CORPORACIÓN UNIVERSITARIA DE HUILA “CORHUILA”.
Enviado por matn2695 • 4 de Mayo de 2016 • Documentos de Investigación • 6.380 Palabras (26 Páginas) • 249 Visitas
LLUVIA ÁCIDA
JUAN CAMILO HUERGO CUENCA
ANGIE PAOLA MELÉNDEZ CHALA
MARÍA ALEJANDRA TOLE NUÑEZ
CORPORACIÓN UNIVERSITARIA DE HUILA “CORHUILA”
FACULTAD DE INGENIERIA
INGENIERIA AMBIENTAL
NEIVA-HUILA
2016
LLUVIA ÁCIDA
JUAN CAMILO HUERGO CUENCA
ANGIE PAOLA MELÉNDEZ CHALA
MARÍA ALEJANDRA TOLE NUÑEZ
IVAN ALBERTO SANDOVAL SALAZAR
DOCENTE
CORPORACIÓN UNIVERSITARIA DE HUILA “CORHUILA”
FACULTAD DE INGENIERIA
INGENIERIA AMBIENTAL
NEIVA-HUILA
2016
INTRODUCCIÓN
En tiempos como los de hoy, es de inexorable importancia tomar atención e interés en temas que tengan que ver con el medio ambiente o la contaminación en general.
Todo por que es parte de nuestro vivir diario, de nuestra naturaleza, desde que salimos de casa hasta que regresamos a ella, estamos expuestos, queramos o no, a una serie de sustancias extrañas que invaden y están en el aire que respiramos y que terminan siendo con el correr del tiempo nocivas para nuestra salud.
Todas estas sustancias mencionadas se mantienen durante largo tiempo en rangos de concentración estrechos gracias a eficientes mecanismos de reciclamiento a cargo de la propia naturaleza. Sin embargo, la actividad industrial genera ahora tales cantidades de sustancias extrañas que están alcanzando ya el nivel de contaminantes peligrosos para la vida en general, puesto que rebasan la capacidad del ecosistema para deshacerse de ellos, y sus niveles tienden hacia el aumento, permanencia e irreversibilidad
Un producto de ello es, lo que llamamos nosotros "lluvia ácida"
La lluvia ácida y otros tipos de precipitación ácida como neblina, nieve, etc. han llamado recientemente la atención pública como problemas específicos de contaminación atmosférica secundaria; sin embargo, la magnitud potencial de sus efectos es tal, que cada vez se le dedican más y más estudios y reuniones, tanto científicas como políticas ya que en la actualidad hay datos que indican que la lluvia es en promedio 100 veces más ácida que hace 200 años.
De una manera natural, el bióxido de carbono, al disolverse en el agua de la atmósfera, produce una solución ligeramente ácida que disuelve con facilidad algunos minerales. Sin embargo, esta acidez natural de la lluvia es muy baja en relación con la que le imparten actualmente los ácidos fuertes como el sulfúrico y el nítrico, sobre todo a la lluvia que se origina cerca de las zonas muy industrializadas como las del norte de Europa y el noreste de los estados unidos.
La lluvia ácida es una forma de contaminación causada por la emisión de bióxido de azufre y óxidos de nitrógeno a la atmósfera.
Más del 90% del azufre y del 95% de las emanaciones de nitrógeno se originan de las actividades humanas. Estos contaminantes primarios del aire, se derivan del uso del carbón en la generación de electricidad, la fundición de metales, y el uso de combustibles fósiles en vehículos automotrices. Una vez liberados a la atmósfera, estos contaminantes pueden transformarse químicamente en contaminantes secundarios, tales como el ácido nítrico y el ácido sulfúrico, los cuales se disuelven fácilmente en el agua. Las gotitas de agua ácida resultantes pueden ser arrastradas grandes distancias por los vientos dominantes, precipitándose luego como lluvia ácida, nieve ácida, o niebla ácida.
Los científicos han descubierto que la contaminación aérea resultante de la quema de combustibles fósiles es la mayor fuente de lluvia ácida. Las sustancias químicas principales en la contaminación aérea que generan lluvia ácida son el bióxido de azufre y los óxidos del nitrógeno. La lluvia ácida comienza regularmente en las nubes altas, donde el bióxido de azufre y los óxidos de nitrógeno reaccionan con el agua, el oxígeno, y los agentes oxidantes. Esta combinación forma una solución caliente de ácido sulfúrico y de ácido nítrico. La luz del sol amplifica la velocidad de estas reacciones. El agua de lluvia, la nieve, las nieblas, y otras clases de precipitaciones que contengan esas soluciones calientes de ácidos sulfúrico y nítrico, caen a la tierra en forma de lluvia ácida.
Cerca del 40% de los óxidos de nitrógeno son generados por los medios de transporte (coches, camiones, autobuses, y trenes), así como cerca del 25% en los generadores termoeléctricos, y del 35% a partir de otras combustiones, como por ejemplo, las industriales, las comerciales y las domésticas (del hogar).
La vegetación y las cosechas naturales son dañadas por la lluvia ácida, pues inhibe la germinación y la reproducción de las plantas, acelera la erosión de la tierra y extrae los nutrientes del suelo. Además, hace más solubles a los elementos tóxicos, por ejemplo el aluminio. Altas concentraciones de aluminio en el suelo pueden detener la absorción y el metabolismo de los nutrientes por las plantas. El aluminio destruye la superficie cerosa protectora de las hojas y disminuye la resistencia de las plantas hacia las enfermedades.
Los datos a largo plazo indican que aunque los cambios en el pH de las corrientes de agua hayan sido pequeños, grandes cantidades de calcio y magnesio del suelo se pierden y son dispersados por el agua a causa de la lluvia ácida y de la disminución de cationes básicos en la atmósfera. Como resultado, se demorará la recuperación química de la tierra y de las corrientes de agua en respuesta a cualquier reducción de la lluvia ácida.
A pesar de Estados Unidos ha disminuido la contaminación de azufre que genera lluvia ácida, los bosques, lagos, y ríos no se han recuperado tan rápidamente como se esperaba. Un equipo de investigadores escribió un artículo que confirma el fundamento: el ácido ha producido modificaciones severas en el suelo. Treinta años de estadísticas sobre la química de la lluvia y de los ríos en los bosques de New Hampshire proporcionan evidencia de que el ácido ha desproveído al suelo de los iones minerales básicos, los cuales protegen, o desactivan a los ácidos y que son esenciales para el crecimiento de las plantas. Dada la pequeñísima tasa de decadencia de estos iones, podrían pasar décadas para que los ecosistemas dañados por lluvia ácida lleguen a ser saludables otra vez. (Ortigoza, Williams, & Cruz, 2010)
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