los resultados han de ser forzosamente modestas.
MENSAJE Y VIDA DE JESÚS
Dentro de lo que podemos saber, ¿qué dijo, enseñó, hizo Jesús durante su vida que diera origen a las posteriores formulaciones trinitarias tanto en el Nuevo Testamento como en la tradición? ¿Cómo hablaba de Dios? ¿Qué base tiene en la predicación de Jesús la fe de la comunidad cristiana en un Dios uno y trino?
El Padre
Es bastante probable -o al menos posible- que el origen de la confesión neotestamentaria de la Trinidad tenga su origen en uno de los datos más sólidos y seguros de la predicación de Jesús, considerada desde el punto de vista histórico: la presentación que él hizo de Dios como «Abbá». Esta es una de las aportaciones centrales, más nuevas y originales del mensaje «teológico» de Jesús de Nazaret. Y hasta puede considerarse el centro de su mensaje en lo referente directamente a Dios. Dejar la palabra en arameo -el lenguaje de Jesús- aun en contextos culturales donde resultaba incomprensible y había de traducirse (Gal 4,6; Rm 8,15; Mc 14,36) es un indicio de la impresión que causó esta forma de hablar de Jesús.
«Abba» no significa sólo «padre», aunque ésa sea la traducción más corriente. Es una forma del substantivo «padre» (estado «enfático»), que destaca los aspectos que en nuestras lenguas modernas están presentes o connotadas en el término «papá». Es la manera en que los niños pequeños se dirigían a su padre. Aun fonéticamente la palabra aramea parece imitar los balbuceos iniciales de los bebés. Indica cercanía, confianza, seguridad, ternura... una intimidad sin precedentes en ninguna visión religiosa anterior.
Nunca antes Dios había sido visto con estas características tan acusadas. Algún pasaje del Antiguo Testamento (Os 11,1-9) se acerca algo a esa visión y no es imposible que Jesús se inspirara en él. Pero no es la forma corriente de concebir a Dios. No se puede explicar la visión de Dios que late en la expresión de Jesús por un simple desarrollo lineal del concepto de Dios veterotestamentario. Otros rasgos predominan en esa imagen, que no será preciso exponer aquí. No se trata únicamente de que Jesús insistiera en esa visión de Dios como padre/papá con formulaciones concretas. De otras expresiones suyas emerge algo semejante. Sin llamarle explícitamente Abbá en la parábola de los dos hijos (Lc 15,11-32) -incorrectamente llamada «del hijo pródigo»- sugiere lo mismo una figura paterna que acepta incondicional y gratuitamente, por puro amor, a hijos no merecedores en absoluto de tal acogida.
Un resumen no inexacto del mensaje central de Jesús, latente también en la predicación del Reino, es decir, que Dios está incondicionalmente a favor de los seres humanos y, de modo especial, de los más necesitados por diversos motivos: pobres, pecadores, etc. Lo cual es otro modo de afirmar la paternidad de Dios.
Pero esta presentación de Dios hunde sus raíces, como no puede ser menos, en la experiencia personal de Jesús.
Hay indicios importantes de que Jesús se dirigió a Dios no sólo como Abbá de los seres humanos, sino como a su propio
...