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Carta Para Un Amigo


Enviado por   •  8 de Noviembre de 2012  •  799 Palabras (4 Páginas)  •  844 Visitas

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¿Por qué no nos damos

tiempo para cultivar

las relaciones con

nuestros mayores afecto?

CARTA

A UN

AMIGO Por Foster Furgolo

El taxista debía de estar absorto en lo que leía, pues tuve que golpear con los nudillos en el parabrisas para lograr su atención.

- ¿está usted en servicio? –le pregunté cuando por fin alcanzó la vista. Asintió la cabeza y, luego, mientras me acomodaba en el asiento trasero, se disculpó:

- Perdone usted… estaba leyendo una carta.

- Las cartas de casa son siempre valiosísimas – comenté. Después, estimando que aquel hombre tendría entre 60 y 65 años de edad, conjeturé-: ¿De su hijo? ¿quizá de su nieto?

- No; no se trata de mi familia, aunque bien podría serlo. Porque Ed es mi más viejo amigo. En realidad, él y yo solíamos tratarnos de “Mi viejo”… es decir, cuando nos veíamos. No soy muy bueno para escribir.

- Creo que casi nadie es muy afecto a sostener correspondencia. Por lo que me dice, entiendo que se trata de alguien a quien conoce desde hace mucho, ¿verdad?

- Sí; de toda la vida. Fuimos compañeros de clase durante todos los años de escuela.

- ¡Qué bien! Son raras las personas que logran conservar las amistades tanto tiempo.

- En realidad, le diré, no lo había visto más de una o dos veces al año en los últimos 25 años, pues me fui a vivir a otra población, y así se pierde de la relación. ¡Pero era un tipo estupendo!

- ERA, dice usted… ¿Significa eso que…?

El taxista movió la cabeza, asintiendo. Precisó:

- Falleció hace dos semana.

- ¡Lo siento! –repuse-. Duele mucho perder a un viejo amigo.

El taxista guardó silencio, y seguimos nuestro camino callados, durante varios minutos. Al hablar de nuevo, lo hizo como si, más que a mí, se dirigiera a sí mismo:

- Debí seguir en relación más cercana a él.

- En efecto –convine-, todo debiéramos seguir en contacto más estrecho con nuestros viejos amigos. Pero, al parecer, no nos damos tiempo para eso.

El taxista se encogió de hombros.

- Antes, sí nos dábamos tiempo. Esto se menciona en la carta –me la pasó y dijo-: Échele un vistazo.

- ¡Gracias! –repuse-, pero no me atrevo a leer su correspondencia.

Es un asunto muy personal…

- El viejo Ed ha muerto –replicó-. Ya no hay en esto nada personal. Léala, si gusta.

La carta, escrita en lápiz, comenzaba: “mi viejo”, a manera de saludo. La primera frase me recordó mi propia conducta: Hace tiempo que me propongo escribirte, pero siempre lo dejo para después. El firmante seguía diciendo que recordaba a menudo los buenos ratos que habían pasado juntos. La misiva se refería a sucesos de

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