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ACEPTAR LA DIVERSIDAD


Enviado por   •  11 de Julio de 2013  •  Tesis  •  2.396 Palabras (10 Páginas)  •  424 Visitas

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ACEPTAR LA DIVERSIDAD

Sylvia Skeeter, ex—capitán del ejército de unos treinta años de edad, era gerente de un restaurante Denny’s en Columbia (Carolina del Sur). Una tranquila noche, un grupo de clientes negros —un ministro presbiteriano, un pastor y dos cantantes de gospel— entraron y se sentaron dispuestos a cenar mientras las camareras les ignoraban. «Las camareras —recordaba Skeeter— comenzaron entonces a hablar, con las manos en las caderas, como si las personas que acababan de sentarse a un par de metros no existieran».

Skeeter, indignada, se enfrentó entonces a las camareras y se quejó al director, quien se encogió de hombros respondiendo: «así es como han sido educadas y no hay nada que yo pueda hacer por cambiar las cosas». Skeeter, que era negra, renunció entonces a su trabajo.

Si se hubiera tratado de un incidente aislado esta situación hubiera podido pasar completamente inadvertida. Pero el hecho es que Sylvia Skeeter fue una de las muchas personas que fueron llamadas a declarar como testigo en un juicio por prejuicios raciales seguido contra la cadena Denny’s cuyo veredicto final les obligó a pagar 54 millones de dólares en concepto de indemnización a los miles de clientes negros que habían sufrido este tipo de vejaciones.

Entre los muchos demandantes se encontraban siete agentes afroamericanos del servicio secreto que, en un viaje que hicieron como agentes de seguridad del presidente Clinton cuando éste visitó la Academia Naval de Annapolis, tuvieron que esperar cerca de una hora su desayuno mientras sus colegas de la mesa de al lado eran servidos al momento. Otra de las demandantes fue una mujer negra paralítica de Tampa (Florida), quien permaneció esperando en su silla de ruedas durante un par de horas a que le sirvieran el postre después de una cena de fin de curso. A lo largo del juicio seguido por esta manifiesta discriminación, quedó demostrado que el origen del problema radicaba en la creencia —especialmente al nivel de los gerentes del distrito y de las distintas secciones— de que los clientes negros eran malos para el negocio.

Hoy en día, como resultado de la condena y de la publicidad que ha rodeado a todo el caso, la cadena Denny’s está tratando de compensar su anterior discriminación hacia la comunidad negra.

Y todos los empleados, especialmente los jefes, están obligados a asistir a sesiones de formación en las que se consideran las ventajas de una clientela multirracial.

Este tipo de seminarios se ha convertido en moneda corriente en el seno de multitud de empresas de todos los Estados Unidos y cada vez resulta más claro que, aunque la gente tenga prejuicios, debe aprender a actuar como si no los tuviera. Y los motivos de esta actitud no son tan sólo de tipo humano sino también pragmáticos. Uno de ellos es el nuevo rostro que está asumiendo la fuerza laboral dominante, en donde los varones blancos están convirtiéndose en una franca minoría. Un estudio realizado en varios cientos de empresas norteamericanas ha puesto de relieve que más del 75% de la nueva fuerza del trabajo no es de raza blanca, un auténtico cambio demográfico que tiene también su reflejo en el mundo del consumo. Otra de las razones es la creciente necesidad de las empresas multinacionales de empleados que no sólo dejen de lado todo prejuicio y respeten a la gente de diferentes culturas (y mercados) sino que también tengan en cuenta las ventajas competitivas que conlleva esta actitud. Un tercer motivo es el fruto potencial de la diversidad, en términos de mayor creatividad colectiva y energía empresarial.

Todo esto significa que la cultura de la empresa debe fomentar la tolerancia aun en el caso de que persistan los prejuicios individuales. Pero ¿cómo puede hacer esto una empresa? Lo cierto es que los cursos de un día, el pase de un vídeo o los cursillos de «entrenamiento en la diversidad» de fin de semana no parecen servir para eliminar realmente los prejuicios de quienes asisten a ellos, ya sea de los blancos contra los negros, de los negros contra los asiáticos o de los asiáticos contra los hispanos. De hecho, el efecto de ciertos cursos inadecuados de entrenamiento en la diversidad —aquéllos que prometen demasiado y despiertan falsas esperanzas o que simplemente fomentan la atmósfera de confrontación en lugar de alentar la comprensión— puede ser precisamente el contrario del deseado al llamar la atención sobre las diferencias y fomentar de ese modo las tensiones que dividen a los grupos en el puesto de trabajo. La comprensión de las posibilidades de que uno dispone ayuda a comprender la naturaleza del prejuicio mismo.

Las raices del prejuicio

El doctor Vamik Volkan es un psiquiatra de la Universidad de Virginia que todavía recuerda suinfancia en el seno de una familia turca de la isla de Chipre, amargamente dividida entre dos comunidades, la griega y la turca. Cuando era niño. el doctor Volkan oyó rumores de que cada uno de los nudos del cinturón del sacerdote griego de la localidad representaba a niños turcos que había estrangulado con sus propias manos y todavía recuerda el tono de consternación con el que le contaron la forma en que sus vecinos griegos comían cerdo, una carne considerada impura por la cultura turca. Hoy en día, como estudioso de los conflictos étnicos, Volkan ilustra con sus recuerdos infantiles la forma en que los odios y los prejuicios intergrupales se perpetúan de generación en generación. En ocasiones, especialmente en aquellos casos en los que exista una larga historia de enemistad, la fidelidad al propio grupo exige el precio psicológico de la hostilidad hacía otro grupo.

El aprendizaje del componente emocional de los prejuicios tiene lugar a una edad tan temprana que hasta quienes comprenden que se trata de un error tienen dificultades para erradicarlo por completo. Según afirma Thomas Pettigrew, un psicólogo social de la Universidad de California en Santa Cruz que se ha dedicado durante varias décadas al estudio de los prejuicios: «las emociones propias de los prejuicios se consolidan durante la infancia mientras que las creencias que los justifican se aprenden muy posteriormente. Si usted quiere abandonar sus prejuicios advertirá que le resulta mucho más fácil cambiar sus creencias intelectuales al respecto que transformar sus sentimientos más profundos. No son pocos los sureños que me han confesado que, aunque sus mentes ya no sigan alimentando el odio en contra de los negros, no por ello dejan de experimentar una cierta repugnancia cuando estrechan sus manos. Los sentimientos son un residuo del aprendizaje al que fueron sometidos siendo niños en el seno de sus familias».

El poder de los estereotipos sobre los que se asientan los prejuicios procede de la misma dinámica mental que los convierte en una especie de profecía

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