Vivienda y asentamientos humanos. Vivienda rural y urbana. Marco socio- histórico
PAOLAMARIN7 de Febrero de 2012
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ACENTAMIENTO URBANO.
Vivienda y Asentamientos humanos. Vivienda rural y urbana. Marco
Socio- histórico.
La vivienda es la célula básica de los asentamientos humanos. Ella permite la agrupación de las personas, usualmente familias, con fines especializados relacionados al reposo, la alimentación y la vida en común y su entorno constituye el vínculo social elemental de la interrelación productiva global del hombre. La vivienda tiene múltiples dimensiones que abarcan la agenda cultural, política y económica. La vivienda constituye desde diferentes ópticas una representación de la familia como el vestuario constituye una representación del individuo. Ellos expresan, de modo pragmático pero aún simbólico, los sistemas de valores socialmente aceptados por la familia y el individuo. De este modo en la vivienda se reflejan las estructuras sociales y con ella las jerarquías y los sistemas de privilegio que resaltan unos individuos sobre otros.
Los impactos de la vivienda, sobre la salud dependen no sólo de su ubicación, estructura y servicios, sino también de cómo utilizan las personas la vivienda, individual y colectivamente. La vivienda es el asiento del hogar. Para muchos la vivienda es la casa, para otros el edificio. Para todos es el punto focal de la familia.
El proceso actual de globalización de la economía en tanto conserva centralizado el poder económico no sólo desnacionaliza la gran producción, la que ahora se concierta en un macro paisaje geográfico, sino que presiona la iniciativa local hacia la informalidad, incentivando un sector productivo, de servicio y comercio de escasos recursos que está utilizando a la vivienda como punto focal del desarrollo. De este modo, junto a las funcionalidades clásicas de la vivienda se están insertando nuevas funcionalidades asociadas a la iniciativa del sector informal. Así se está creando una
vivienda-taller, vivienda-almacén, vivienda-comercio que acentúa y hace más complejos los impactos de la vivienda en la salud. En esta nueva vivienda se destinan espacios funcionales a la provisión de recursos para la vida social, los que vinculados al campo de la higiene laboral contienen factores de riesgo para la salud del trabajador. Pero la conectividad de los espacios funcionales de la vivienda puede trasladar los riesgos laborales al ámbito doméstico de modo expedito. Así puede difundirse el ruido, los humos, los gases, los olores, los campos electromagnéticos y los agentes biológicos, contribuyendo a que la familia se encuentre simultáneamente expuesta tanto a los riesgos domésticos como los laborales de modo superpuesto.
La vivienda implica un esfuerzo de construcción. La mejor de las estructuras no servirá a los propósitos sanitarios si no recibe un mantenimiento adecuado y si se permite que sus defensas contra los riesgos para la salud se deterioren. Tampoco las otras medidas diseñadas para promover un buen estado de salud lograrán resultados duraderos sin el apoyo y la participación activa de los beneficiarios.
El conjunto de las viviendas constituye el soporte de los asentamientos humanos. Un asentamiento humano de envergadura es la ciudad. En ella se desarrollan las grandes comunidades. Modernamente se han introducido un conjunto de términos para definir una ciudad desde el punto de vista de su impacto en salud. Ciudad ecológica, ciudad saludable y ciudad sostenible refieren el mismo objeto aunque con pequeñas diferencias semánticas. La sostenibilidad ambiental así como las necesidades de salud reclaman una demanda del entorno que debe ser satisfecha en el marco de la capacidad portadora del sitio donde se erige la ciudad. Al nivel de proyecto esto atañe a la construcción de grandes edificios, plantas industriales, facilidades de transporte pesado y vigilancia del impacto ambiental en salud.
Mientras el ambiente urbano puede beneficiar la salud humana, mayormente por la productividad social y económica hecha posible por la concentración de personas y recursos en las ciudades y los pueblos, facilitando a los pobladores satisfacer sus necesidades de nutrición, abrigo, higiene, empleo, servicios sociales y médicos, entretenimiento y cultura a través de infraestructura, el ambiente urbano puede también dañar la salud directa o indirectamente.
El daño directo se produce cuando las personas son inadecuadamente protegidas contra los factores de enfermedad en el ambiente físico (inseguridad de la comida y el agua, suelo y aire contaminado, vectores incontrolados, factores tóxicos y traumáticos en los hogares, puestos laborales y transporte). El ambiente social urbano puede inducir enfermedad somática y desorden psicológico a través de la congestión, la pobreza y la depravación, la alienación, la violencia, estilos de vida no saludables y conducta sexual y la disponibilidad y adictivita a sustancias.
Los daños indirectos del ambiente urbano sobre la salud ocurren a través de la depresión de los recursos urbanos y rurales inmediatos, procesos de producción riesgosos y otras disrupciones del ecosistema, muchas enraizadas en el inadecuado manejo de los desperdicios y otros residuales descargados en el agua, el aire y el suelo.
Es decir constituyen el efecto de la degradación del ambiente.
Debe existir un balance ecológico entre el hombre y su macroambiente, con el propósito de asegurar su bienestar. Este bienestar concierne a todo el hombre - no sólo a su salud física sino también a su salud mental - y a las relaciones sociales óptimas con su medio, desde la vivienda individual humana hasta el entorno completo. Así la vivienda, como celda del desarrollo urbano, ha venido estableciendo diferentes relaciones ambientales no siempre sostenibles.
La vivienda puede ser erigida en el campo de forma aislada o integrada a pequeños asentamientos de base o puede ser erigida en núcleos poblacionales significativos.
A las primeras se las denomina rurales, a las segundas urbanas. Las primeras suelen ser construcciones independientes, inconexas, o sólo débilmente enlazadas por caminos, con un rudimentario ordenamiento de agrupación que no impide un equilibrio individual con el entorno; mayormente carecen de suministro de agua, disposición de residuales, energía eléctrica y telefonía, todo ello habilitado en redes públicas. Las segundas se erigen mayormente en correspondencia con patrones de agrupación, para una racional interconexión a los servicios públicos y redes técnicas, y sostienen un equilibrio global con el entorno.
Etapa primitiva
El hombre primitivo fue en principio nómada y debió sufrir los rigores del intemperismo como el resto de las especies animales, de donde él provino. La falta de vestido debió ser suplida por la cubierta de pelos de la piel. El desarrollo de nuevas habilidades en la especie estuvo sin embargo aparejada a ciertas transformaciones no ontogenéticas, en particular el desarrollo de las capacidades de sus miembros superiores, que le hicieron más susceptible al medio ambiente. La postura erecta, la pérdida de la cola y la paulatina depilación en grandes áreas del cuerpo, reclamaron de él una creciente atención a la protección contra el intemperismo. Al igual que otros animales buscó cobija, pero cada vez una cobija más compleja (Quizás tendió la piel de un mamífe cazado a la entrada de su recinto, evitando el escape del calor de su fuego primitivo).
De modo que el antecedente de la vivienda fue la cobija del hombre primitivo.
En principio tales cobijas debieron ser accidentes naturales como cuevas. Con ellas el hombre se protegió del frío, la lluvia o la nieve y el viento fuerte de una parte, de otra se protegió de sus depredadores, de las aguas fuera de cauce o de las superficies invernales heladas. Encontró un sitio donde almacenar provisiones, preparar sus alimentos, reponer sus fuerzas o convalecer de sus enfermedades y propició un punto de encuentro con otros individuos, para planificar la caza, o ya sedentario organizar su actividad agrícola y así formalizó un primigenio intercambio de experiencias, sentó los rudimentos de la cultura y el arte (dibujó en las piedras de su albergue el objeto de su voluntad y de las oscuras voluntades que atribuyó a las fuerzas deificadas de la naturaleza). Ello sustentaría las bases de la futura familia, la que en esta cobija encontraría un escenario para la crianza de los hijos y la vida en común.
Seguiría una etapa en que el sucesivo esfuerzo de apropiación del medio halló que el accidente natural no era siempre centro del mundo económico de las tribus (los recursos naturales que sostenían su actividad se hallaban dislocados) y que las nuevas demandas del desarrollo social no encontraban adecuada satisfacción en la cueva primitiva. Entonces el hombre ensayó con los primeros materiales de construcción (las ramas y hojas de los árboles, el barro, la piedra) a levantar un parapeto próximo a los recursos vitales, principalmente el agua, que luego techó y así surgió una casa.
Los primeros pueblos
Al adquirir el hombre organización social surgieron otras necesidades aparte de las puramente biológicas, ello se tradujo en la creciente demanda de una transformación antropogénica del mundo. La casa de un hombre empezó a ser rodeada por las casas de otros hombres, que con una comunidad de necesidades y organizados para cumplir ciertas tareas interconectadas a las aspiraciones en la vida de los primeros clanes, precisaban compartir recursos y acomodar también, con esfuerzo compartido, la humanización de la naturaleza.
Con la creación de las estructuras de poder y las jerarquías en estos grupos sociales, apareció una especialización en los conglomerados de las casas agrupadas.
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