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Enviado por python • 27 de Noviembre de 2013 • 4.016 Palabras (17 Páginas) • 471 Visitas
CAPÍTULO I
LA SOCIEDAD MEXICANA HOY
La variedad de paisajes naturales y urbanísticos tiene una incidencia
preponderante en las diferentes formas culturales e idiosincrasias
que han conformado la sociedad mexicana a lo largo del tiempo. En particular ha definido muchos aspectos intrínsecos de culturas
indígenas que, junto con otros grupos, enriquecen la vida cultural
del país. De este modo, la diversidad biológica y cultural han propiciado
una muy rica gastronomía, una amplia gama de métodos
tradicionales de diagnóstico y remedio de enfermedades, ritos, mitos,
artes, cantos, prácticas, tabúes, pluralidad física, lingüística y
psicológica, de formas de inteligencia y de comprender, de pensamiento
lógico, analítico o intuitivo y, por lo tanto, de conciencias.
Todo esto nos hace únicos, ha moldeado nuestro carácter y
engendrado nuestra conciencia de unidad como nación; junto con
los contrastantes niveles sociales y económicos, también define las
peculiaridades de nuestros problemas, pero sobre todo nos brinda
un enorme potencial como sociedad para resolverlos de manera
creativa e innovadora, de acuerdo con los requerimientos que la
multiplicidad impone. México es inmensamente rico y profundamente pobre. Severas
diferencias socioeconómicas afectan a su población. Millones
de personas son analfabetas funcionales, el acceso a la educación y
a la cultura es aún limitado, aún subsisten problemas de discriminación
sexual y racial, una arraigada desconfianza hacia las instiPropuestas
propuestas para el país que necesitamos
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tuciones gubernamentales, ligada a corrupción y mal manejo de
los recursos económicos. Existen fuertes problemas ambientales y
la población no está aún plenamente sensibilizada al respecto. No
hemos logrado a plenitud una cohesión social que permita, por
ejemplo, la integración de los pueblos indígenas a las dinámicas del
resto de la población mexicana; lo anterior sin perder su identidad
y valorando todas las diferencias culturales y su potencial generador
de nuevas soluciones para conflictos sociales y ambientales.
No resulta fácil definir a la sociedad mexicana de hoy. Si dejamos
de lado la retórica no es fácil explicar su estructura y su comportamiento. Es
una sociedad compleja, de rostros diversos, con
amplias diferencias. Es también una sociedad contradictoria: coexisten
los rostros más progresistas y los más conservadores, grupos
con formas de pensar y de vivir aferrados a nuestros más desafortunados
estereotipos, y otros con una amplia libertad de pensamiento,
según las pautas más nobles de interrelación social y de
género.
El norte y el sur son, por decir lo menos, completamente ajenos
el uno al otro y en buena medida desconocidos el uno para el
otro. Podríamos considerar que el centro —los estados de Guanajuato,
Hidalgo, Puebla, de México, Tlaxcala, Morelos y Querétaro—
son la mayor confluencia de las diversas idiosincrasias
nacionales, pero en esto también hay reservas. Las diferencias culturales
entre las costas del Pacífico y del Atlántico son también
acentuadas. Tabasco y Veracruz son muy diferentes de Sinaloa o
Oaxaca, como también lo es la costa tamaulipeca de la nayarita. Para un extranjero, es difícil comprender que en el mismo territorio
habiten yucatecos y sudcalifornianos, paradójicamente ambos
reservados y celosos de su tierra, quizá por ser equidistantes, por
su lejanía “de todo lo demás”.
En ocasiones solemos considerar que la diversidad cultural
de México está enmarcada básicamente por sus grupos indígenas,
aproximadamente 56, entre los que se conservan vivas 50 lenguas. Y estos grupos no sólo están en el sur y el centro de México sino
también en algunos estados del norte como Sonora, Chihuahua y
Sinaloa. Me atrevo a decir también que podemos encontrar numerosos
textos que ilustran la pluralidad cultural de México según los
la sociedad mexicana hoy
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grupos étnicos, y creo que no es así: la variedad étnica forma parte
de la gran diversidad cultural de México, es uno de sus componentes
pero no la define. Recordemos que las etnias apenas llegan
a siete millones de personas, en números cerrados.
La gama cultural —costumbres y tradiciones, la mayoría anteriores
a la Independencia; historias regionales y locales; expresiones
creativas de gran fuerza, desde lo popular hasta las bellas artes; una
muy amplia variedad culinaria— caracteriza a todo el territorio
nacional y sin duda es de una gran riqueza humana y social.
Hay sectores de la sociedad mexicana que aprecian a los extranjeros
y conviven sanamente con ellos, celebrando que hayan
escogido nuestro país para desarrollarse (a mucha gente de otras
latitudes nuestro país le gusta precisamente por sus habitantes y la
fuerza de su cultura), mientras otros expresan constantes manifestaciones
xenófobas, que a fin de cuentas sólo ponen de relieve los
miedos y complejos más acendrados.
A la vez, el lento avance económico y las profundas desigualdades
han ido dando un margen creciente a la intolerancia, el
resentimiento, al hecho de culpar a otros por nuestras carencias. Estas conductas se manifiestan en la vida cotidiana y a veces encuentran
cauce en las expresiones más primarias de la agresión al
otro y en una autoafirmación de grupo amparada en lo excluyente. Pero también me atrevo a decir que si el agresor y el sectario son
culpables, quienes hemos tenido otras oportunidades no somos
inocentes.
No debemos tener miedo a reconocer que somos, en muchos
aspectos, una sociedad clasista y esta conducta se expresa de un
grupo social a otro. Orgullosos de nuestro nacionalismo, hay quienes
tienen conductas racistas con nuestros propios coterráneos, un
racismo que también alimenta el clasismo y viceversa.
Hay grupos aferrados a los estereotipos: el machismo, las conductas
preconcebidas y los prejuicios, y ven como natural la degradación
de la mujer o su posición en un segundo plano familiar
o social. Una de cada cuatro personas “está de acuerdo con que
muchas mujeres son violadas porque provocan a los hombres”, y
para 40% de la población las mujeres
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