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Coplas A La Muerte De Su Padre, Jorge Manrique


Enviado por   •  3 de Noviembre de 2012  •  1.339 Palabras (6 Páginas)  •  1.258 Visitas

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COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE

Jorge Manrique (¿1440-1479?)

1.- Recuerde el alma dormida

avive el seso e despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando,

cuán presto se va el placer

cómo, después de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer ,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.

2.- Pues si vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

e acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo non venido

por pasado.

Non se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera

más que duró lo que vio,

pues que todo ha de pasar

por tal manera.

3.- Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar,

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

e consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros medianos

e más chicos;

i llegados, son iguales

los que viven por sus manos

e los ricos.

4.- Dejo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

non curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores;

a Aquél sólo me encomiendo,

Aquél sólo invoco yo

de verdad,

que en este mundo viviendo,

el mundo non conoció

su deidad.

Invocación

5.- Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que, cuando morimos,

descansamos.

6.- Este mundo bueno fue

si bien usásemos dél

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganarse aquel

que atendemos.

Aun aquel Fijo de Dios,

para sobirnos al cielo,

descendió

a nascer acá entre nos,

y a vivir en este suelo

do murió.

7.- Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que en este mundo traidor ,

aun primero que muramos

las perdemos;

dellas deshace la edad,

dellas casos desastrados

que acaescen,

dellas por su calidad,

en los más altos estados

desfallescen.

8.- Decidme: la hermosura,

y gentil frescura y tez

de la cara,

la color e la blancura,

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas e ligereza

e la fuerza corporal de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal

de senectud.

9.- Pues la sangre de los godos,

y el linaje e la nobleza

tan crescida,

¡por cuántas vías e modos

se pierde su gran alteza

en esta vida!

Unos, por poco valer,

por cuán bajos e abatidos

que los tienen;

otros que, por non tener ,

con oficios non debidos

se mantienen.

10.- Los estados e riqueza,

que nos dejen a deshora

¿quién lo duda?

non les pidamos firmeza

pues que son de una señora

que se muda,

que bienes son de Fortuna

que revuelve con su rueda

presurosa,

la cual non puede ser una

ni estar estable ni queda

en una cosa.

11.- Pero digo que acompañen

e lleguen fasta la fuesa

con su dueño,

por eso non nos engañen,

pues se va la vida apriesa

como sueño.

E los deleites de acá

son, en que nos deleitamos,

temporales,

e los tormentos de allá,

que por ellos esperamos,

eternales.

12.- Los placeres e duIzores

desta vida trabajada

que tenemos,

non son sino corredores,

e la muerte, la celada

en que caemos.

Non mirando a nuestro daño,

corremos a rienda suelta

sin parar ;

desque vemos el engaño

e queremos dar la vuelta

no hay lugar.

13.- Si fuese en nuestro poder

hacer la cara hermosa

corporal,

como podemos hacer

el alma tan gloriosa,

angelical,

¡qué diligencia tan viva

toviéramos toda hora

e tan presta,

en componer la cativa,

dejándonos la señora

descompuesta!

14.- Esos reyes poderosos

que vemos por escripturas

ya pasadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas ;

así que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

e perlados,

así los trata la muerte

como a pobres pastores

de ganados.

15.- Dejemos a los troyanos,

que sus males non los vimos,

ni sus glorias;

dejemos a los romanos,

aunque oímos e leímos

sus hestorias,

non curemos de saber

lo de aquel siglo pasado

qué fué dello ;

vengamos a lo de ayer,

que también es olvidado

como aquello.

16.- ¿Qué se hizo el rey don Joan?

Los Infantes de Aragón,

¿qué se hicieron?

¿Qué fué de tanto galán,

qué de tanta invinción

que trujeron?

¿Fueron sino devaneos?

¿Qué fueron sino verduras

de las eras,

las justas e los torneos,

paramentos, bordaduras

e cimeras?

17.- ¿Qué se hicieron las damas,

sus tocados e vestidos,

sus olores?

¿Qué se hicieron las llamas

de los fuegos encendidos,

de amadores?

¿Qué se hizo aquel trovar,

las músicas acordadas

que tañían?

¿Qué se hizo aquel danzar,

aquellas ropas chapadas

que traían?

18.- Pues el otro, su heredero,

don Enrique, ¡qué poderes

alcanzaba!

¡Cuán blando, cuán halaguero

el mundo en sus placeres

se le daba!

Mas verás cuán enemigo

cuán contrario, cuán cruel

se le mostró

habiéndole sido amigo,

¡cuán poco duró con él

lo que le dio!

19.- Las dádivas desmedidas,

los edificios reales

llenos de oro,

las vajillas

...

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