Autonomia
Enviado por bonylala • 17 de Agosto de 2014 • 1.482 Palabras (6 Páginas) • 208 Visitas
influir. Igualmente sería inhumano en tales situaciones no prestar al enfermo necesitado
con la delicadeza y empatía propias de cada caso, la asistencia que necesita.
En concreto ¿cuáles son las decisiones que debe tomar el enfermo prudente? Permítanme
que haga aquí una distinción entre autonomía de primer orden y de segundo
orden. La primera se refiere a decisiones de medidas concretas a realizar: tomar un medicamento,
dejarse dar una inyección, incluso decidir una medicación o un tratamiento.
De segundo orden son las decisiones que se toman sobre el modo de tomar las decisiones
de primer orden. Estas pueden ser diversas, pero la fundamental es decidir en qué
médico depositar la confianza, y una vez lograda esa confianza poner en sus manos las
decisiones de primer orden. Esto no quiere decir que se renuncia a la información sobre
la evolución de la enfermedad, el tratamiento y la medicación, que es crucial para mantener
la confianza que permita depositar las decisiones de primer orden en manos del
médico. Mientras las decisiones de primer orden se deben tomar sobre la marcha, según
lo exige la situación, las de orden superior son disposiciones bien maduradas, estables y
a largo plazo, que son expresión de la identidad de la persona.
El paciente prudente tomará en primer lugar una decisión de segundo orden con la
ayuda y asesoramiento de las personas de confianza de su entorno familiar y de su entorno
médico sanitario. Siendo una decisión que de algún modo afecta a la salud del enfermo,
no puede ser tomada ligeramente. Si la decisión está bien tomada y la confianza
en el equipo médico se mantiene, el enfermo se ahorra las molestias de tener que controlar
todas las sugerencias de tratamiento y mantendrá su autonomía de forma muy eficaz.
¿Tiene que tomar el paciente también las decisiones de primer orden? Está claro
que sin su asentimiento no puede haber tratamiento, pero el consentimiento para todas
las decisiones de primer orden que haya que tomar puede estar ya implícito en una decisión
de segundo orden.
En la relación médico-paciente hay una asimetría insalvable. El enfermo por lo
general no es un experto en medicina y, por muy completa que sea la información que
en cada caso recibe, no tiene la competencia médica que le permita tomar la decisión.
En cambio, sí tiene la competencia para buscar y encontrar un médico en el que poner
su confianza. Si esa decisión –de segundo orden– es acertada, podrá responder con toda
tranquilidad a cualquier demanda de decisión de primer orden, con una ratificación de la
decisión de segundo orden: “Usted tiene mi confianza, decida lo que es mejor.” Esta estructura
decisional es fundamentalmente la misma que se da en cualquier relación profesional
asimétrica, como la del abogado-cliente. Pero sólo en la relación médicopaciente
se da la particularidad de que una parte pone su vida y su existencia en manos
de la otra. Pero el paciente ejerce perfectamente su autonomía limitándose a tomar una
decisión de segundo orden. Esto no quiere decir que se abandone absolutamente en manos
del médico, sino que una vez que lo haya elegido y le haya dado a conocer sus gustos
y preferencias, se pone en sus manos para que aquél sea el que decida sobre los medios
más adecuados para llegar al fin elaborado conjuntamente. Por tanto la comunicación
entre el médico y el paciente debe seguir, ya que es la única manera de consolidar
la confianza, sobre la que se basa la posibilidad de no intervenir en las decisiones de
primer orden. Cuando el paciente no logra establecer una relación de confianza con el
médico e interviene continuamente en las decisiones de primer orden asume muchos
riesgos de equivocarse, por mucho que acuda a una segunda opinión.
¿Cuáles son los límites de la autonomía desde la perspectiva del paciente?
La legislación de la mayoría de los países otorga al enfermo con capacidad de decidir
el derecho a rechazar una medicación, aun en el caso en que tal decisión sea contraria
a la racionalidad médica, al sentido ético de la profesión médica y a la conciencia
Conferencia de clausura del Master en Bioética, Pamplona, 23-V-2009 7
del médico. Desde la perspectiva del derecho positivo se afirma con insistencia
(p.e.Birnbacher y Dabrock) que “ni la libertad de conciencia, ni la competencia médica
y su código deontológico pueden justificar una limitación del derecho de autodeterminación
del paciente”7. Esto es también válido cuando el rechazo lleva directamente a la
muerte. El paciente se sabe protegido: el médico no está legitimado a hacer nada sin su
consentimiento. Pero esto no implica en absoluto la licitud moral del rechazo del paciente.
Esta cuestión normalmente la bioética la deja abierta. La racionalidad jurídica y
la ética son distintas, como se pone de manifiesto
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