Trascurso D Ela Vida

Crónica. Ella es una de las niñas que más tiempo ha permanecido en la Unidad de Cuidados Intensivos del Instituto Nacional de Salud del Niño de San Borja. Un trabajo médico intenso la salvó de la muerte y hoy celebra esa nueva oportunidad.

A los 14 años de edad, como es comprensible en todo adolescente, Inés Lucas había decidido salir adelante, estudiar y ser algún día doctora. Nada parecía que colmara más su noble espíritu que atender a las personas, curarlas, y nada parecía que podría hacerla cambiar de opinión. Sería doctora.

Cuando llegó a Lima en diciembre del año pasado procedente de Huánuco, donde viven sus padres y sus hermanos menores, Inés se fue a vivir a San Juan de Lurigancho, a la casa de un hermano mayor, que siempre le preguntaba qué cosa quería ser cuando terminara el colegio. “Esa carrera es muy cara”, le decía y por eso ella había decidido ayudar con el trabajo que demandaba la lavandería.

Así, Inés fue construyendo sus sueños, a un ritmo que no era el de su natal Ambo, donde la taciturnidad es todavía un distintivo y los ideales tienen la estética de las cosas simples.

El barrio de Lima que la acoge hoy, y que se expresa casi siempre ruidoso y muchas veces violento, provocaban en ella un desconcierto natural que caminaba de la mano con la curiosidad que despierta la vorágine urbana. Inés escuchaba y sabía de los riesgos que había allá afuera, pero nunca imaginó que una bola de fuego, accionada vilmente por el destino, la envolvería afectando el 68% de su cuerpo adolescente.

El estruendo que provocó la explosión del balón de gas que alimentaba la secadora de ropa, los gritos desaforados de la familia, vecinos y los que caminaban por allí ese día trágico de febrero, apenas pudo tapar el sonido gutural que su cuerpo dejó escapar. Inés llegó a la emergencia del Instituto Nacional de Salud del Niño con pocas señales de vida, sin que se supiera cuánta piel había sido calcinada. Presentaba injuria pulmonar con afectación de las vías respiratorias altas y sus signos vitales se alejaban, en medio del ir y venir del personal técnico y del equipo médico.

El doctor Víctor Raúl Rodríguez, jefe del equipo de galenos que atendió a Inés Lucas, aún no pierde la gravedad de la voz cuando recuerda ese momento y lo que han sido estos casi 4 meses de atención a una paciente que estuvo a punto de morir con septicemia, una infección potencialmente mortal que empeora vertiginosamente en los pacientes quemados. Estuvo entubada más de un mes y la operamos varias veces, recuerda. En la cuarta intervención le dijimos a su familia que cualquier cosa podía pasar en la sala de operaciones, pero felizmente Inés es fuerte, reaccionó bien y ahora está a punto de dejar el hospital.

El galeno, a quien Inés guarda un profundo agradecimiento, cuenta que en las primeras intervenciones

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