Accion Comunitaria Desde La Psicologia Social
yumairamedina158 de Noviembre de 2014
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La acción comunitaria desde la psicología social ha sido trabajada fundamentalmente desde la psicología comunitaria, influenciada por corrientes de pensamiento provenientes de disciplinas más amplias como la psicología, la sociología, la educación, entre otras. Dicha subdisciplina está conformada por un complejo abanico de teorías, metodologías y experiencias difíciles de resumir o compilar. A lo largo de este capítulo haremos, por tanto, una síntesis de sus principales elementos sin pretender abarcar la gran cantidad de discusiones que se han producido en el ámbito.
En primer lugar, abordaremos algunos de los antecedentes de esta subdisciplina. A continuación, trabajaremos los aportes específicos que la psicología social ha hecho para la construcción de la psicología comunitaria. Seguidamente se abordará el concepto de psicología comunitaria y sus elementos fundamentales para pasar, así, a conceptuar la acción comunitaria dentro de este marco y los principales agentes de dicha acción. Posteriormente, describiremos los marcos metodológicos que han influido en el quehacer de la psicología comunitaria y que hasta la fecha se siguen utilizando como referencia para sus procesos, además de un pequeño ejemplo de una experiencia concreta de acción comunitaria para la transformación social, desde las herramientas de la psicología social comunitaria. Para finalizar, haremos un breve apartado referente a los retos actuales de la acción comunitaria desde la óptica de la psicología social.
Antecedentes
En las décadas de los 50 y 60, en el seno de las ciencias sociales hubo una serie de movimientos que proponían transformaciones en las formas de hacer ciencia que hasta ese momento se estaban realizando. A partir de estas críticas, se comenzó a hablar de la “crisis de las ciencias sociales” (Ibáñez, 1996) como un momento en el que éstas fueron blanco de una serie de críticas y discusiones que giraban en torno a sus supuestos epistemológicos, metodológicos, socio-políticos y ontológicos, y que dieron pie a la proliferación de nuevos paradigmas o escuelas de pensamiento. En este sentido, los desarrollos hechos desde el ámbito académico y social, específicamente relacionados con el ámbito de la psicología comunitaria, revelan una de las consecuencias de esta crisis.
El desarrollo en los campos como el interaccionismo simbólico, la etnometodología, la psicología social crítica, el construccionismo social, la salud mental comunitaria, la educación popular, la sociología militante, la psicología de la liberación y las metodologías participativas, sirvieron como ejes sobre los cuales la psicología comunitaria sentaría sus bases. Así, podemos señalar que fue no sólo la crisis de la psicología social como disciplina la que dio paso a un enfoque más crítico, sino también, los movimientos religiosos, científicos y políticos que, especialmente en Latinoamérica, proponían un saber hacer, desde el compromiso de estos campos con las realidades de opresión y desigualdad que vivían estos países.
Sánchez (1995) afirma que a partir de esas fechas se perfilan claramente dos vertientes históricas y conceptuales del movimiento de acción comunitaria. Por un lado, la que se origina en Estados Unidos, ligada a la psicología clínica y a la medicina y, por otro, la que se origina en los países de América Latina, relacionada con las ciencias sociales, en general, y con la psicología social comunitaria, en particular. No obstante, también existieron movimientos Europeos, principalmente el movimiento de antipsiquiatria italiana, el proceso de “sectorización” en Francia (Asún et al., 1993) y movimientos de psicólogos jóvenes en España, que sirvieron también de influencia a lo que se conoce ahora como psicología comunitaria.
La historia de la psicología comunitaria surgida en E.E.U.U., guarda estrecha relación con la salud comunitaria. Así, el nacimiento "oficial" de la psicología comunitaria data del año 1965 cuando se celebró en Swampscott una conferencia de psicólogos/as implicados/as en salud mental comunitaria, en la que se utilizó por primera vez el adjetivo 'comunitaria' para la psicología (Montero, 1994b; Sánchez, 1996; Wiesenfeld, 1994). Su creación como disciplina se da entre una serie de críticas que se hicieron a los modelos de salud mental comunitaria existentes, para proponer un concepto integral de salud, una atención centrada en la intervención y no en el diagnóstico, una preocupación por el cambio social, el uso de la investigación como forma de intervención y la incorporación de la noción de activismo social como forma de intervención (Martín, Chacón y Martínez, 1993).
Por su parte, en América Latina en estos mismos años, se desarrollaban grandes movimientos de los/as profesionales de las ciencias sociales, quienes mostraban su inconformidad hacia las formas producción de conocimiento e intervención que se estaban practicando. Así, la conformación de una psicología comunitaria en América Latina tendría como elemento fundamental una apuesta política desde las diversas vertientes de las ciencias sociales, incluso religiosas, por el cuestionamiento del papel opresor y hegemónico que venían desempeñando estas instituciones desde una supuesta “neutralidad científica”, para proponer una ciencia comprometida con la realidad social en la que se inserta. “Se trata ante todo, de un esfuerzo por elaborar una psicología social que junte el rigor científico con el compromiso social, que saque provecho de todo el acerbo de conocimientos elaborados en otros lugares y desde otras inquietudes, pero que los replantee críticamente a la luz de los problemas propios de los pueblos centroamericanos en estas décadas finales del siglo XX”. (Martín-Baró, 1989ª: 5, en De la Corte, 2001).
Por su parte, los movimientos europeos de los años 60, desde una perspectiva psiquiátrica, buscaron rediseñar las prácticas tradicionales de salud mental, apostando por relacionar los servicios de psiquiatría con los sectores geográficos de los que formaban parte. Apuesta que relacionó directamente los padecimientos hasta esta fecha individualizados de los “pacientes”, con las condiciones sociales, ambientales y políticas, en las que estaban insertos. En España surge también un movimiento hacia la década de los 70 "de las inquietudes sociales y el compromisos político de los psicólogos recién titulados, con las posibilidades abiertas en los nuevos sistemas de prestación de servicios (sociales, de salud, etc.) por las nuevas competencias municipales (y autonómicas después) en conjunción con iniciativas barriales y profesionales autogestionadas." (Sánchez, 1996: 54).
En este sentido, la psicología comunitaria, en su proceso de nacimiento y consolidación, puede ser vista como el cuestionamiento de las formas tradicionales en el campo de las ciencias sociales, la psicología social y la salud mental.
Como hemos visto, nos encontramos con la imposibilidad de hablar de una única psicología comunitaria, puesto que cada movimiento particular, responde a contextos sociales e históricos distintos y, por ende, posee posicionamientos y formas de hacer también distintas. Aceptando esta imposibilidad y reconociendo que no es posible hablar desde el “truco divino” (Haraway, 1991) o desde una verdad única de la psicología comunitaria, nos posicionamos desde nuestras experiencias particulares, situadas en la “psicología comunitaria para la transformación social” (Montero, 1984) que se perfila y trabaja principalmente desde algunos países de Latinoamérica.
El aporte de la psicología social a la psicología comunitaria
Dado que la propia psicología comunitaria no tenía, en sus inicios, desarrollos teóricos sólidos, muchos de los conceptos y metodologías que se han utilizado son 'prestados' de otras ciencias sociales. Así, se han utilizado muchas de las herramientas de la psicología social para dotar de sentido a las prácticas de interpretación de los procesos comunitarios e impulsar la acción social y comunitaria.
Si bien la psicología puede ser definida de manera sintética como la ciencia o disciplina que se ocupa de los procesos que tienen que ver particularmente con el individuo y su psique, la psicología social sería la disciplina que ayuda a relacionar los fenómenos sociales y culturales con los aspectos más psicológicos o subjetivos de la acción humana. Podríamos definirla como “la materia que estudia cómo los procesos psicológicos y las acciones, relaciones, interacciones, etc. de nuestra vida cotidiana se tienen que concebir y analizar dentro de los marcos sociales y culturales en los que siempre se dan” (Ibáñez, et al. 2004:13).
La psicología social como disciplina que cabalga entre lo psicológico y lo social, fue y sigue siendo útil para pensar aquellos procesos que en los que lo psicológico es social y lo social deviene psicológico. Una materia importante para la consolidación de una disciplina comunitaria interesada en utilizar dichos marcos interpretativos para llevar a cabo procesos de acción social que no pierdan de vista la íntima relación entre lo social y lo psíquico.
Una de las principales teorías de la psicología social, que ha contribuido a los planteamientos de la psicología comunitaria, es la del Interaccionismo Simbólico, fruto de las aportaciones que realizó George Herbert Mead (1934) y Kurt Lewin (1946). De ésta señalamos tres nociones básicas que ayudaron a propiciar el diálogo entre los aspectos psíquicos y los aspectos
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