Siete Reflexiones A Partir Del Mensaje Sinodar
Enviado por fanielaiho • 24 de Mayo de 2013 • 2.185 Palabras (9 Páginas) • 349 Visitas
Siete Reflexiones a partir del Mensaje Sinodal
Después de varias semanas de dedicación plena a la reflexión conjunta sobre la nueva Evangelización, de celebraciones litúrgicas y de oración y discernimiento, los participantes en el Sínodo habrán quedado hondamente afectados por esta gran preocupación: ¿cómo relanzar la misión evangelizadora en este momento de la historia de la humanidad? Cada uno ha ofrecido su peculiar aportación. En esta página web he ido publicando algunas de ellas, que me han parecido especialmente significativas. El Mensaje nace de ese clima. No pretende decirlo todo. Simplemente comunicar el sentimiento común, la preocupación, los sueños. Es la última oportunidad que se les ofrece a los miembros del Sínodo para expresarse conjuntamente y enviar un mensaje a la Iglesia y a la Sociedad. Dejarán después al Papa el medio centenar de Proposiciones. Será Benedicto XVI quien proponga después el tema sinodal en una Exhortación Apostólica.
Partiendo de esta reflexión inicial, ofrezco seguidamente algunos puntos para nuestra reflexión.
• La nueva Evangelización tiene su principal protagonista y actor en el Espíritu Santo. El n. 6 del Mensaje es –a mi modo de ver- la clave para entender adecuadamente qué es la Nueva Evangelización. En su intervención en el aula sinodal había advertido Mons. Bruno Forte sobre la necesidad de una visión más “pneumatológica” de la nueva Evangelización. No se puede decir que el Mensaje en cuanto tal asuma esta perspectiva. En no pocas de las intervenciones en el Aula sinodal las referencias al Espíritu Santo o no existían o parecían notas al pie de página. El mensaje sigue esa línea, pero exceptuando un magnífico número: el n. 6, que en mi síntesis he titulado “El Espíritu del Señor, primer actor de la nueva Evangelización”. La misión evangelizadora en nuestro tiempo es, ante todo, la Misión del Espíritu pues el Espíritu ha sido enviado por el Abbá y por Jesús, el Señor Resucitado a la Iglesia y a toda la humanidad. Es el Espíritu quien hace memoria de Jesús, quien nos lleva a la verdad completa, quien suscita en nosotros –como un gran don- la fe, es el Espíritu quien convierte, quien ora, quien crea comunión, quien lucha victoriosamente contra todos los malos espíritus. “Allí donde está el Espíritu está la libertad”. El Espíritu no suprime nuestra colaboración: la suscita. La misión evangelizadora es para nosotros colaboración humilde y generosa con el Espíritu Santo. Y se traduce en nuestra vida como “espiritualidad” o conexión permanente con el Espíritu del Abbá y de Jesús. Lo expresó muy bien el Concilio Vaticano II en la Constitución “Dei Verbum”:
“El Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente (cf. Col., 3,16)” (Dei Verbu, n. 8).?”.
• La nueva Evangelización es también presentada por el Mensaje como “encuentro con Jesucristo”. La mediación para todo encuentro con el Señor Resucitado es siempre el Espíritu Santo. Gracias a la invocación del Espíritu acontece el misterio de la Consagración de los dones en el cuerpo y en la sangre de Jesús Gracias a la invocación del Espíritu la comunidad eucarística se convierte en un solo Cuerpo y un solo Espíritu. Gracias al Espíritu somos llevados a la Presencia de Jesús y gracias al Espíritu Jesús viene a nosotros y se hace el encontradizo. En el Espíritu nos encontramos con el verdadero Jesús, Evangelio de Dios. El Espíritu –decía Kathryn Tanner- “irradia la humanidad de Jesús”.
• Es paradójico que la Iglesia sea “koinonía del Espíritu Santo”, pero esta es la condición de su misión. Hay aquí una paradoja: porque “koinos” (de donde viene koinonía) significa “impuro” y “hagios” (santo) todo lo contrario. Con ello se indica que la santidad del Espíritu no lo “separa” de la Iglesia que es también pecadora, impura, ni tampoco del mundo: el Espíritu ha sido derramado sobre toda carne. Decía Paul Evdokimov que “sabemos dónde está la Iglesia; pero no nos compete a nosotros juzgar dónde no está la Iglesia”. Sólo el Espíritu lo sabe. La Iglesia es invitada por el Espíritu a colaborar en su misión sin cerrarse, dispuesta escuchar y también a hablar y dar testimonio. La misión de la Iglesia no predetermina la misión del Espíritu. Es al contrario: la misión del Espíritu ha de predeterminar la misión de la Iglesia en todo momento. La Iglesia ha de estar dispuesta a “des-poseerse”, ha de renunciar al pensamiento totalitario. La causa de Jesús -en cuanto que Él es la revelación de Dios, el Hijo de Dios- es -¡ni más ni menos! “la cuestión de Dios”. Hablar de Dios es hablar de Jesús. Ésta es la gran cuestión que nosotros –los seguidores de Jesús- llevamos al diálogo interreligioso (Rowan Williams, The finality of Christ), llevamos a la sociedad influenciada por el secularismo, el ateísmo, el agnosticismo, el olvido de Dios.
• La nueva Evangelización es también “glorificación”, doxología. El Espíritu Santo no solamente nos lleva a la verdad completa. Él es el glorificador de Dios Padre del Hijo. El Espíritu lleva la obra de Dios -la creación y la redención- a su apoteosis. De ahí la importancia que tiene en la nueva Evangelización la glorificación de Dios a través, sobre todo, de la Liturgia sacramental y mistérica, pero también a través de la piedad popular. Ahí está el Espíritu Santo “glorificando”, mostrándose en el rostro de todos los redimidos en su infinita diversidad (Vladimir Lossky). La nueva Evangelización puede ser comprendida como la gran iniciativa del Espíritu Santo en nuestro tiempo para “dar gloria a Dios”, al Abbá y al Hijo Jesús, para descubrirle a la humanidad actual sus valores, sus virtudes, sus logros, su humanismo, su belleza y, al mismo tiempo, para sanarla de sus males y errores y expulsar de ella los malos espíritus que intentan dominarla. Y también es una gran iniciativa del Espíritu Santo para descubrirle a la Iglesia cuánto es amada por Jesús, cuántos valores y virtudes la adornan, cuánta belleza irradia con su liturgia, su caridad, su doctrina, su testimonio y para sanarla también de sus impurezas, sus males, sus pecados, su parálisis misionera.
• ¿Y qué novedad? La novedad que la nueva Evangelización, así entendida, aporta no excluye obviamente nuevas estrategias misioneras, ni nuevos lenguajes o formas de comunicación, ni tampoco la creatividad artística o la agudeza intelectual para hacer más bello el mensaje y la presencia. “Lo nuevo” acaece, sobre todo, en un nivel más profundo: en
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