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Coplas A La Muerte De Su Padre - Jorge Manrique


Enviado por   •  17 de Abril de 2014  •  1.285 Palabras (6 Páginas)  •  397 Visitas

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Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se passa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el plazer,

cómo después, de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parescer,

cualquiera tiempo passado

fue mejor.

Y pues vemos lo presente

cómo en un punto s'es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por passado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera,

más que duró lo que vio,

porque todo ha de passar

por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros, medianos

y más chicos,

allegados son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

Dexo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores.

A Aquél solo me encomiendo,

Aquél solo invoco yo,

de verdad,

que en este mundo viviendo

el mundo no conosció

su deidad.

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientra vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenescemos;

assí que, cuando morimos,

descansamos.

Este mundo bueno fue

si bien usáremos dél

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquél

que atendemos.

Y aun el hijo de Dios,

para sobirnos al cielo,

descendió

a nascer acá entre nos

y vivir en este suelo

do murió.

Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor,

aun primero que muramos,

las perdemos:

dellas deshaze la edad,

dellas casos desastrados

que acaescen,

dellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallescen.

Dezidme, la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

la color y la blancura

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerça corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal

de senectud.

Pues la sangre de los godos,

el linaje y la nobleza

tan crescida,

¡por cuántas vías y modos

se sume su gran alteza

en esta vida!:

Unos, por poco valer,

por cuan baxos y abatidos

que los tienen;

otros que, por no tener,

con oficios no debidos

se mantienen.

Los estados y riqueza

que nos dexan a deshora

¿quién lo duda?

No les pidamos firmeza,

pues que son de una señora

que se muda;

que bienes son de Fortuna

que revuelve con su rueda

presurosa,

la cual no puede ser una,

ni estar estable ni queda

en una cosa.

Pero digo que acompañen

y lleguen hasta la huesa

con su dueño:

por esso no nos engañen,

pues se va la vida apriessa

como sueño.

Y los deleites de acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

y los tormentos de allá,

que por ellos esperamos,

eternales.

Los plazeres y dulçores

desta vida trabajada

que tenemos,

¿qué son sino corredores

y la muerte, la celada

en que caemos?

No mirando a nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar;

desque vemos el engaño

y queremos dar la vuelta,

no hay lugar.

Si fuesse en nuestro poder

tornar la cara fermosa

corporal,

como podemos hazer

el ánima gloriosa

angelical,

¡qué diligencia tan viva

toviéramos toda hora,

y tan presta,

en componer la cativa,

dexándonos la señora

descompuesta!

Essos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya passadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas.

Assí que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y perlados,

assí los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.

Dexemos a los troyanos,

que sus males no los vimos

ni sus glorias;

dexemos a los romanos,

aunque oímos y leimos

sus historias.

No curemos de saber

lo de aquel siglo passado

qué fue d'ello;

vengamos a lo de ayer,

que también es olvidado

como aquello.

¿Qué se hizo el rey don Juan?

¿Los Infantes de Aragón,

qué se hizieron?

¿Qué fue de tanto galán?

¿Qué fue de tanta invención

como truxieron?

Las justas y los torneos,

paramentos, bordaduras

y cimeras,

¿fueron sino devaneos?,

¿que fueron sino verduras

de las eras?

¿Qué se hizieron las damas,

sus tocados, sus vestidos,

sus olores?

¿Qué se hizieron las llamas

de los fuegos encendidos

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel dançar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

Pues el otro, su heredero,

don Enrique, !qué poderes

alcançaba!,

¡cuán blando, cuán halaguero

el mundo con sus plazeres

se le daba!

Mas veréis, ¡cuán enemigo,

cuán contrario, cuán cruel

se le mostró!;

habiéndole sido amigo,

¡cuán poco duró con él

lo que le dio!

Las dádivas desmedidas,

los edificios reales

llenos de oro,

las vaxillas tan febridas,

los enriques y reales

del tesoro,

los jaezes y caballos

de su gente, y atavíos

tan sobrados,

¿dónde iremos a buscallos?;

¿qué fueron, sino rocíos

de los prados?

Pues su hermano, el inocente

que, en su vida, sucessor

...

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