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Aquella Tarde


Enviado por   •  28 de Enero de 2013  •  2.665 Palabras (11 Páginas)  •  299 Visitas

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“Un café es a veces la más cercana versión líquida del amor”

Estoy sentada frente a mi ventana con una taza de café caliente en mis manos, observando el vaivén agitado de la ciudad, tengo un bolígrafo y unas hojas en blanco en mis piernas además de una falta de inspiración en mi mente para comenzar a relatar esta historia, no sé cómo hacerlo pero creo que lo haré así:

No recuerdo el año en el que sucedió, pero el día y el mes se quedaron grabados eternamente en mi memoria, era un diez de octubre por la tarde, el sol regalaba el más bello atardecer que hubiera visto hasta ese día, me encantó tanto que me detuve un minuto a observarlo, interrumpiendo el ritmo de mi tan ajetreada vida, pero consideré que después de un día difícil de trabajo valía la pena observar tal majestuosidad, sentí unas inmensas ganas de ver completamente aquél atardecer, así que me dirigí a la cafetería más cercana que tenía para poder observarlo y disfrutarlo con un buen cappuccino, llegué a la cafetería, me senté y pedí mi café, obviamente sin dejar de ver el atardecer que me había llevado ahí.

Mientras esperaba mi cappuccino y observaba el bello atardecer, mi mente comenzó a divagar entre aquéllas nubes doradas imaginándose historias, me preguntaba ¿por qué la Luna y el Sol no están juntos? ¿Por qué la Luna va tras el Sol algunos días pero el Sol no va en busca de ella por las noches? ¿Por qué él se oculta cuando ella sale? Traté de dar respuesta a estas cuestiones con esto: “Dios no quiso que ellos estuvieran juntos por que el Sol es un loco aventurero y la Luna es muy decente y conservadora, si estuvieran juntos se destruirían y si esto pasara no habría noches ni días y mucho menos atardeceres como el que ahora mismo contemplaba, pero aquel “amor” que había entre estos astros celestiales era tan grande que conmovió al mismo Dios y Éste les regaló a las nubes, para que fueran sus mensajeras, y por medio de ellas se mandaran besos y caricias; y si mi metáfora era correcta, entonces hoy con este atardecer la Luna y el Sol estaban demasiado románticos y amorosos.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos cuando una señorita de delantal cerúleo con un eslogan con el nombre de la cafetería “Cielo Azul” en el centro me dijo:

-Su café.

Lo puso sobre la mesa, observé de nuevo su delantal y vi que tenía su nombre grabado en letras muy pequeñas en el lado superior derecho, era Rocío.

-Gracias…Rocío- dije, con una sonrisa solo de amabilidad.

-A usted - concluyó y se fue.

Mientras yo continué con mis ideas y daba pequeños sorbos al cappuccino. Habían pasado apenas diez minutos y al Sol le faltaban otros diez o quince para ocultarse totalmente.

De pronto llegó un joven y con tan solo un vistazo observé todo de él, tenía el cabello ondulado y castaño, unos labios rosados y carnosos, su figura para mi gusto era escultural que si Rafael la hubiera visto en sus tiempos habría adorado ese perfecto cuerpo. Levaba unos jeans y una playera color vino que se amoldaba a su perfecto torso, tenía unos ojos hermosos color miel pero se veían opacados por una mirada triste y desolada que hacía juego con su pálida piel, me parecía el hombre más guapo del mundo al mismo tiempo que era un triste fantasma del olvido.

Se sentó en una mesa que estaba al frente mío; obstruyendo mi visión del atardecer y concentrando mi vista y mis pensamientos en él; me empaticé tanto con su estado de ánimo que sentí un no sé qué, que qué sé yo, que me hizo vencer mi enorme timidez, pararme y dirigirme con las piernas temblando y el corazón latiendo a mil por hora como si acabara de correr un maratón de diez kilómetros hacia él, llegué y me senté a su lado, naturalmente él se mostró muy extrañado con lo que hice y cuando iba a preguntar por qué hacía eso lo interrumpí y pregunté primero:

-¿Qué le pasa?

Me miró igual de extrañado y con enojo por mi atrevimiento respondió:

-¡Qué le importa!

Después miró hacia otro lado evadiéndome quizá para ver si me iba y dejaba de molestarlo, pero por gracia o desgracia de Dios, yo soy muy insistente, no me moví de ahí y volví a preguntar – ¿Qué le pasa?

Siguió ignorándome y llamó a una de las meseras del café, por un momento pensé que le diría que lo estaba acosando y me sacarían de la cafetería sin terminar de ver mi atardecer y sin saber qué le ocurrí a esta chico que por alguna manera en mi interior me preocupaba demasiado provocando una escena muy incómoda para ambos, pero no fue así; cuando la mesera llegó él de manera más que amable pidió un café expresso, en ese momento recordé una frase que muchas amas de casa le dicen a sus maridos cuando se obsesionan con el tocino “eres lo que comes” solo que yo la arreglé con “tus emociones son como lo que tomas” así que me atreví de nuevo a dirigir la palabra a aquel joven que desconocía por completo, solo que ahora no pregunté el “qué le pasa” sino decidí hablar por lo que había ordenado.

-¡oh! Un expresso- dije en tono un poco burlesco,- ¿será que así han sido sus amores y por eso está así?-me miró fríamente a los ojos y estuvo a punto de gritarme, pues su boca se entreabrió y al mismo instante se cerró guardando una furia acompañada de una rabia que pude percibir aunque no hubiera dicho nada, pero no había nada que decir con un parpadeo me dio una respuesta afirmativa seguida de unas lágrimas que me apresuré a secar con una servilleta que estaba en la mesa.

-Perdón- dije- soy una tonta mi intención no era hacerlo llorar sino ayudarlo-

Me levanté de la silla para irme pero él se dirigió a mí sollozando:

-Espere, espere; no se valla, usted no ha hecho nada malo, solo trató de ser amable y yo, yo no sé que hacer, como estoy lo mismo me da un sentimiento de preocupación por mi que una mentada de madre.

Giré de nuevo hacia él y me volví a sentar, me sentí alegre pues al fin había cruzado una muralla que me impedía conocerlo, tome sus manos sobre la mesa (que por cierto eran muy suaves) y dije: -¿Ahora si me va a decir qué le pasa?

-verá he tenido un mal día, bueno no un mal día sino una mala vida-

-No, la vida no es mala, la vemos de mala forma que es diferente- dije; él prosiguió, -Es que lo que acabo de vivir hace unos momentos me cambió totalmente la forma de ver la vida, bueno no la vida en si, solamente la mía, ¿entiende?

-No- respondí-¿podría explicarse mejor?

-Hace dos años me enamoré de la mujer que para mi sería el ser perfecto, era simpática, divertida, amable, tierna y le caía muy bien a mis padres y a todos mis amigos, estaba totalmente enamorado, inclusive hace un mes nos comprometimos y nos casaríamos el veinticinco

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