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Albañiles


Enviado por   •  5 de Junio de 2012  •  997 Palabras (4 Páginas)  •  386 Visitas

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Cuando iba a la tienda por un encargo de mi mamá que necesitaba cilantro para la comida del día me di cuenta en el camino que estaba haciendo otra construcción en la avenida que vivo, lo primero que pensé fue que apenas cabemos en esa avenida con tanto departamento y cotos que ya ni sé donde van a entrar esos carros, bueno eso no es el punto, el punto es que otra vez tengo albañiles de vecinos, con sus bicicletas todo el día y sus mochilitas de ben 10 por todos lados, recuerdo que cuando estaban construyendo Moralta el nombre de unos departamentos de por mi casa hace unos 4 o 5 años, estaba la tiendita de doña rayo enfrente de aquella construcción, ahí yo compraba mis submarinos y gansitos siempre que se me antojaba ya que esta a 2 cuadritas de mi casa, pero gracias a esta construcción, doña rayo tenia clientes las 18 horas del día que estaba abierta esa humilde tiendita de abarrotes, después de 4 o 5 meses, doña rayo se expandió, con su tiendita de abarrotes que ya parecía un minisúper. A doña rayo no se le borraba esa sonrisa tan peculiar de oreja a oreja que tenia a diario cuando iba a comprar mis submarinos de vainilla que me alegraban el día. Deje de ir un tiempo porque me fui a Canadá casi un mes, y cuando regrese fui a la tienda de doña rayo y ya servía comida para los albañiles, no lo podía creer, además de una tienda muy grande también servía comida, y justo cuando llegue a la tienda a comprarle una coca cola light a mi papá, justo fue la hora de la comida de los albañiles, no cabía ni un alma en la tienda y en el “restaurancito de doña rayo”, que servía con mucha habilidad sus 4 platos de mole con arroz y los tacos de asada que estaban a la orden del día, mientras se escuchaban unos gritos de un albañil: ¡doña rayito yo iba primero, no sea gacha! Después de unos 10 minutos en la fila de doña rayo con olor a sudor, a mezcla de cemento y a unos buenos tacos de asada salí de aquella tienda, con la coca de mi papá en mano y unos submarinos de vainilla, que no recordaba si había pagado, entonces regrese a esa tienda repleta de albañiles, volví a hacer fila y después de otros 10 minutos llegue al mostrador y le pregunte: Doña rayo, ¿Pague estos submarinos? y ella con su voz ronca y su gran sonrisa me dijo: si mijo ya los pagaste, entonces se formo en mi mente el típico: “me lleva, me lleva”. Lo bueno es que si llegue a disfrutar esos submarinos. Cada que me recogían de la escuela pasaba por la tienda de doña rayo y me di cuenta que estaban construyendo dos pisos adicionales en la casa de doña rayo, sonreí porque sabía que a doña rayito le estaba yendo mas que bien con su tienda y su restaurancito. Después de 3 largos y arduos años de trabajo, los departamentos se veían muy bien tan bien que en esos departamentos vive Luis Ernesto Michel, el portero de las chivas. Bueno en fin el gran reinado de doña rayo había llegado a su fin, un día en vacaciones fui a la tienda y se encontraba

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