ARTE Y MODA
Enviado por pablosdfghjkl • 13 de Marzo de 2014 • 2.912 Palabras (12 Páginas) • 293 Visitas
ARTE &MODA
La moda indica "como piensa llevarse adelante el negocio de la moralidad pública", recuerda Benjamín que decía Eduard Fuchs, historiador del arte y de las costumbres, a comienzos de siglo. Atendiendo al extraordinario interés que suscita el fenómeno de la moda en la actualidad, en el doble plano teórico y de consumo, podemos concluir que el máximo de rentabilidad de la moral está siendo alcanzado por medio de la liberalización de los comportamientos que tienden a otorgar un valor propio y elevado al cuerpo, y que esta inédita libertad respirada -transpirada sería más exacto- no sea en el fondo más que el escaparate de un floreciente negocio, no debe entristecer a nadie. La importancia cobrada por un uso estético del cuerpo viene así determinada por la ‘economización' de los aspectos eróticos de la existencia, y que el erotismo libre de franquicia, el estímulo erótico, que es finalidad si no única sí importante en la moda, arroje dividendos a la industria y beneficie al Estado que su desarrollo ampara -"Moda de España. Búscala"- aliviando tensiones y desviando las iras del ciudadano de otros lugares donde la política represiva se mantiene innegociable, en nada resta el placer de ver las calles convertidas en mercado de intercambio de señales eróticas, o animadas galerías de un nuevo arte ambulante.
Por otro lado, (las tendencias de la moda actual -lo cual es un hecho positivo remarcable- tienden a marginar la tradicional función de toda moda como distintivo de clase), como exponente de la división social. Ni el sombrero ni la corbata identifican hoy a su usuario como miembro de la clase privilegiada, y el pantalón de pana o el jersey de lana holgado, ya sabemos que no garantizan la fidelidad proletaria de un futuro dignatario. Tirantes, gabardinas o americanas, alpargatas, cazadoras y vaqueros, se reparten indistintamente por los cuerpos de la cada vez más achatada pirámide social. El intercambio de referentes conlleva la pérdida de la referencia de la imagen -referencia económica-político-social- y la máxima uniformidad llega, paradójicamente, de la mano de la máxima disformidad, del ocaso del "uniforme como símbolo de clase.
Vestir moda -moda que es ecléctica, aleatoria, heterodoxa e interclasista- es algo privativo de aquellos que disponen de dinero, sentido estético, autopercepción del cuerpo, deseo de agradar externamente -las diferencias ideológicas tienden a minimizarse en un estado de opinión consensualizado por los medios de comunicación de masas-, ganas de vivir intensamente el presente -las aciagas previsiones futuristas y el descrédito de los discursos emancipatorios fuerzan esta conciencia del ahora como tiempo absoluto-, vestir moda es algo, pues, privativo de un 90% de la población, apuntando por abajo.
Es esta una sociedad que desea, que desea más sus deseos que el objeto de los mismos, que consume y se consume en el deseo de consumir, y que, por lo tanto, exige la infinita variedad en los objetos, fácilmente adquiribles y rápidamente agotables, forzando a la industria a un cambio constante en los productos de moda y, consecuentemente, a un esfuerzo creativo, imaginativo, sin precedentes históricos, que redunda -poco importa ya el origen capitalista alienador de este beneficio, poco su artificiosidad, poco la reducción del valor artístico en sentido tradicional en favor del incremento de la presencia, en la omnipresencia, del arte en la vida cotidiana (según una visión "integrada", anti-apocalíptica del arte, por usar términos de U. Eco), en favor de la extensión del culto a la belleza sensible a todos los aspectos de la vida (pues todos ellos vienen hoy mediados por los mass-media y el consumo). Es éste el carácter efectivo-positivo de la moda.
Camino de fin de siglo, la moda se configura como el hecho estético más pujante. Si el arte del vestido no fue nunca hasta ahora más que un arte menor, subordinado al también secundario arte del buen vestir, cuyos dictados procedían del arbitro de la moda, el dandy y la elegante de oficio, en la hora presente, este arte mínimo pronuncia su discurso de ingreso en la academia de las grandes artes, mientras su indecorosa musa, beatificada, asciende a los cielos neo-paganos de la cultura actual. Pero, que la moda se reclame un arte, o que se pida por ella tal elevación de categoría, no significa que aspire a hacer su entrada en museos y salas de exposición. Más bien quiere decir que, en consonancia con las transformaciones sustanciales que ha experimentado el arte en las últimas décadas, y que obligan a trazar de nuevo su topología y a someter a redefinición sus contenidos, de acuerdo a una renovada sensibilidad socio-cultural, que pocos dudan ya en calificar, con las debidas cautelas, de pos-moderna, la moda ha venido a coincidir tendencialmente en un mismo punto con el devenir de las artes. No ha sido ella quien -como el cine o la fotografía- pretendiese encaramarse al pedestal del arte, sino el arte mismo el que hasta ella se ha acercado para investirla y convertirla en paradigma de su propio destino.
El arte ejemplifica en nuestros días, mejor que cualquier otro indicador social, la conciencia generalizada de la pérdida de la fe en el progreso, fe característica de la modernidad, y todavía focalizadora del quehacer artístico de algunos movimientos de principios de siglo (futurismo italiano, dadaísmo centroeuropeo, constructivismo ruso). Esta fe se cimentó sobre la categoría de lo nuevo. Ser moderno significaba afirmar la superioridad de lo nuevo sobre lo antiguo, condición imprescindible de un progreso hacia mejor, y la quiebra de esta escala de valor apresura el advenimiento de la época poshistórica o posmoderna, como ha dado en llamarse desde los estudios recientes, pero ya clásicos de Lyotard, hasta los más recientes del pensamiento italiano, época que deja en suspenso el ideal de progreso y los discursos en los que se encarna . El arte actual -posmoderno- traduce esta situación, desechando las nociones rectoras de 'innovación', "originalidad" o.'superación', orientándose hacia un eclecticismo paródico de la Vanguardia histórica, de la que recoge sus formas despojadas de todo contenido y de todo énfasis 'futurista', formas rigurosamente vanguardistas que consagran la idea de un arte descentralizado, sacado fuera de los cauces tradicionales de la expresión artística -materiales, medios y lugares- (happennings, performances, body-art, video-art...), un arte que autosuprime su especificidad para constituirse en experiencia integral indiscernible de la propia vida, de la acción humana. En conjunción con el desarrollo de nuevas posibilidades técnicas (cuyos primeros efectos sobre el arte fueran descritos con precisión por Benjamín a la altura de los años
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