CENTRO ESCOLAR VESPERTINA LOS ALTOS HEIDI
Enviado por 43344 • 11 de Septiembre de 2018 • Informe • 1.935 Palabras (8 Páginas) • 116 Visitas
CENTRO ESCOLAR VESPERTINA LOS ALTOS
HEIDI
Heidi subía por la empinada montaña. “Tía Detie, ¿podríamos quedarnos abajo en el pueblo solo por una noche? La tía Detie refunfuño: “No seas tonta, tienes una cama linda y suave esperándote arriba en la montaña. Ven, Heidi, no perdamos el tiempo”
“Pero tía Detie”,dijo Heidi ,mientras pasaba su bolsa de ropa en un brazo a otro. “y si los aldeanos tienen razón? Y si el malvado, gruñón y ruin? ¿Y si odia a los niños?”
“¿Abuelo eres tú?” Heidi puso su bolsa en el suelo. “Soy yo Heidi” El viejo entrecerró los ojos y miro fijamente a Heidi, golpeando su pipa contra el banco. “Tienes los ojos de tu madre” y le dijo. Heidi bajo la mirada. “Supongo que eso es malo murmuro. El anciano se quedó callado durante un momento. “NO”, dijo suavemente. Es bueno muy bueno. El abuelo de Heidi cayó en ellos. Era el primer abrazo que le daban en mucho tiempo y quería que no terminara nunca. La tía Detie aclaro su garganta. “Me he encargado de Heidi durante cinco años, desde que sus padres murieron. Es tu de llevar la carga” “¿carga?”, gruño el abuelo de Heidi. Detie agregó: “he aceptado un nuevo empleo en Frankfurt y no me puedo llevar a la niña. “El abuelo miro a Detie con sus ojos duros y oscuros. Al atardecer, Heidi siguió a su abuelo por el establo mientras alimentaba a las cabras Blanquita y Copo de Nieve, y miro como hacia un banquito para que ella se pudiera sentar a la mesa. Esa noche, Heidi se acostó en su nueva cama observando las estrellas y se quedó dormida con el arrullo de los abetos. Cuando Heidi abrió los ojos, ya los rayos de sol entraban al granero, calentando la suave paja de su cama. Ella sonrió y se estiro. “¡Turco!” La voz de un niño se escuchó por la ventana, Seguida de un agudo silbido y un fuerte válido. Heidi bajo apresuradamente del granero y salió por la puerta. Se encontró a un niño parado cerca del establo del abuelo. Era un poco mayor que Heidi y estaba rodeado de cabras. El abuelo de Heidi saco a Blanquita y a Copo de Nieve del establo. “Buenos días, Heidi”, le dijo. “Él es Pedro, se encarga de llevar las cabras del pueblo a la montaña para que pasten cada mañana, luego las regresa al anochecer.” “¡Pinzón!” ven aquí. ¡Turco!” el niño gritaba y silbaba. El abuelo sacudió la cabeza. “Por más que Pedro lo intenta, las cabras no le hacen caso.” “Yo podría ayudarle”, dijo Heidi. “Me encantaría pasar el dia en la pradera.” El abuelo entro a la cabaña y regreso unos minutos después con un saco, se lo dio a Heidi. “Tu almuerzo”, le dijo y luego se dirigió a Pedro: “Hay suficiente para ti también.” Pedro estaba sorprendido. “Bueno ponte en marcha si vas a venir”, dijo el niño. Heidi siguió a pedro por el camino que seguía la montaña. La niña corría entre las cabras, riendo y palmeando sus cabecitas. Finalmente llegaron a una frondosa pradera y Pedro se detuvo. Heidi se recostó y acaricio a Blanquita y después a Copo de Nieve. Las dos cabras apacentaban cerca de Heidi y la niña brincaba entre ellas, rascándoles sus cuellos. Ninguna de las cabras escapo. Pedro la miro y sacudió la cabeza. “¿no estas contento de que haya venido?” , dijo Heidi. Pedro refunfuño, luego sonrío. “si”, dijo, “lo estoy”. Heidi y Pedro compartieron el almuerzo que les había preparado el abuelo: queso, salchichas y una crujiente hogaza de pan. Pedro se comió su parte y, cuando Heidi se sintió demasiado llena como para seguir comiendo más, también se terminó la de ella. “No recuerdo haberme sentido tan lleno antes. “Pedro se recostó en el pasto. “Vivo a la mitad del camino que baja de la montaña, con mi madre y abuela. “Mi madre se dedica hacer remiendos, pero no le pagan mucho. La abuelita solía hilar, pero ahora esta ciega y muy enferma.” “Debe estar muy sola”, dijo Heidi. “Tal vez podría ir a visitarla.” Pedro sonrió: “Eso le encantaría”, le dijo. Heidi subí con Pedro a la montaña todos los días al cabo del verano llego el otoño y al poco tiempo ya hacia demasiado frio como para llevar a las cabras a pastar en lo alto. “ahora tengo tiempo para ir a visitar a abuelita de Pedro”, le dijo Heidi a su abuelo. “Yo no visito a los vecinos”, dijo el abuelo. “Lo sé” dijo Heidi. “Por eso los aldeano piensan que eres un gruñón… ni siquiera te conocen. Si te conocieran, sabrían lo maravilloso que eres.” El abuelo rezongo: “Te llevare a casa de Pedro y pasare a recogerte antes de que anochezca. Yo no me voy a quedar ahí, tengo muchas cosas que hacer.” La abuela de Pedro se alegró de ver a Heidi. “Hacía mucho tiempo que nadie venía a visitarme”, le dijo. “Entonces vendré a visitarla todos los días”, dijo Heidi. Heidi tomo la mano de la abuelita y comenzó a platicarle sobre Blanquita, Copo de Nieve y su vida con el abuelo. Ella rio al ver la energía de Heidi. Mientras hablaban, el viento entraba silbando por los resquicios de la casita. La anciana se puso su viejo chal sobre los hombros. Un cerrojo golpeteaba afuera. Al poco rato, Heidi escucho otro tipo de golpe: fuertes y firmes. Levantó la cortina y se asomó afuera. “¡Es el abuelo!”, dijo. Con un martillo, estaba poniendo un clavo en el cerrojo suelto para que el viento no lo moviera. Heidi mantuvo su promesa: visito a la abuelita todos los días de ese invierno. Y cada día el abuelo de Heidi arreglaba algo más en la casa de la anciana. Reparo el techo, sello las paredes, arreglo el chirriado del puerto. Para cuando llego la primavera, la casa de la abuelita está en perfecto estado. Una mañana, mientras Heidi y su abuelo desayunaban, escucharon que alguien tocaba la puerta. Heidi y la tía Detie aparecieron. “Empaca tus cosas”, le dijo a Heidi. “tenemos que tomar un tren. Encontré un lugar para ti con una con una adinerada familia de Frankfurt.” Luego abrió la alacena y comenzó a reunir toda la ropa de Heidi. “La hija está en silla de ruedas y necesita compañía. “El abuelo se puso de pie. “Heidi no irá a ningún lado”, dijo. Detie resopló: “¿Y qué clase de vida tiene aquí? Atrapada en una montaña con un viejo y sus cabras. Ni siquiera la has mandado a la escuela.” “El pueblo queda muy lejos “, dijo el abuelo. “No puede ir a la escuela ella sola.”
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